El investigador argentino Enrique Arrosagaray
presentó en el 18 Congreso Internacional de Historia Oral, realizado en
Barcelona, España, entre el 9 y el 12 de julio pasados, una
entrevista al secretario general del PCR, nuestro camarada Otto Vargas.
Las múltiples voces de la historia ora / The many voices of oral history
Comunicaciones / Communications
Barcelona 9-12 / 07 / 2014
Enrique Arrosagaray (Argentina)“Otto Vargas. Un patagónico en Europa del Este.”
RESUMEN
Otto César Vargas es
un ciudadano argentino nacido a la vera del Río Negro, en la Patagonia, en el
año 1929. Veinte años después estaba estudiando en la universitaria y obrera
ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. Pero pronto se lo
ubica en lejanas latitudes pues durante toda la década del 50 camina por las
calles de Praga, de Moscú, de Viena, de Budapest y de Sofía, trabajando en la
Federación Mundial de la Juventud Democrática organización que dirigió, el
Partido Comunista de la Unión Soviética. Época en que la bandera roja se fue
tornando rosa y luego blanca. Era la época en la que el poder de los
trabajadores y la nueva democracia generada por ellos, comenzaba a ser
derrotada.
Vargas conoció, desde
adentro, cómo una estructura tan poderosa, extendida y obediente, se fue
resquebrajando y luego desmoronando desde sus propias entrañas.
Vargas nos lo cuenta
desde su vivencia directa, como joven cuadro comunista en aquellos días, y con
su mirada revolucionaria, crítica y latinoamericana. Su presencia en Cuba,
meses antes y semanas después del triunfo revolucionario del 59, arrojaron un
poco de luz fresca en su formación política, muy sólida. El trabajo clandestino
que realizó junto a los revolucionarios cubanos en momentos álgidos, sacudió su
cabeza. Y los cruces con el Che Guevara en enero y febrero de 1959, le
inyectaron un poco más de pasión en su sangre roja. También sus viajes a China
en ese período, lo ayudaron a entender la complejidad de la situación. Él vio
el derrumbe verdadero de Europa del Este -y las traiciones-, mucho antes del
derrumbe oficial.
Lo cuenta en primera
persona, desde Buenos Aires.
ARTÍCULO
Con la caída del Muro
de Berlín, la historia política y la cultura mundial dominantes definieron que
había caído el comunismo. También dijeron que caía el Muro de Stalin o un
símbolo del stalinismo.
En todos los países
del mundo sonó esta misma campana y pocas organizaciones políticas y personas
desdijeron este argumento aunque algunos lo han hecho con solidez.
Nosotros pretendemos
con este trabajo, enfrentar esta afirmación dominante y afirmar que “el muro”
había caído mucho antes de que cayera formalmente. Y que en ese momento culminó
un acto –importante-, nada más que un acto de un proceso histórico muy
complejo: el acto formal que anunció el paso del socialismo al capitalismo en
ese sector del mundo. Pero el socialismo ya había sido abandonado hacia mucho.
Ponemos nuestro foco
de atención en la década de 1950
a 1960 aunque habrá referencias a otros momentos.
Partimos de una
concepción teórica y de una experiencia práctica.
El concepto teórico
es que las sociedades posrevolucionarias que en el mundo se plantearon
construir el socialismo, lo debían hacer desde organismos de poder conformados
por las mayorías de las clases sociales que habían hecho esa revolución, con
delegados enviados desde las bases y revocables por sus pares, campesinos,
empleados, obreros, desde sus lugares de origen. Es decir, el poder ejercido
por las masas organizadas. A esos organismos de dirección se los llamó soviet
en la sociedad soviética luego de Octubre de 1917.
La experiencia
práctica –que se transforma en eje de nuestro trabajo- es la de Otto César Vargas.
Vargas es un marxista nacido en la Patagonia Argentina, que vivió, trabajó
políticamente y viajó por el Este Europeo entre 1951 y finales de 1959.
Tres largas
entrevistas a él, en un bar de Buenos Aires, son la fuente central para la
presente ponencia.
Su relato es valioso
porque él estuvo ahí trabajando para la Federación Mundial de la Juventud,
organismo dirigido, en última instancia, por el Partido Comunista de la Unión Soviética
–PCUS-. Y porque Vargas siguió formándose como marxista, estudió la disputa Chino
– Soviética y sus repercusiones en América Latina y en Argentina; y también conoció
de cerca la experiencias de los procesos revolucionario cubano y chino. Y no se
conformó con observar y analizar esos procesos sino que tomó partido en su vida
revolucionaria práctica.
Hasta el día de hoy.
Advertimos que queda
excluido intencionalmente, cualquier análisis de fondo de la transformación de
la estructura económica en los países de Europa del Este, asunto central e inédito
pues nunca había ocurrido el paso de una sociedad con el socialismo en
construcción, hacia el capitalismo.
Patagonia y
antecedentes
Otto César Vargas
nació en septiembre de 1929 en la localidad de Choele Choel, provincia de Río
Negro, a aproximadamente 1.000 kilómetros al sur de Buenos Aires.
Según el prestigiado periodista
y escritor argentino Rodolfo Walsh, Choele Choel (ahí también nació él dos años
antes) quiere decir corazón de palo, en la lengua de sus pueblos
originarios.
En 1949 se incorporó
a las filas de la Federación Juvenil Comunista (FJC), ala juvenil del Partido
Comunista Argentino (PCA) y desde ese momento hizo y hace todo lo que puede
para la revolución en Argentina.
“Nací en Choele Choel
257 y a los siete años nos fuimos a Beltrán, otro pueblo dentro de la isla, que
antes se llamaba Colonia Galesa. Había muchos italianos. Y cuando se desarrolla
la Segunda Guerra Mundial, parte de esos tanos eran fascistas, no muchos pero
había. Y yo que me había criado en un hogar en donde sobre todo mi padre
simpatizaba con los republicanos de España... Las noticias de la guerra mundial
se seguían día a día y los chicos, me acuerdo, jugaban tirándose esas
bolillitas de los árboles, creo que eran paraísos, a modo de guerra entre
italianos y abisinios”.
Además de Beltrán,
había otros dos pueblos, Pomona y Lamarque. “En Lamarque nació el gran escritor
Rodolfo Walsh. Él nació en lo que era El Curundel. El padre de él era mayordomo
de El Curundel”.
En ese pueblo tan
pequeño Vargas no podía desarrollar las ambiciones que le venían surgiendo.
“Después de hacer la
escuela secundaria en Bahía Blanca, fui a Buenos Aires por primera vez porque
quería ingresar en la Escuela Náutica, pero justo ese año pusieron examen de
ingreso y me jorobaron. En ese momento vivía en una pensión en el barrio de
Parque Lezama. Ahí eran casi todos obreros peronistas; había un obrero del
puerto, paraguayo, Duarte se llamaba; cuando se iba a trabajar me dejaba, como
sin querer, el Orientación, ahí a mano para que lo leyera. Y yo me lo leía
todo.
Del Orientación yo
saqué la dirección de la librería del partido, fui y me compré “Materialismo y Empiriocriticismo”,
“El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, un montón de libros.
Con un amigo tiramos la moneda a ver que hacíamos, y nos fuimos a La Plata a estudiar
derecho”.
“En La Plata, un día
busco un local del PC, voy y me afilio. Nadie me lo propuso ni sugirió, fui y me
afilié”.
“De esas lecturas
había cosas que me incomodaban, hablo de 1949, 1950. Una era lo del culto a la
personalidad. Pero cuando en 1951 voy a Berlín, ahí se me pasan esas cosas,
quedó entusiasmado completamente”.
En la posguerra la
figura de Stalin creció debido al triunfo del Ejército Rojo sobre los nazis.
Esto, sumado al
centralismo excepcional que había en la conducción política en la Unión Soviética.
La mayoría de los PC latinoamericanos seguían las directivas del PCUS y por lo tanto,
Stalin no solo fue querido y respetado sino que fue adorado desde todas las
páginas de la prensa oficial de esos Partidos. Este aspecto a Vargas no le
gustaba. “Pero en 1951, en Berlín, se me desdibujó esa duda. Yo volví
maravillado”.
Poco después Vargas
conoce otra cara de la construcción del socialismo: la República Popular China.
El triunfo en 1949 luego de una larga guerra popular revolucionaria, le otorgó
a millones, incluso a Vargas, otra mirada de la lucha por el socialismo.
“En 1954 voy a Pekín
como delegado de la FJC. Era la época en China en la que se estaba desarrollando
una revolución democrático popular”.
Luego retomamos pero
ahora volvemos a los pasos de Vargas por Europa del Este.
“En octubre de 1956
debería haber ido a Budapest, me designan para ir a trabajar a Budapest, pero
por lo que estaba pasando, no viajé”.
En la última semana
de octubre y la primera semana de noviembre de 1956 hubo un importante
levantamiento popular contra la omnipotencia soviética en tierra húngara. Ese levantamiento
fue aplastado por una invasión militar contundente desde la Unión Soviética que
sujetó a fuego las aspiraciones de importantes sectores del pueblo húngaro.
Estos métodos de construcción del socialismo de los soviéticos en otros
países eran por lo menos discutibles y de hecho, opresores. Muchos marxistas de
la época dudaron; otros defendieron la ocupación y otros comenzaron a pensar en
otra cosa.
Stalin había
fallecido tres años antes. Además, la cúpula política de la URSS y del PCUS ya había
elaborado, presentado y aprobado el “informe secreto” contra Stalin, ocho meses
atrás.
Por lo tanto, quienes
decidieron la invasión eran antiestalinistas.
“En 1956 estuve en
Sofía, luego del XX Congreso del PCUS”. Este Congreso, el primero luego de la
muerte de Stalin, se realizó entre el 14 y 26 de febrero de 1956. Dentro de
éste, el día 25, hubo una sesión especial en la que presentaron el denominado
“Informe Secreto” sobre Stalin.
Lo leyó Nikita
Jruschov y lo escucharon más de 1.400 delegados. En él, sintéticamente, se le cargaban
a Stalin todos los problemas de la Unión Soviética y la responsabilidad por
todos los deportados, encarcelados y asesinados, durante las llamadas purgas
políticas.
Vargas estuvo en
Sofía pocos meses después de ese XX Congreso, con apenas 26 años. “En el
Congreso de la Federación al que asistí, había debates, etc, pero finalmente
todo lo decidía un grupo muy chico: los delegados de Italia, Francia y de la
URSS, pero en última instancia decidía el de la URSS. Y el problema era que los
soviéticos, en ese momento, no hablaban, no resolvían nada. No tenían opinión”.
Vargas percibía estos hechos pero no entendía qué pasaba.
Casi como
consecuencia de ese descalabro político y organizativo, Vargas recuerda que “yo
llegué ahí por milagro porque en avión había llegado a Hungría y de ahí debía
ir en tren pero no sé por qué yo no estaba en las listas, no estaba mi pasaje
con la consiguiente inmunidad diplomática, que era la modalidad con la que
viajábamos ¡Viajé por toda Checoslovaquia, Hungría y por toda Rumania sin
pasaje! Recién cuando entré a Bulgaria, bueno, ahí si me tenían registrado y me
toman oficialmente. Aunque esa vez me metieron en el salón de sesiones y nunca
vi las calles de Sofía”.
De ese largo viaje en
tren Vargas recuerda, entre otras, unas imágenes que le resultó reñida con la
construcción del socialismo: vio en una estación a “varias personas descalzas.
Me sonaba muy raro eso de tantas personas descalzas. Pregunté, me decían que
era una cuestión de costumbre; y me preguntaron a mí cuánto costaban en mi país
mis zapatos; les contesté. Y me preguntaron la equivalencia de ese precio con
un sueldo. Ellos se sonrieron y me explicaron cuántos sueldos hacían falta ahí
para comprar un par de zapatos como los míos”. Sutil desconcierto para la
cabeza de un muchacho que se estaba haciendo marxista y que tenía la oportunidad
de conocer con sus propios ojos y oídos, cómo era la construcción de una sociedad
sin clases. Él pensaba que estaba pisando tierras y viendo sociedades que cada
día eran más rojas.
En 1957, ya viviendo
en Europa, pudo caminar por Budapest. Allí funcionaba la Casa de las Juventudes,
sede de la Federación Mundial de Juventudes. Desde ahí viajaba a otros países,
a veces para hacer trabajo político clandestino. En uno de los regresos a
Budapest, ya en 1958
“me dicen ¿sabés lo
que pasó? Fusilaron a Nagy”.
A fines de 1956,
dijimos, se produjo un levantamiento popular para que Hungría dejara de estar sometida
a la Unión Soviética. Los aires del XX Congreso hicieron suponer que estaba
incluida la independencia política. En ese momento Imre Nagy era la figura más
importante que representaba a quienes pretendían esa libertad política. Nagy
planteó con claridad la salida de Hungría del Pacto de Varsovia. Tras la
invasión desde el este, Nagy y cientos de opositores a Moscú fueron apresados.
Nagy y otros fueron fusilados el 16 de Junio de 1958.
“Te aseguro que no
entendía nada- afirma Vargas-. Nada de nada. Tenía un amigo ahí, Orlando Gómes,
delegado brasilero, quien me dice” ¿No entendés nada? Es fácil, están todos en
contra del XX Congreso”. Y era así, los alemanes, los rumanos, todos en contra
del XX Congreso. Me enfermé, me enfermé. Fue la primera vez y la única en mi
vida, que pedí vacaciones. Me las dieron y me fui un mes a Rumania.
No sabía que pocos
meses después iba a disentir con el Che, sobre la valoración de las resoluciones
del XX Congreso del PCUS, en La Habana.
“Todo ese proceso que
llevó a que se consolidara Jruschov, provocando la derrota de Molotov, Kaganovich,
etc., a mí me pareció buenísimo ¡Cerraron como 20 ministerios! Varios nos cruzamos
a un bar, una fonda en donde comíamos habitualmente, pedimos una de esas bebidas
muy fuertes ¡y brindamos, contentos! A mí me parecía que ese proceso salía con
gran vigor hacia delante”.
Trata de hacer una
explicación sencilla sobre eso que había que renovar: “Hay que decirlo: era la
época en la que el ministerio de confección de ropa tenía que coimear en algún
callejón de Moscú a un funcionario, para que del ministerio de botones le mandaran
botones, porque si no, no cumplía con los planes ¡Era así!”.
“Me llevaron al
Kremlin. Nuestra guía era la secretaria de Romanosky. Éste era el secretario de
relaciones internacionales del KOMSOMOL. Ella nos lleva y nos guía por el
despacho de Lenin, un lugar muy sencillo, con una cocina en donde cocinaba
Krupskaya... ¡mis ollas son mucho mejores que las de ella! Todo así. Y cuando
salíamos yo pesqué que esta guía le decía con ironía a otro: “Igual que
Romanosky”.
Éste se suma a otro
recuerdo casi simultáneo: “Una vuelta, de Moscú a Budapest, viajo con Joseph
Biró, un funcionario húngaro; en un momento se abre el saco y veo que llevaba
un montón de lapiceras ¿para qué? Yo no entendía pero me sorprendía. Otra vez
estábamos viajando en coche, creo que de Viena a Budapest y cuando estábamos
llegando, Biró me pide si podía llevarle un paquete, pequeño, a una señora que
trabajaba en el Buró de Traducciones.
Le dije que sí. Fui,
la ubiqué y le di el paquete, lo abrió delante de mí, eran varios pares de medias
de seda. ¡Con el tiempo este señor fue Ministro de Finanzas de Hungría! ¡Y
hacía contrabando!”
Su residencia era en
Budapest, en la sede de la Federación Mundial de la Juventud. Y desde ahí “voy
a España a hacer trabajo clandestino, en 1958. Voy a Cuba en 1958 cuando
todavía estaba Batista, y en 1959 vuelvo cuando triunfa la revolución. También
me traslado a Viena unos cuantos meses porque en 1959 hicimos un Festival.
Entonces –se reordena- hay dos Festivales, uno en Moscú en 1957 y por eso vivo
un tiempo en Moscú, y otro en 1959 en Austria. En ese lustro hice además, dos
giras completas por América Latina”. La mención de sus pasos por varios países
latinoamericanos, le recuerda: “Sabés que la Casa de las Juventudes, en
Budapest, era una casa grande con planta baja, primer piso y altillo. El Departamento
Latinoamérica de la Federación funcionaba en el altillo –se sonríe por aquella mirada
eurocentrista que valoraba poco a los pueblos sudacas- pero... ¡¡después
de la revolución cubana!!”.
La mirada desde Europa,
incluso de marxistas, valoraba con distancia las luchas revolucionarias en
América Latina. No querían reconocer que en realidad no las entendían. Les resultaba
más fácil aplicar que integrar. Las experiencias en China y en Cuba fueron
distintas a los “manuales”; y fueron contemporáneas a la década que
auscultamos. Y la tiñeron. Justo cuando desde Moscú se fortalecía la idea de
que los partidos comunistas del mundo tuvieran una única manera de ver la lucha
de clases y el rol de los marxistas en ella. Fueron experiencias que Vargas vio
de cerca y le sirvieron para chequear conceptos políticos e ideológicos.
Comenzó a ver que no todos eran comunistas aunque así se definieran.
“Una de las cosas que
me impresionó mucho en China fue cuando me contaron lo de la toma de Pekín; la
revolución cubana se inspiró mucho, sobre todo el Che y Raúl, en el trato que
los chinos daban a los prisioneros; Risquet Valdez, que fue ayudante de campo
de Raúl, conoció mucho la experiencia china. Los chinos, cuando tomaban
prisioneros, averiguaban de qué pueblo era y trataban de acercarle a alguno de
ese pueblo. Después lo mandaban de vuelta.
Cuando estos
prisioneros liberados contaban lo que había pasado, los otros decían entonces,
en vez de pelear levanto las manos”. Ellos –los chinos revolucionarios-
contaban sobre la toma de Pekín lo siguiente: cuando se disponían a tomar
Pekín, querían hacerlo sin tirar un tiro para preservar las riquezas históricas
de Pekín. Entonces, cercaron Pekín. Establecido el cerco, bombardean todos los
aeropuertos que tenía la ciudad. Entonces le dicen al que comandaba Pekín, ustedes
no tienen salida porque si van por acá no pueden salir, tampoco por allá...
les proponemos que se entreguen; les garantizamos sus vidas, estudio de sus
hijos y una buena residencia para el resto de sus vidas. Nosotros queremos
tomar Pekín sin destrozos. Pero el tipo tenía una opción, porque había un
pequeño aeropuerto en Pekín, que los de Mao no habían detectado. Pero ¿qué
sucedió? La hija del tipo noviaba con un oficial que era un tapado de los
rojos, entonces ella le cuenta al oficial y el oficial informa a los de Mao y bombardean
ese aeropuerto. Al tipo no le quedó más remedio que entregarse. Con el tiempo ese
tipo fue Ministro en la China de Mao, en una primera etapa, después se fue. Eso
era muy instructivo para la experiencia de cómo diferenciar a los enemigos. Fue
muy instructivo para mí”. Vargas fue uno de los oradores en aquellas jornadas
en Pekín.
No es habitual que un
entrevistado pueda comparar experiencias políticas tan significativas, a partir
de su propia experiencia.
“Era todo muy
diferente a lo de la Unión Soviética. Vos tenés que saber que cuando hacen el XX
Congreso –del PCUS-, ellos –el PCCH- no toman inicialmente una posición en
contra del XX Congreso. Al contrario, salvaron a la Unión Soviética porque
escribieron dos folletos en los que les tiran un lazo a los soviéticos. Los
soviéticos no sabían que hacer y los chinos... –no los enfrentaron-. Me acuerdo
que nosotros, con jactancia, usábamos mucho las referencias de los chinos en
eso de las contradicciones, en las reuniones de la Federación. Esto a los
soviéticos les daba bastante bronca, pero lo hacíamos. Por ahí andaban las
diferencias en ese momento.
Y la efervescencia,
claro, la efervescencia”.
Acá aparece un
aspecto no menor de los procesos políticos que Vargas pudo ver: la efervescencia.
Porque para construir una sociedad de nuevo tipo como la socialista, hace falta
un gran entusiasmo y una gran convicción de clase y personal, para llevar a
cabo las tareas necesarias y sostenerlas en el tiempo.
“En ese entonces lo
que era visible, era el fervor revolucionario que había en China ¡Fervor revolucionario!
A diferencia de lo que se veía en los países del Este Europeo e incluso en la Unión
Soviética, en donde no existía ese fervor. Sí lo había visto en Berlín en 1951.
Mucho entusiasmo. Y otra cosa: cuando fui a China en el 54, lo hice en avión
desde Moscú. En esa época podías viajar con un tipo al lado que iba de camisa,
podía parecer un laburante y era un ejecutivo; pero en el 69, cuando iba a
viajar a Cuba yo estaba en un hotel en Praga y justo había una reunión de
ejecutivos de no sé qué sector de la industria. La delegación checa estaba
parando en ese hotel. ¡Era impresionante verlos a los tipos! Empresarios igual
que acá ¡Una pinta! Vos tenés que tener en cuenta una cosa muy importante
cuando se habla de Stalin: una cosa era el mundo de 1945 a 1950 o 1951 y
otra...”.
Vargas quiere marcar
el peso de las consecuencias de la bestial Segunda Guerra Mundial, en el pensamiento
del pueblo soviético: el orgullo por el triunfo y el tremendo dolor por las pérdidas
gigantescas. El esfuerzo fue de los soldados, millones; pero también fue una
gran guerra de resistencia del pueblo soviético porque el nazismo sitió y atacó
ciudades enteras agrediendo a millones de ciudadanos. Millones de muertos por
balas, por enfermedades curables y por hambre.
“Claro –agrega
Vargas-, estaba muy fresca la guerra. No te olvides nunca que quien derrotó al ejército
nazi fue el Ejército Rojo. La bandera que se puso sobre el Reichstag fue la
roja. Eso impresionó al mundo, estaba muy fresco lo de la guerra y el papel que
había jugado la Unión Soviética y los comunistas. ¡Murieron más de veinte
millones de soviéticos en la guerra! La visión que tenías del mundo en ese
momento no tenía nada que ver con la visión en el 70 o en el 80. Hablábamos de
fervor ¿no? Acá se juntaba el fervor patriota con el fervor comunista”.
Le preguntamos si es
posible comparar el fervor del pueblo soviético tras el triunfo sobre el nazismo,
con el fervor que él pudo ver en La Habana en 1959.
“¡No, no! –usa
palabras negativas para acrecentar la afirmación-. ¡Había un fervor de locos!
Mirá, yo estuve en
Cuba en 1958. Entré clandestino, hice trabajo clandestino, por lo tanto era muy
amigo de la dirección de la Juventud cubana. ¡Había que entrar a la Cuba de
Batista!
Entré cuando era el
aniversario de no sé qué y estaba todo lleno de volantes de una manifestación
que se había hecho y la policía había... –reprimido fuertemente-, digo esto
porque no hay que creer que fue un foco que estuvo allá... –sólo la lucha en la
Sierra-. Ese es uno de los errores, me parece, que tuvo el Che; pero bueno, él
lo vio así. Él lo vivió desde allá –desde la sierra-, pero en Cuba había una
resistencia muy grande”. Y pone un ejemplo que parece naif pero no lo es:
“Había una cervecería que se llamaba La Tropical ¡no confundir con Tropicana!;
éramos tres varones y tres mujeres y uno de los varones, bien a la cubana, dice
porque yo soy bien macho... y una de las chicas le dice si tú eres
tan macho no estarías acá, estarías en la Sierra Maestra”.
Y menciona algunos
otros pasos que dio por la Cuba del 58: “...en esa estadía me vi con Alonso, el
del ballet, hermano de la famosa Alicia Alonso; nos fuimos en coche para las
afueras de la ciudad para conversar más tranquilos. Me vi con el Directorio,
con masones. Me vi con Ricardo Alarcón, quien después fue Canciller”.
- ¿Con qué impresión
volviste de ese viaje?
- Se convocaba a una
huelga para abril, que fracasó. Pero la resistencia era muy grande. El asunto
fue que ellos –la Juventud del PSP- pedieron a la Federación Mundial que yo
viajase a hacerle un reportaje a Fidel. En esa época, un viejo amigo que
después fue Ministro de Industrias Básicas en Cuba, Joel Domenech, hizo un
viaje por el Este de Europa pidiendo ayuda monetaria para mandar gente del PSP
a la guerrilla, porque cada guerrillero costaba 150 dólares, armas y
equipamiento. Entonces, estábamos festejando el Año Nuevo en Budapest cuando
llegó la noticia de que Batista se había rajado; entonces Domench, que ya había
planteado que fuese a la Sierra... ¡yo tenía todo listo y viajé! ¡Y ahí conocí
ese fervor tremendo!
Una idea de ese
fervor: en el 60 organizamos el Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes. En
la reunión inaugural habla el Che. Yo, como presidía el Congreso, tuve la suerte
de ir al palco, al lado de Fidel. En primera fila estaba el Che, Raúl, y se
produjo una situación muy particular porque Fidel estaba hablando y se quedó
sin voz y tuvo que hablar Raúl. Ahí Fidel anuncia la expropiación de todos los
ingenios azucareros, de la compañía eléctrica y de otras empresas yanquis. El
estadio estaba lleno y ante cada anuncio de Fidel la multitud cantaba Fidel,
Fidel, que tiene Fidel, que los americanos, no pueden con él ¡Y no callaban!
y el tipo no podía seguir hablando. Entonces la orquesta tocaba el himno. Se callaban,
y cuando la orquesta frenaba, otra vez Fidel, Fidel, qué tiene Fidel... ¡No
sé cuánto duró ese acto! Este fervor ya no lo veías en el Este Europeo”.
Dejamos estas
referencias al proceso cubano en relación con el proceso soviético, para volver
a nuestro hilo.
“Éramos muy jóvenes y
algunos de aquella camada fueron con el tiempo hombres de peso. Yo tenía un
libro del KGB en donde aparecía el nombre de Vdovin, ése que trabajaba con
nosotros en la Federación Mundial. Ahí en Operaciones Especiales, de
Sudoplatov. Ahí, además, se narra en detalle el atentado contra Trotsky, su
asesinato”.
Sigue Vargas cruzando
nombres y hechos. “Estaba también Alexander Scheliepin. Él presidió el KGB
desde diciembre del 58 hasta noviembre del 61; éste era el jefe del KOMSOMOL, cuando
fue el cuarenta aniversario –Octubre de 1957- y nos dieron una cena por ese aniversario.
Yo estuve en la delegación, estaba Bernini, presidente de la Federación, estaba
Scheliepin y Semichastny, que era un trajeadito a la inglesa... que después fue
jefe del KGB.
Ese día, al lado
había un armenio... Ahí fue cuando los rusos –la dirigencia del PCUS- se habían
opuesto a que hiciéramos un Congreso Latinoamericano de Juventudes. Nosotros aprobamos
en la Comisión de América Latina hacer el congreso –que se haría en La Habana-.
Entonces ellos, que
manejaban el Buró de Impresiones, cuando imprimen la resolución, borran eso.
¡Lo borran! Ahí fue -en esa cena aniversario- que Semichastny pasa la mano así,
sobre Bernini, me palmea y me dice ¿así que ustedes aprobaron hacer un
Congreso Latinoamericano? ... bueno, marchen tranquilos que nosotros los vamos
a apoyar. En ese momento, Scheliepin entró en contradicción con Breshnev,
lo fue cagando hasta que lo eliminó porque era su rival. Se decía que
Scheliepin le metió un tiro en la panza a Beria, en el Kremlin
¡Ah! ¡Te decía lo del
armenio! Ahí había un armenio y Semichastny esa vez me dice en voz baja dicen
que los armenios son peores que los judíos. Porque donde los judíos le sacan
dos cueros a una vaca, los armenios le sacan cuatro”.
Para contraponer el
recuerdo de este derrumbe que comenzaba a percibir desde su mirada, se le vuela
la cabeza una vez más hacia el Che, porque por ahí comenzaba a respirar algo de
oxígeno. “Cuando me vi con el Che –en las primeras semanas de 1959-, se burló
del XX Congreso y defendió a Stalin. Y en un libro biográfico que publicó no
recuerdo quién sobre el Che, se cuenta que cuando el Che se declara comunista,
le escribe una carta a una tía en la que le cuenta que delante de un retrato
del querido Pepe, juré ser fiel hasta la muerte a los ideales del comunismo.
Algo así. Claro, yo venía embalado con lo del XX Congreso, y salió la conversación
y él me mira burlonamente y me dice ¿y vos te creés todo eso?. Como
diciendo ¡no me vengás con pelotudeces!
¿Qué eran estas cosas
que el Che no creía y Vargas sí, en 1959? Eran varias, Vargas intenta resumirlas
así: “El XX Congreso tuvo tres ejes.
En política exterior,
la coexistencia pacífica. Esto implicó un acuerdo entre Jruschov y Eisenhouer;
a nosotros nos dio ganas de vomitar.
Segundo, la línea
general de tránsito al socialismo sería el camino pacífico. En Europa, a partir
de la alianza de comunistas y socialdemócratas. Y en Asia, África y América
Latina, sobre la base de apoyar a las burguesías nacionales. Este punto chocaba
completamente con la revolución cubana. Se abrió una gran discusión entre
nosotros.
Y el tercero, reemplazar
el concepto de dictadura del proletariado por el concepto de gobierno de todo
el pueblo, que ya se acuñaba. El Partido Comunista Francés lo incluyó
rápidamente en sus Estatutos. Y acá vienen algunas anécdotas que me chocaron
mucho en aquel momento: con nosotros trabajaba Vdovin...
- ¿Qué
responsabilidad política tenía Vdovin?
- ...Vdovin era
delegado del KOMSOMOL en la Federación. Resulta que al Festival de Moscú se
permitió la ida de turistas, además de los delegados. Tramitaban su viaje en la
Embajada soviética en cada país. De la embajada en Argentina había llegado una
lista de más de cien personas que querían asistir. Entonces me dice Vdovin, mire,
acá ha llegado una lista de turistas de Argentina al Festival y yo quería saber,
me dice, si esta lista es de Argentina o de Israel. Porque fíjese los
apellidos... ¡me mató! ¡El antisemitismo era terrible! Otra, estábamos en
un pueblito de Hungría que se llama Eger, un pueblo que tiene muy buen vino,
como el tocai! Bueno, estábamos cenando y ahí estaba Amado Heller, hermano del
banquero Carlos Heller. Amado Heller había venido como delegado de la juventud
comunista argentina – la FJC-, creo. y Vdovin me dice ¿es judío tu
compañero? Y le digo ¿qué? Y Vdovin me responde... ¡por lo
hipócrita! Me puse a llorar, te juro. Había ahí un africano, Daudá, que se
me acerca y me pregunta qué me pasaba y yo le dije nada, nada. ¡No le
podía contestar! Si le contestaba a Vdovin lo tenía que mandar a la puta madre
que lo parió y eso era imposible.
Vdovin era un
antisemita visceral. Había un antisemitismo en Rusia, que era visceral...
- Y el marxismo que
podrían tener en la sangre, no iban desactivando...
- ¡No sé si tenían
tanto marxismo en la sangre!- lo dice con burla y con amargura-. Una vez, una
chica que estaba en la dirección de la juventud comunista ahí en Eger, acompañó
a alguien a un boliche, de pronto, un tipo que estaba en el boliche la puteó a
la piba, en húngaro, le dijo algo así como ¿así que sos de la juventud
comunista? Y por eso la puteó. ¡Es que después de la intervención soviética
había una actitud en el pueblo húngaro! ¡Una bronca a los rusos! La otra cosa a
tener en cuenta es la política colonialista de la URSS, que criticó el Che en
Argel.
Guevara hace un
discurso profundo y polémico, el 24 de febrero de 1965, en el Segundo Seminario
Económico de Solidaridad Afroasiática, en Argelia.
- Otra experiencia
que me quedó marcada: vos me decías cómo eran los gobiernos. En Budapest vivía
un argentino que se llamaba Juan Varga; y también un gran amigo del Che, llamado
Fernando Barral, que después fue a Cuba. Era español y amigo del Che, de Alta Gracia.
En Budapest lo conocí a él, a su madre...”. Allí estaba cuando Guevara le
propone ir a Cuba. Barral viajó y se instaló en la Isla poco después. Vargas
retoma el hilo acerca de cómo se gobernaba en los hechos: “te decía que Juan
Varga, dirigente de la juventud comunista del Distrito 1º de Budapest, me hizo
participar de algunas reuniones de ellos. Dos experiencias saqué de allí. En
una reunión se discute la distribución de viviendas. A la juventud comunista le
habían asignado una cantidad y esa dirección decidía a quiénes iban esas
viviendas. No es que eso lo decidía el pueblo a través del soviet. No. Ahí
decidía la dirección del Partido. Esa cuestión de para el pueblo o del
pueblo”.
Este asunto de “para
el pueblo” o “del pueblo” es crucial aunque pueda parecer un juego de palabras.
Una cosa es un organismo del pueblo en donde el pueblo debate, decide, ejecuta
y controla, y otra muy distinta es que un puñado de personas discutan, decidan,
ejecuten y controlen. Aquel concepto inicial que afirma que el socialismo lo
construye el pueblo organizado y no algunos en nombre de éste.
- Lo otro que aprendí
ahí, en el Distrito 1 de Budapest, fue a partir de una pregunta que yo hacía: ¿vos
qué querés ser? ¿qué te gustaría ser? Todos me decían más o menos lo mismo:
A mí me gustaría ir a Viena, a mí me gustaría ir a tal otro lado... Esa
era la ambición de los jóvenes.
Cuando volví de
Hungría, le dije a algunos amigos, como a Planes y otros pocos, les dije mirá,
te voy a confesar una cosa: yo, en Hungría, no conocí ningún comunista. No
sé si Ianos Kadar, siempre me quedó la duda; estuvo tantos años preso en la
época de la represión de Stalin, preso, perseguido... Más allá de esta duda, yo
no conocí comunistas Ese era mi resumen de mi visita a Hungría.
Una vez más aparece
el tema del culto a la personalidad. “En el año 1961 cuando voy al Foro Mundial
de la Juventud, en Moscú, se hace un acto en el que estaba Jruschov. En medio
de ese ataque al culto a Stalin , Jruschov hablaba y a la tercera frase alguien
gritaba ¡¡Nikita Serguei Jruschov!! y todos vivaban a Jruschov; después,
tras otras tres frases de Jruschov, alguien otra vez gritaba ¡¡Nikita
Serguei Jruschov!! Y otra vez las vivas y gritos de todos. ¡Me quería
matar!
Quisimos destinar
este tramo final para hablar de los órganos de doble poder. Lo abordamos cuando
hablamos de la distribución de viviendas en Budapest, pero se lo planteamos de
nuevo:
- No, no se hablaba;
y todavía yo no tenía esas inquietudes. Esas inquietudes se me abrieron con la
Revolución Cultural Proletaria. Durante muchos años nosotros vivimos en una desorientación
muy grande en este tema, nos causaba... insomnio. Nos producía terribles conflictos
internos porque ¿qué pasaba? ¿a qué se debía esto? ¿Será que faltan
libertades democráticas?, me preguntaba ¿Eso de que no hay partidos? El
XX Congreso por eso nos sedujo, inicialmente. Parecía que buscaba una solución.
- Estas cosas que te
incomodaban, ¿las veías como resabios a corregir o en avance?
- Era evidente que
era un cáncer, ya. Era visible que avanzaban. Me asombraban mucho algunas
pequeñas cosas..., en 1961 en Moscú, cuando terminó el Foro y salimos de joda
con Roberto Carcedo, después trabajó para la inteligencia cubana... Salimos una
patota, chicas, chicos, iba una rusita con nosotros y de repente aparece una
patotita de muchachos rusos.
Nos dicen algo... –no
amigable- y entonces la rusita los enfrenta y les dice ¡mushik! ¡mushik!
Así se les llama a
los campesinos pobres. Se lo decía despreciativamente.
-¿Desde los inicios
de los 50 a
los 60, veías esos avances...?
- Yo venía viendo que
esas cosas avanzaban, pero no tenía respuesta. Recién tuve respuestas cuando
fui en 1972 a
China, en plena Revolución Cultural. La época de los dadzebao.
Dadzebao eran esos
carteles colgantes... Vos entrabas a una fábrica y tenías que ir abriendo camino
entre esos carteles con la opinión de quien quisiera escribir. Uno o un grupo,
escribía sobre la dirección de la fábrica o sobre la política del Partido.
Cuando volví en 1979, ya había muerto Mao, estaba Hua Kuo Feng como presidente
pero ya nadie le daba bola. Yo lo había conocido en la juventud. Ya estaba Hu
Yao Ban como secretario del partido, que había sido en mi época el secretario
de la Juventud. En 1979 ya no había más dadzebao. Cuando volví dije algo que
nadie me creyó, dije el capitalismo ha sido restaurado en China. Me di
cuenta que había sido derrotada la línea de Mao porque tuve una conversación
con el secretario del Partido, Hu Yao Ban. Él me recibe y me dice ¡Tantos
años Vargas!, nos conocimos siendo jóvenes, y comienza a hablarme, en forma
indirecta, mal de Mao... y me dice ¿cómo están las cosas en Argentina,
Vargas? Entonces le dije antes le quiero decir algo sobre lo anterior,
para nosotros ni Marx ni Elgels fueron comunistas alemanes, ni Lenin ni Stalin
fueron comunistas rusos, ni Mao fue un comunista chino. Para nosotros Mao y
todos los otros fueron dirigentes comunistas internacionales. Por eso le quiero
dar mi opinión sobre Mao... ¡Para qué! A partir de ese momento –risas-
pobre de mí. Terminé..., bueno, me maltrataron en esa gira. Cuando nos fuimos
de China, llovía ¡No nos pusieron ni un paraguas hasta llegar al avión!
Pero aquella
democracia grande la vimos en 1972 ¡El entusiasmo de las masas! ¡Eran decenas de
millones! Ahí viene eso de si se gobierna para el pueblo o gobierna el pueblo.
- Han pasado muchos
años. Vos te recordarás andando por aquellos países siendo un muchacho tan
joven y nacido en un pequeño pueblo. Fue un salto muy grande ¿no?
Fue el sueño de mi
vida. Vos acordate que yo te dije al inicio de estas charlas, que yo quería ir a
la Escuela de Náutica, y eso era porque quería conocer el mundo.
- Y la política te
permitió conocer un poco del mundo...
- Un poco, sí. Pero
los míos no eran viajes de turismo. Pero así uno aprende más profundamente las
cosas. Hubiera sido diferente toda mi vida si yo no hubiera viajado en 1951 a Berlín, tan joven. Y
qué bueno haber conocido qué era el socialismo, más allá de los problemas que
supe ver muy poco...
¿Estás conforme con
tu vida, entonces?
¡Por favor!