sábado, 31 de diciembre de 2011

El Argentinazo y el PCR-Ricardo Fierro

VERSIÓN DIGITAL DEL LIBRO:
El Argentinazo y el PCR
Ricardo Fierro
“Para algunos el Argentinazo fue una revolución. Para nosotros una revolución es cuando una clase social desplaza a otra del poder. En la Argentina el poder lo tiene la misma clase social que lo tenía el 18 de diciembre. Pero, el Argentinazo tiró un gobierno. No será mucho pero tampoco es poco. Nunca pasó en la Argentina que una pueblada tire a un gobierno. Se puede tener como punto de referencia el 17 de octubre de 1945. Entonces las masas se adueñaron de pueblos, ciudades. Pero ni en la Revolución del Parque (de 1890) se tiró un gobierno. El Argentinazo hizo emerger una situación revolucionaria en la Argentina. Emergió una situación donde los de abajo ya no pueden seguir viviendo como viven, y los de arriba no pueden seguir gobernando como gobernaban. Esto se parió el 20 de diciembre de 2001.”
Otto Vargas, en la Feria del Libro de 2002.

Índice
Introducción
Cómo se llegó al 19 y 20
Buscando caminos
Días de gloria
Los de arriba
El camino del argentinazo
José Daniel Rodríguez

Introducción 
El 19 y 20 de diciembre de 2001 un estallido de rebeldía popular sacudió la Argentina hasta sus cimientos: el Argentinazo. Fue un esfuerzo gigantesco de lucha de cientos de miles de mujeres, jóvenes y hombres del pueblo, treinta y tres regaron con su sangre este hecho heroico. Cayeron De la Rúa, Cavallo y todo el gobierno hambreador y entreguista. Por primera vez en la Argentina, el pueblo impuso su voluntad, barriendo a un gobierno desde las calles. Por eso, la pueblada de diciembre es patrimonio de todo el pueblo argentino, expresión de su conciencia avanzada. Y se proyecta hacia el futuro como un camino para nuevos triunfos.
No faltan oportunistas que intentan “adueñarse” del Argentinazo. La mayoría de las fuerzas que intentan hacer de las jornadas del 19 y 20 su propiedad privada, se ven ridículas. Primero, porque nunca lo concibieron como táctica y por lo tanto fueron sorprendidas por la rebelión. Segundo, porque quieren convertirlas en una bandera electoral, cuando la pueblada de diciembre tuvo su sello político en las calles, abonando el camino insurreccional que recorre grandes hechos de la historia argentina. Lo que le corresponde a toda fuerza revolucionaria es estudiarla, analizar críticamente su participación en ella, y enriquecer su línea sacando enseñanzas para la lucha futura.

En diciembre de 2001 se vivía un verano caliente, tanto por la lucha popular, como por las intrigas y maniobras de las clases dominantes.
El gobierno de De la Rúa y Cavallo era sordo y ciego ante las consecuencias desastrosas de su política en el pueblo: crecían el hambre y la desocupación, se le descontó el 13% de sus sueldos a los trabajadores estatales y a los jubilados, los productores agrarios defendían sus tierras de los remates, colapsaba el sistema de salud y el previsional, se derrumbaba el presupuesto educacional y, finalmente, le robaron los depósitos a los ahorristas con el “corralito”. La política delarruista asfixiaba al pueblo, ya no se podía ni cartonear porque la “bancarización” forzada había dejado sin dinero el país. El pueblo se volcaba crecientemente a la lucha. Las elecciones de octubre habían sido un duro castigo para la Alianza gobernante (de la que salió, también golpeado, el PJ). Hubo puebladas como la de Tartagal-Mosconi. El corte de ruta de los Desocupados de la CCC y el FTV-CTA de La Matanza, le torció el brazo al gobierno. Desde el corazón del movimiento de desocupados, en La Matanza, se llamó a dos Asambleas Piqueteras que convocaron a semanas de lucha que estremecieron al país. La última, confluyó con el paro nacional convocado de las tres centrales obreras. Los de arriba se alarmaban ante la posibilidad de un “estallido social”. El gobierno era un cadáver insepulto.
Frente a la crisis económica, las clases dominantes estaban prácticamente fracturadas. Un sector —cuyo vocero era Menem— buscaba mantener la convertibilidad a cualquier costo, o incluso avanzar hacia la dolarización. Otro sector empujaba la devaluación y, desde hacía seis meses preparaba, en las sombras un recambio, un golpe de Estado institucional. Este complot tenía como protagonistas a Eduardo Duhalde, Raúl Alfonsín y Chacho Alvarez, los mismos que venían garantizando “la gobernabilidad” del gobierno de la Alianza. Ajustando las formas y los tiempos intentaron, primero, mantener a De la Rúa como figura formal sin poder real y, finalmente, su relevo. Ante la gravedad de la situación, la embajada yanqui terminaría por aceptar, siempre y cuando, amenazó, el golpe cumpliera con las formalidades “institucionales”.
El sector del bloque de las clases dominantes que trabajaba para el golpe de Estado institucional —que controlaba la provincia de Buenos Aires— organizó los saqueos en los supermercados, montándose sobre el hambre y la desesperación de sectores populares.
El 19, la decisión del entonces presidente, el radical Fernando de la Rúa, de decretar el Estado de Sitio, fue el hecho que agotó la paciencia de sectores, hasta ese entonces pasivos, y desató la rebelión. Luego de iniciados los combates, la orden de De la Rúa fue “limpiar” la Plaza de Mayo a cualquier costo, con lo que dieron “zona liberada” a los grupos especiales de la Policía Federal para actuar de manera asesina y sangrienta. Finalmente, De la Rúa intentó sostenerse convocando a los jefes militares para sumar a las Fuerzas Armadas a la represión, pero en la mayoría de los cuarteles la decisión tomada fue no participar de la represión.
Así, en la noche del 19, la Capital Federal fue el escenario de un “cacerolazo”, con un gran protagonismo de las capas medias de larga tradición democrática, que no toleraron la decisión de De la Rúa de imponer el Estado de Sitio. Desatada la represión, cientos de jóvenes trabajadores, desocupados y estudiantes, venidos desde los barrios de la Capital y algunos desde el Gran Buenos Aires, resistieron la represión sangrienta y asesina del gobierno, iniciando un combate que se prolongaría todo el día siguiente.
Un segundo escenario fue el Gran Buenos Aires, conmocionado por los saqueos y la represión. El gobierno bonaerense de Ruckauf había desplegado a “la bonaerense” para amarrar a las barriadas combativas, impidiendo que se volcasen sobre la Capital. El 20, los intentos de movilización fueron reprimidos sangrientamente, como en el caso de La Matanza, con heridos de balas de plomo y muchísimos con munición de goma. Los desocupados se replegaron sobre sus barrios, atrincherándose en ellos, mientras arreciaba la campaña de los servicios de inteligencia de supuestos enfrentamientos de pobres contra pobres. Cientos de barriadas fueron, el 20 y el 21, verdaderas “zonas liberadas” en las que la policía no podía entrar.
El tercer escenario del combate fueron las provincias. En algunos casos desde la noche del mismo 19, en otros desde la mañana del 20. Saqueos y represión, por un lado, y por el otro, marchas y ocupaciones de barrios de las fuerzas combativas organizadas.

La envergadura de la rebelión popular desbordó los planes del golpe de Estado (un recambio en las alturas), imponiendo su sello al Argentinazo, pero careció de la organización y la dirección necesaria para imponer un nuevo gobierno. En esas condiciones, emergió el grupo de gobernadores peronistas coordinados en el llamado Frente Federal, del que surgió el gobierno de Adolfo Rodríguez Sáa. En una Argentina incendiada, el nuevo gobierno decidió el no pago de la deuda externa y el plan de un millón de planes sociales.
El nuevo gobierno era extremadamente débil y heterogéneo, con un gabinete de “pronturariados”. La troika Duhalde-Alfonsín-Ibarra preparó un nuevo golpe de Estado palaciego, que ejecutó en Chapadmalal, el 30/12, con lo que finalmente pudo hacerse del gobierno.
El 30 de marzo de 1996, el PCR realizó un acto en el anfiteatro del sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, en el que su secretario general, Otto Vargas, planteó que no había otra forma de acabar realmente con las políticas y los gobiernos del hambre y la entrega, que el camino de las puebladas. El Santiagueñazo de diciembre de 1993 y la crisis económica que nos azotaba (que presentaban como un simple “contagio” de la México) y que iba a desatar la hambruna que se ha extendido por todo el país, creaban las condiciones para avanzar por el camino de “un santiagueñazo nacional triunfante, un Argentinazo”. Desde entonces los comunistas revolucionarios, la CCC, y las corrientes antiimperialistas y antiterratenientes, luchamos por hacer realidad esa consigna. Muchos pretendieron ridiculizar nuestra propuesta, incluso hasta en los días previos a diciembre de 2001, planteando un largo período de “reflujo” de la lucha popular, de acumulación de fuerzas electorales, y sin comprender la magnitud de la crisis, que se iba a revelar mundial, solo comparable con la del 30.

Durante cinco años trabajamos para hacer realidad esa táctica del Argentinazo: “Por un Argentinazo que imponga otra política y otro gobierno”. Táctica que hizo que la CCC y los comunistas revolucionarios estuvieran a la cabeza de los combates obreros y populares, y la CCC se convirtiese en la principal organización de los desocupados de la Argentina. Porque la única salida para el pueblo fue nuestra política; y porque es nuestra política fuimos protagonistas antes del Argentinazo trabajando para concretarlo, durante el Argentinazo para que fuera lo más profundo posible, y después del Argentinazo, para crear las condiciones de uno nuevo, que resuelva las tareas que dejó inconclusas el de diciembre de 2001.
La pueblada del 19 y 20 de Diciembre de 2001, bautizada Argentinazo, cambió todo en la Argentina. Hizo emerger la situación revolucionaria que venía gestándose en la Argentina desde el Santiagueñazo, mostrando que los de abajo ya no aceptan seguir soportando las políticas de las clases dominantes; y éstas no pueden seguir imponiendo su voluntad a su antojo.
Así es que, desde entonces, se multiplicaron las luchas y crecieron las fuerzas opositoras combativas. Fracasaron los intentos del gobierno de desatar oleadas represivas. Duhalde, desgastado, debió forzar el adelantamiento de las elecciones. Pero esas elecciones, nacidas como voluntad de los de arriba de imponer una salida en su beneficio—, fueron advertidas por el pueblo como una trampa, y se empantanaron: los de arriba no pueden encontrar un candidato capaz de generar esperanzas en el pueblo. Estos hechos muestran que la situación revolucionaria que emergió en el Argentinazo sigue abierta, más allá de los cantos de sirena de los partidos del sistema o de los de la izquierda reformista reclamándole al pueblo que entre en la trampa duhaldista.
Que exista una situación revolucionaria no quiere decir que inevitablemente vaya a triunfar una revolución. Lo que significa es que estamos en pleno período de desenlace del proceso de auge de masas abierto con el Santiagueñazo; significa que se han creado condiciones para avanzar hacia la revolución, lo que depende, centralmente, del rol que juegue en el próximo período la clase obrera fabril, y del fortalecimiento de las fuerzas antiimperialistas, antiterratenientes y, en particular, del partido de vanguardia, el PCR. La otra posibilidad abierta, también, es que las clases dominantes puedan hacer pesar su fuerza, imponiendo con la trampa electoral un “gobierno de transición”, para avanzar luego hacia un golpe de Estado duro, cívico-militar, “fujimorista”. O pueden, también, adelantarse, si fracasa su trampa electoral, anular la convocatoria a los comicios e imponer un gobierno “fujimorista”. En cualquiera de los dos casos, intentarán, por las malas, cerrar el ciclo popular. De cualquier manera, vamos a tiempos tormentosos.
El Argentinazo ha dejado huellas profundas. Ha señalado un camino por el que la clase obrera y el pueblo —con nuevas bases organizativas— pueden realmente barrer al gobierno hambreador y entreguista de Duhalde y al Estado oligárquico-imperialista que sostiene esas políticas y esos gobiernos. Solo en esas condiciones será posible imponer un gobierno de unidad patriótica y popular, que resuelva el hambre y las urgencias del pueblo y convoque, en elecciones verdaderamente libres, a una Asamblea Constituyente soberana que decida el país que los argentinos quieren.

Cómo se llegó al 19 y 20
“A partir del santiagueñazo, en Diciembre de 1993,  nuestro Partido [el PCR] planteó que en la Argentina se había abierto un período de auge de masas. Las fuerzas socialdemócratas y de la izquierda pequeño burguesa, trotzquistas y revisionistas, conmocionadas por el colapso de la URSS, a la que hasta inicios de los 90, seguían considerando un país socialista, combatieron duramente contra esta tesis. Plantearon que las masas sólo podían librar luchas de “resistencia” (semejantes a  las que libraron durante la dictadura) porque no teníamos “retaguardia”. A partir del Cutralcazo, en junio de 1996, y luego la pueblada de Tartagal-Mosconi el país fue conmocionado por innumerables puebladas, primero, y, posteriormente, por cortes de ruta,  ocupaciones de fábrica y luchas obreras, campesinas y populares. Nuestro IX Congreso, en agosto del 2000, planteó que “la situación global en América del Sur y la gravedad de la crisis económico social del país” indicaban que se iba a un desemboque del período de auge que se había abierto con el santiagueñazo.
Informe del CC del PCR, 29 y 30 de diciembre de 2001.

La pueblada, y su forma organizada: la lucha de calles insurreccional, tiene raíces profundas en la historia argentina. Ya en la rebelión indígena de Túpac Amaru hubo alzamientos en algunas ciudades en las que también participaron criollos. Fue con puebladas como el pueblo de Buenos Aires derrotó a las invasiones inglesas. La Paz se levantó en 1809 (era entonces parte del Virreynato del Río de La Plata). Una pueblada aplastó el alzamiento de los sectores de Alzaga. Así se fueron creando las condiciones para imponer la Junta Patriótica el 25 de Mayo de 1810. En la guerra de la Independencia hay numerosas páginas fundamentales que tuvieron su base en la rebelión, particularmente en el Noroeste argentino y las regiones que entonces se denominaban Alto Perú y Banda Oriental. Se autodenominaron insurrecciones los levantamientos democráticos del radicalismo de fines del siglo 19 y comienzos del 20. La semana de enero de 1919 fue un boceto de insurrección obrera y popular. La pueblada del 17 de Octubre creó las condiciones para el triunfo del peronismo en 1946. La resistencia peronista posterior al golpe del ’55 tuvo hechos como la rebelión triunfante en La Pampa, en el ’56, que derrocó al gobierno de la “Libertadora” en esa provincia, repuso al gobierno peronista y armó al pueblo. Finalmente, el camino revolucionario de las puebladas, como bocetos insurreccionales, se afirma en la década del 70, con el Correntinazo y el Rosariazo, estalla dos veces Córdoba, nuevamente en Rosario, en Tucumán y Mendoza, y llega, en el Rocazo, a constituir un gobierno popular.

La palabra “Argentinazo” no es nueva. Comenzó a usarse en la década del 70. Por entonces, frente a la dictadura proyanqui de Onganía se perfilaban dos corrientes políticas. Una buscaba abrir “una hendija” democrática, de la mano del general Lanusse, buscando el apoyo de la otra superpotencia imperialista de entonces, la URSS. La otra planteaba un camino revolucionario. El 29 y 30 de Mayo de 1969, una rebelión obrera, estudiantil y popular conmovió a la ciudad de Córdoba, hiriendo de muerte a la dictadura. Se la llamó “Cordobazo”.
Las fuerzas clasistas y el PCR sostuvimos que el Cordobazo había alumbrado el camino de la revolución en la Argentina: el papel de la clase obrera, particularmente el de las grandes fábricas y los cuerpos de delegados, la unidad obrera estudiantil, el camino insurreccional de la lucha de calles, la necesidad de un partido de vanguardia, etc. Se trataba entonces, señaló el PCR, de crear las condiciones para “un Cordobazo nacional triunfante, un Argentinazo”. Y esta consigna, fue tomada, más tarde, por otras fuerzas.
La dictadura de 1976 intentó hacer tabla rasa con esa historia asesinando a decenas de miles de luchadores. Por eso, el objetivo “a exterminar” que le trazaron a la dictadura los jefes de los grandes monopolios en una reunión secreta fueron los cuerpos de delegados de las grandes empresas —que habían sido el alma del Cordobazo— a los que el general Alcides López Aufranc llamó “los soviets de fábrica”. Pero la dictadura fracasó, porque no pudo borrar de la memoria colectiva las lecciones históricas de la lucha de calles insurreccional que, con el Cordobazo y las puebladas de la década del 70, entrelazaron la historia con las modernas clases revolucionarias. Así, aquel pasado rebelde volvió a palpitar, como presente, en nuevas condiciones, en diciembre de 2001.

El Santiagueñazo
La clase obrera y el pueblo restauraban sus fuerzas —duramente golpeadas por la sangría dictatorial— en la lucha contra el hambre y el doble discurso del gobierno de Alfonsín. Menem había generado esperanzas en los sectores populares peronistas, y los traicionó. El derrumbe de la URSS —superpotencia imperialista que encubría su expansionismo con una falsa máscara socialista— dio paso a una oleada anticomunista y antiobrera, en la que las burguesías imperialistas ridiculizaban el comunismo, el socialismo y las revoluciones de liberación nacional, y se lanzaron a liquidar conquistas obreras y populares de un siglo. En la Argentina, Menem se subió a esa política imperialista de la “globalización”, aprovechando el temor popular a la vuelta de la hiperinflación y el golpe de Estado. Así se abrió un período de reflujo del combate popular.
La rebelión popular de Santiago del Estero, en diciembre de 1993, dividió aguas en la historia argentina reciente. El Santiagueñazo, en el que las masas populares quemaron los símbolos de los tres poderes del Estado —la Casa de gobierno y el domicilio de políticos del sistema, la Legislatura y el palacio de Justicia— fue el campanazo que marcó el fin del reflujo y el comienzo de un período de auge de la lucha de masas.
Así lo valoró el PCR y las fuerzas de la Corriente Clasista y Combativa, las fuerzas antiimperialistas del estudiantado y antiterratenientes en el movimiento campesino. Fue un debate duro. No solo las clases dominantes y su prensa propagandizaban las bondades de la “globalización”, sino que también las fuerzas de la izquierda se burlaron de esa caracterización de auge planteada por el PCR. Algunas de ellas teorizaban que el período de reflujo iba a durar hasta un siglo (¡Cien años!), porque “no había retaguardia”. Lloraban por el fin de la URSS cuando esta superpotencia ya había revelado todo su carácter fascista en lo interno y expansionista en lo externo, ocupando militarmente a Checoslovaquia y desatando un genocidio infame en Afganistán.
Varios años más tarde, cuando ya se habían producido las puebladas de Cutral Co, Tartagal-Mosconi, cuando ya se habían producido las rebeliones jujeñas que voltearon gobernadores, cuando hechos como el asesinato de María Soledad Morales en Catamarca o el del periodista José Luis Cabezas, mostraban que las luchas tendían a adquirir carácter masivo y político, algunas de esas fuerzas inventaron una categoría nueva: “la resistencia”. Así, según ellas, no había ni auge ni reflujo, sino resistencia. En realidad, encubrían su reflujismo con una palabrita nueva, porque las tácticas “de resistencia” corresponden, justamente, al período de reflujo. Y varias todavía siguen usando esa formulación de “resistencia”. Esa desvalorización de la lucha del pueblo le permitía a esas fuerzas seguir planteando una acumulación de fuerzas electorales, haciendo del parlamentarismo su forma principal de acción política. Tanto es así, que aún hoy muchas de esas fuerzas siguen considerando la lucha popular como meramente “reivindicativa”, mientras que “la política” es, según ellos, los “frentes electorales”. Rechazan, aún hoy, que un Argentinazo es una forma de acción política mil veces superior a las políticas reformistas, parlamentaristas que ellos practican.

El auge, la crisis y un llamamiento
En 1995, con la crisis económica llamada “Tequila”, en México, la Argentina se estremeció. La política menemista de libremercado, privatizaciones y flexibilización laboral en la industria y el campo había dejando a nuestro país mucho más débil que los otros de Latinoamérica para recibir el “contagio”. Comenzó a producirse la desocupación masiva de la que ya nunca se recuperaría el país.
Al calor la situación de auge de masas, y de la crisis (que la prensa del sistema presentó como un mero “contagio” del Tequila), el PCR definió, el 30 de marzo de 1996, una táctica para el período que se abría. Así, dijo Otto Vargas —secretario general del PCR— en el acto realizado en Córdoba, a los 20 años de la dictadura:
“Otra política y otro gobierno los vamos a imponer en la lucha en las calles, en la lucha unida en las calles. Los vamos a conquistar siguiendo el camino que nos enseñó el Cordobazo y el camino que nos enseñaron las luchas posteriores al Cordobazo. Y siguiendo el camino que nos enseñó el heroico pueblo santiagueño y el heroico pueblo jujeño, con su Frente de Gremios Estatales, con el compañero Santillán a la cabeza; y con instrumentos unitarios como la multisectorial que se creó en Jujuy, o como la Asamblea Popular entrerriana: ese es el camino y esos son los instrumentos para imponer otra política y otro gobierno. Porque en definitiva, compañeros, de nuevo está planteada para poder triunfar, aquella consigna que nos unió a toda la izquierda, antes de que nos dividiera el golpe: la consigna de un Argentinazo nacional triunfante. O si se quiere, podríamos decir hoy, el camino de un Santiagueñazo o un Jujeñazo nacional triunfante” (Hoy, 3/4/96).
Desde entonces, durante más de cinco años, los comunistas revolucionarios y todas las organizaciones clasistas, antiimperialistas y antiterratenientes que integramos, luchamos por hacer realidad esa consigna: el Argentinazo.

Por otra parte, la crisis de México —y su “contagio” en otros países de la región— sumada a la ya persistente crisis de Japón, iban constituyendo síntomas de la incubación de una crisis capitalista mundial, la que finalmente estalló en 1997, emergiendo en el sudeste asiático. Luego golpeó a Rusia, a Brasil, hasta que finalmente afloró en la locomotora del mundo capitalista, Estados Unidos (desinfle de la Bolsa de Wall Street y quiebras del Long Term Capital, Enron, WorCom, escándalo de los balances fraguados, ahora la gran aerolínea United, etc.).
El PCR fue analizando esos hechos a la luz de la teoría marxista-leninista. Señaló los síntomas y luego el estallido de la crisis. Y la caracterizó como una crisis capitalista mundial, que tenía como características su carácter profundo y prolongado (es comparada con la del 30 y ya lleva varios años), por oleadas (golpea a varios países y, cuando los economistas burgueses teorizan que ya pasó, vuelve a castigar con otra oleada) y con efecto dominó (el país en el que emerge la crisis “contagia” a otros, en los que la crisis está encubierta).
Las clases dominantes de la Argentina y de todo el mundo habían dicho que el marxismo estaba “superado”. Según sus propagandistas, con el desarrollo de las nuevas tecnologías no iba a haber más crisis económicas sino un crecimiento sostenido. Así, Menem, prometía llevarnos al Primer Mundo. A la hora de la verdad, estalló una crisis típica del capitalismo y, en lugar de llevarnos al Primer Mundo, Menem nos empujó al hambre, la desocupación, la desindustrialización y la liquidación del patrimonio nacional como solo se conocen en los países más oprimidos del Tercer Mundo.
Teniendo en cuenta la profundidad de la crisis actual (solo comparable con la del 30), la principal conclusión que sacamos, en política, fue que el hambre y la desocupación pasaban a ser el centro de la política revolucionaria, y el PCR y la CCC debían ser los abanderados de la lucha contra esos flagelos. Mientras, quienes negaban el auge y subestimaban la crisis, seguían enfrascados en las tácticas electorales parlamentaristas.
Los desocupados son parte del movimiento obrero. En gran parte venían de sus filas. Había condiciones para su organización y para que se constituyeran, con sus luchas, en el detonante del combate popular. Los comunistas revolucionarios y la CCC volcaron sus esfuerzos a organizar a esas masas y se constituyeron, en un proceso, en la principal fuerza organizada de los sin trabajo.
Hablando sobre esto dijo Otto Vargas en el 9° Congreso del PCR: “La oposición al Argentinazo ponía en debate la profundidad de la crisis, el hambre y el auge. Las tres cosas. Puede haber auge de masas sin crisis. El auge del ’17 fue sin crisis, igual que el del ’69. Pero es diferente un auge con crisis, porque le confiere otro carácter, que se manifiesta sobre todo en los sectores sociales que son su avanzada. Porque una cosa eran los estudiantes como detonante del movimiento en los 70, y otra cosa son los desocupados, los desharrapados, los oprimidos, lo más pobre de la sociedad, como ocurre ahora. Es diferente el detonante de las puebladas actuales que ha sido protagonizado por lo más pobre de la sociedad. Por eso es que la Argentina se fue preñando de revolución” (Otto Vargas, discurso de apertura del 9° Congreso del PCR, 11/8/00).

Un país dependiente, en disputa
El otro elemento que hace a la táctica del Argentinazo, es el carácter de la Argentina como país dependiente, en disputa entre varias potencias imperialistas.
“La Argentina es un país dependiente oprimido por el imperialismo, disputado por varias potencias imperialistas, en el que predominan relaciones de producción capitalistas. Relaciones de producción trabadas y deformadas históricamente por la dominación imperialista y el mantenimiento del latifundio de origen precapitalista en el campo. La opresión imperialista y el latifundio terrateniente constituyen los pilares que sostienen a la estructura de atraso y dependencia que hoy padecemos” (9° Congreso del PCR, Programa).
En este contexto, el PCR definió: “Teniendo en cuenta que son enemigos estratégicos de la revolución argentina todos los terratenientes, todos los imperialistas, toda la gran burguesía intermediaria del imperialismo, todos los reaccionarios (...) como resultado de la política menemista de privatizaciones, libertad de mercado y desregulación estatal, un grupo de grandes monopolios, terratenientes y gran burguesía intermediaria, se ha constituido en el sector hegemónico” (...) Es lo que llamamos (...) el bloque dominante (9° Congreso del PCR, Resolución sobre la situación política nacional, agosto de 2000).
Durante el gobierno menemista se agravó al máximo la dependencia económica y política del país. El imperialismo yanqui penetró profundamente en la economía nacional y ató al país a una madeja de pactos y acuerdos diplomáticos y militares. También conquistaron posiciones importantes otras potencias imperialistas: españoles, franceses, ingleses, alemanes, italianos. Los rusos, desplazados del rol hegemónico que tuvieron desde 1971 hasta comienzos de la década del 90, mantuvieron a través de testaferros y amigos el control de ramas claves de la economía y una fuerte influencia en la política y en las Fuerzas Armadas y, en el último período, se ha hecho público el accionar de la llamada “mafia rusa” atrás de inversiones extranjeras y del cada día más importante tráfico de drogas. Del 80%  de las inversiones extranjeras de los últimos años “no se sabe bien el origen porque provienen de sociedades off shore”, declaró Aldo Ducler (La Nación (del 8/3/00). Ducler está acusado de operar en el lavado de dinero. Al hablar de “sociedades off shore”, se refiere a las realizadas a través de los bancos establecidos en islas o países en los que los bancos operan sin ningún control, por lo que los llaman “paraísos fiscales”. El traspaso del control de sociedades como el Citicorp a  operadores como Raúl Moneta; o el de empresas del grupo Yabrán aparentemente controladas por el Exxel Group pero manejadas, en realidad, por el viejo grupo; el caso del grupo Soros (algunas de  cuyas principales empresas terminaron manejadas por el duo Elztain y Mindlin, testaferros de capitales rusos) son ejemplo de lo que dice Aldo Ducler. Esto es lo que se llama el mundo “globalizado”.
La Alianza fue el producto de un proceso complejo, de alianzas políticas, de múltiples fuerzas, en el que se coronó un trabajo de siete años de sectores que tradicionalmente trabajaron en la esfera de influencia de los soviéticos en la Argentina, en acuerdo, principalmente, con sectores de burguesía proeuropea. Con el triunfo electoral de la Alianza se produjeron cambios dentro del bloque dominante.
El gobierno de la Alianza fue un gobierno proimperialista, de burguesía intermediaria de monopolios imperialistas y de terratenientes. No pensaba ni por asomo tocar los privilegios de los terratenientes y de los grandes monopolios. Fue un gobierno que expresó al bloque de clases dominantes y por eso estuvo en el blanco de la lucha popular. Al mismo tiempo, no fue un gobierno controlado por fuerzas proyanquis. Sin embargo, se subordinó a los dictados del FMI y de la banca acreedora, en los que predomina el imperialismo yanqui, una línea de sumisión nacional, que es impulsada tanto por los jerarcas rusos como Putin y por las cúpulas de las potencias europeas.
Hay una visión manifiestamente tuerta de la política argentina. Se ve el papel de los yanquis y se oculta o embellece el de los otros imperialismos y la oligarquía terrateniente. Esta “visión” es utilizada para esconder la táctica de apoyarse en uno o varios imperialismos contra otro, táctica que ha fracasado reiteradamente en América Latina, y solo sirvió para cambiar de amo.
A partir del abrazo de Menem con el entonces presidente de Estados Unidos, George Bush (padre), en diciembre de 1990 se agudizó la disputa interimperialista entre los yanquis, aliados a Menem, por un lado, y por el otro los rusos y sectores europeos que fueron hegemónicos en la Alianza, en el gobierno de De la Rúa y en el de Duhalde. Cuando hablamos de los rusos nos referimos a una fuerza poderosa, que fue hegemónica en la Argentina desde que asumió el poder el general Lanusse, en los turnos dictatoriales de Videla, Viola y Bignone, en el gobierno de Alfonsín, y en el de Menem hasta su abrazo con Bush. En particular, nos referimos a poderosos grupos de testaferros, burguesía intermediaria y terratenientes, tales como el holding Clarín, el monopolio del Aluminio Aluar, Fate, la petrolera Bridas, los grupos Irsa-Cresud, Massuh (Héctor Massuh es presidente de la UIA), Werthein (Julio Werthein es presidente de la Bolsa de Comercio), etc. Estos grupos, asociados con algunos grupos europeos como Techint, controlan la Unión Industrial Argentina (UIA), la Cámara Argentina de la Construcción, presiden ABAPPRA (Carlos Heller) y la Bolsa de Comercio, etc. Estos sectores estuvieron en la base del gobierno de la Alianza y son, actualmente la verdadera base del gobierno de Duhalde.
Toda la política nacional de las dos últimas décadas ha estado teñida por la disputa interimperialista, en particular, por los dos grandes grupos en los que tienden a alinearse las fuerzas que componen el bloque de las clases dominantes: un sector, hegemonizado por los yanquis, en el que participan capitales europeos que ingresaron con las privatizaciones y terratenientes, que encontró un excelente aliado en Menem; y el otro, en el que se entrelazan los rusos con algunos grupos europeos y terratenientes, y que viene teniendo como “operadores” políticos a la troika Duhalde, Alfonsín y Chacho Alvarez (últimamente reemplazado por Ibarra).

Ya en los últimos años de Menem la convertibilidad hacía agua, y atrás de ello, crecía la crisis económica. La situación financiera, con la política de Menem y luego la de la Alianza, estaba condenada a muerte, la cuestión eran los plazos. A comienzos del 2000 comenzó la fuga de capitales: salieron, para nunca volver, más de 2.000 millones de dólares. En febrero de 2001, cuando los usureros llegaron a la certeza de que la Argentina se encaminaba hacia la cesación de pagos, la fuga se hizo imparable: “desde el 28 de febrero hasta el 10 de diciembre, los bancos perdieron 19.190 millones de pesos-dólares de depósitos, el 22,4% del total” (Miguel Bonasso, El palacio y la calle, pág. 113). Y otros 1.000 millones más en los días previos a la instalación del “corralito”. Un día antes, Repsol puso “a salvo” 787 millones, y las empresas españolas hicieron en conjunto un “salvataje” de 5.200 millones de euros.
Mientras la economía argentina se precipitaba por el tobogán, el gobierno de la Alianza, de la mano de Cavallo, ejecutó dos obras maestras de la estafa. El “megacanje”, por el que se postergó el pago de la deuda externa en 12.000 millones de dólares a cambio de obligaciones de pago poesteriorespor 66.000 millones. Finalmente, ante la inminencia del estallido de la crisis, el gobierno negoció un “blindaje”, que en realidad solo sirvió para aportarle fondos a los bancos cuyos depósitos “volaban” hacia el extranjero.
Usureros, monopolios y grandes terratenientes hacían negocios fabulosos y ponían a salvo sus fondos vaciando las finanzas del país. Era una de esas situaciones en las que se hacen o se pierden fortunas en días. Justamente por eso, la lucha por el poder político, capaz de inclinar la balanza en una u otra dirección, fue brutal. Pero el resultado, en definitiva, fue que, mientras “los grandes” sacaban sus millones, a las capas medias les aplicaron el “corralito” y a los trabajadores estatales y jubilados la quita del 13%.
José Ignacio de Mendiguren, era el operador del llamado “grupo productivo”, en el que el Duhalde y Alfonsín —que sumaban el control del poderoso aparato político, sindical y judicial bonaerense— habían juntado las cabezas de la UIA, CRA, las dos CGT y otras agrupamientos. Eran los “operadores” de la devaluación. Además, en reuniones más selectas participaban “los grandes”: Magnetto de Clarín, Rocca de Techint, y los hombres de IRSA-Cresud, Aluar, Bridas y unos pocos “poderosos” más. En una de esas reuniones se decidió la pesificación de las deudas y, se cuenta, que “la coima” para ejecutar la operación fue de 500 millones de pesos cuando todavía eran equivalentes al dólar.

Buscando caminos
Definida la táctica del Argentinazo, había que buscar el camino que la hiciera realizable. Esto exigía no solo unir una fuerza popular suficiente como para hacerlo, sino también, encontrar el momento de debilidad de los de arriba, cuando se agudizan las contradicciones en el seno de las clases dominantes.
A partir del Santiagueñazo, el 16 de diciembre de 1993, se inició un período de auge del movimiento obrero y popular. Este tuvo como antecedentes el Jujeñazo que derrocó a De Aparici y las grandes manifestaciones populares en Catamarca por el asesinato de María Soledad.
Desde entonces, “en un proceso en espiral, con momentos de grandes picos y otros de calma relativa, el auge de masas, atizado por la crisis económica y social y motorizado por la actividad conciente de nuestro Partido y otras fuerzas combativas y revolucionarias, se profundizó y se extendió a todo el país y al conjunto de las clases y capas sociales afectadas por la política menemista. Se produjeron grandes puebladas. Hubo paros nacionales llamados por la CGT y, por primera vez en décadas, paros nacionales al margen de ella. Se realizaron dos Marchas Federales con enorme repercusión pública, innumerables cortes de ruta, marchas, ocupaciones de fábrica y edificios gubernamentales. Todo esto desenmascaró y desgastó al menemismo, y fue decisivo para frustrar muchos de sus planes  e impidió la maniobra de la re-reelección de Menem. La primera Marcha Federal permitió el surgimiento de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y ésta fue el motor de la coordinación de las fuerzas del movimiento obrero que enfrentaban al ajuste menemista a través de una Mesa de Enlace con la CCC, la CTA y el MTA, y de su unidad con la Federación Universitaria Argentina, la Federación Agraria Argentina y organizaciones populares opositoras, políticas y sociales, lo que permitió profundizar la lucha contra la política menemista” (9° Congreso del PCR, Resolución sobre la situación política nacional).
El PCR con la consigna de “un argentinazo para imponer otro gobierno y otra política” jugó un papel muy importante en la lucha de todo ese período. Las grandes puebladas y manifestaciones de abril a agosto de 1997, asustaron a las clases dominantes y aceleraron la constitución de la Alianza. Esta presionó para que se levantase el paro del 14 de agosto de 1997, logrando que la CTA y el MTA mantuvieran el paro pero levantando los cortes de ruta. Pese a lo cual la CCC, el PCR y diferentes fuerzas de izquierda realizaron ese día más de 100 cortes en todo el país.
Pero, “la debilidad de las fuerzas revolucionarias y antiimperialistas permitió a las clases dominantes y a las fuerzas reformistas impulsar la salida electoral para impedir que el combate popular desembocase en un Argentinazo que terminase con el gobierno menemista, impusiese un gobierno de unidad popular y abriese un cauce revolucionario en el país” (9° Congreso, Situación Nacional). Esas fuerzas reformistas fueron estimuladas por sectores terratenientes e imperialistas que acuerdan con lo esencial de la política menemista, pero  forcejean con los yanquis defendiendo intereses propios. Así lograron desviar el combate popular hacia una salida reformista, electoral que llevó al triunfo a la Alianza en las elecciones nacionales de 1999, con la fórmula De la Rúa—Chacho Alvarez.
Hablando de este tema, señaló Otto Vargas: “El Argentinazo no dependía solo de nosotros, porque si no había una ruptura arriba —como dice Lenin— por donde irrumpiese el movimiento de masas, era muy difícil que se diese el Argentinazo. Por eso cuando Menem jugó la re-reelección, se creó una coyuntura particularmente favorable, que fue el momento de la segunda Marcha Federal. Y después acordaron el desemboque electoral, fueron a la tregua. La oposición burguesa y reformista vio que podía ganar las elecciones del ‘99. Es distinto para las fuerzas populares cuando ellos acuerdan, cuando acuerdan todas esas fuerzas: los yanquis, los rusos, los europeos. (...) Este es un problema serio, porque no es posible el Argentinazo si ellos no se dividen.” (Otto Vargas, Discurso ante el 9° Congreso del PCR)

Un nuevo momento favorable se creó con la asunción de Ricardo López Murphy como ministro de Economía del gobierno de De la Rúa. El plan económico del “bulldog” sacudió al país y volcó rápidamente a la oposición combativa a los desocupados —que por primera vez en la Argentina tuvieron “su” Plaza de Mayo, y tenían en los Desocupados de la CCC de La Matanza, con su fuerte organización de democracia directa una fuerza de avanzada de prestigio nacional. Empujó a la lucha a los estatales y a los estudiantes. Se organizó una Mesa de Enlace multisectorial, con la participación de la CCC y otras fuerzas, que jugó un papel, en esos días. Luego, con la renuncia de López Murphy, las fuerzas reformistas volvieron a dar tregua al gobierno. Con la asunción de Cavallo —al que el holding Clarín rodeó de una aureola mágica de “salvador”—, las clases dominantes lograron romper el frente de lucha y zafar de la crisis.
El 24 de marzo de 2001, un frente único de más de un centenar de organizaciones populares y democráticas, convocó a la jornada de repudio del 26 aniversario del golpe de Estado y la represión dictatorial. Más de 100.000 personas llenaron la Plaza de Mayo, y otros actos multitudinarios se realizaron en numerosos lugares del país. El PCR y la CCC llegaron a la Plaza con una gran columna.

Hubo, entonces, varias situaciones en las que el país “se acercó” a la posibilidad de un Argentinazo. Las dos principales fueron las mencionadas —frente al intento de reelección de Menem, y frente al plan de De la Rúa-López Murphy— porque en ellas se logró establecer organismos de coordinación, como fueron la Mesa de Enlace y la Multisectorial, en las que se pudo agrupar a una parte considerable del movimiento obrero, del movimiento campesino, del estudiantado, y de otros movimientos sociales y fuerzas políticas. Fuerzas burguesas y pequeñoburguesas que participaban en estas coordinaciones se inclinaron, luego, hacia salidas electorales (la Alianza) o frenaron la lucha de calles, temerosas de jaquear la “gobernabilidad del sistema”.
Las fuerzas trotzquizantes que rechazaron este tipo de coordinaciones, pretenden justificar su sectarismo por esas oscilaciones de las fuerzas intermedias (en realidad su programa “socialista” las considera como fuerzas enemigas de la revolución). Estas fuerzas trotzquizantes —nos referimos a Izquierda Unida, el PO, Patria Libre, etc.—, fueron y son sectarias por su estrategia electoralista, parlamentarista. Lo que niegan, es que con esas coordinaciones, en varios momentos, fue posible bocetar la salida del Argentinazo. Fue posible aproximarse a un Argentinazo, por distintos caminos, con distintas fuerzas, y aprovechando los momentos en que se agudizaron las contradicciones interimperialistas en el seno del bloque de las clases dominantes.
Tal el caso del Partido Obrero, que en setiembre de 2001 nos criticaba por trabajar para el Argentinazo, y en enero de 2002, decía ser su padre. El secretario general de PO, Jorge Altamira, escribió ¡dos meses y medio! antes del Argentinazo: “El PCR se encuentra ante una enorme impasse” por su “expectativa de un ‘Argentinazo’, prometido desde ¡hace tres años!” (Prensa Obrera, 29/9/01). Pese a semejante confesión, “olvidándose de ella”, Altamira escribió un libro, en enero de 2001, en el que se autoarroga la paternidad de la rebelión: “No se hubiera llegado a las jornadas revolucionarias  del 19 y 20 sin una constante evolución de los diferentes factores subjetivos y del papel del PO” (Jorge Altamira, El Argentinazo, el presente como historia).

El otro elemento a tener en cuenta en el proceso que llevó hacia el Argentinazo, en el factor espontáneo. La espontaneidad de las masas populares está abonada por una rica historia de luchas, y por la labor de las fuerzas revolucionarias en el seno de esas masas.
“Uno de los principales rasgos del reformismo (parlamentario o sindicalista), como enseñó Lenin, es su repulsión al espontaneísmo. El 8 de diciembre, en el acto de Izquierda Unida en Parque Rivadavia, polemizando con el PCR, dijo Patricio Echegaray: ‘Hablamos del Argentinazo, lo venimos hablando desde los años 70; cómo organizarlo, a quién no le gustaría un Argentinazo, el tema, compañeros, es que para organizarlo, para proyectarlo, en función de los intereses del pueblo, hace falta una gran fuerza alternativa capaz de conducir las luchas populares a otro nivel’” (la cita de Echegaray es de Propuesta, 13/12/01, y el comentario es una Gragea de Hoy). ¡Una semana antes del Argentinazo, Echegaray —y muchos otros como él— teorizaban que era imposible!

Las elecciones de octubre de 2001, apenas dos meses antes del Argentinazo, revelaron la realidad política del país. El 14/10/01 una marea de abstenciones, votos nulos y en blanco, castigó en las urnas la política de hambre y entrega del gobierno nacional y repudió la hipocresía de una democracia formal utilizada para imponer al pueblo ajuste tras ajuste y para entregar el patrimonio nacional al imperialismo. 10.594.668 abstenciones, votos en blanco y nulos, fueron la primera fuerza electoral a nivel nacional. Lejos del PJ (4.605.169 votos) y de la Alianza   (3.120.848 votos). La protesta popular (que en los últimos meses se manifestó en cortes de ruta, paros, ocupaciones de fábrica, grandes marchas y manifestaciones en los que el PCR y la CCC  jugaron un rol destacado) se expresó el 14/10 en las urnas, principalmente, anulando el voto, no votando o votando en blanco. Fue la protesta popular, y no algún partido político mayoritario, el motor de este alud de abstenciones, votos en blanco y  nulos. La protesta social conmovió al país y, transformada en protesta política, golpeó duramente al gobierno de De la Rúa. “Una gran masa comprendió que el camino electoral y parlamentario no sirve para cambiar esta política que repudia. Se produjo así un salto de calidad en el auge de masas que conoce el país desde fines de 1993” (Informe del CC del PCR, octubre de 2001).

Todo comenzó en noviembre de 2000 y se afirmó en febrero de 2001 con los cortes de ruta de La Matanza. Desde entonces, hasta diciembre, la lucha jamás cesó.
El gobierno incumplió los acuerdos firmados con los desocupados de La Matanza como resultado del corte de ruta prolongado de noviembre de 2000, por lo que los matanceros volvieron a la ruta. Juan Carlos Alderete y Luis D’Elia encabezaban el corte. Allí estuvieron, expresando su apoyo, en el primer día, Carlos “Perro” Santillán, Víctor De Gennaro, el dirigente de los municipales de Aguilares, Ruiz, y el de los los trabajadores de la TV de Salta, Zacarías.
El país, bajo la política del gobierno de la Alianza, se caía a pedazos. Cerraban las empresas multiplicándose la desocupación, y en medio de esa situación, el gobierno había tomado la decisión de destruir a las organizaciones de desocupados, que habían crecido en el Gran Buenos Aires, el noroeste y otras regiones, y que tenían su corazón y nervio en los desocupados de La Matanza, expresados en la unidad de los desocupados de la CCC y el FTV-CTA. El gobierno realizó una campaña negra presentando a los “piqueteros” como “vagos politizados”. El Ministerio de Defensa, en manos de Horacio Jaunarena (hombre del riñón del aparato ruso), difundía en los cuarteles la tesis de que “los piqueteros” de hoy son los “subversivos de los 70”.
Después de 9 días de corte de la ruta 3, los matanceros, junto los de los demás distritos del Gran Buenos Aires, realizaron una marcha impresionante, el lunes 19, a lo largo de 23 kilómetros, hasta el Ministerio de Trabajo de la Nación, por entonces a cargo de Patricia Bullrich, a la que los piqueteros habían llamado “niña rica y mentirosa”, y le habían dedicado la quema de un muñeco con su imagen. La marcha, multitudinaria, conmovió a la población de la Capital Federal y, TV mediante, al país. Los más pobres de los pobres, los hambreados, las mujeres llevando a sus bebés en cochecitos improvisados con un cajón y rueditas estremecieron a la población, marchando en un perfecto orden y disciplina. La gente los aplaudía, los comerciantes les acercaban comida y bebidas.
La campaña negra delarruista se derrumbó, pero el gobierno no se dio por enterado y siguió adelante con sus planes hambreadores y provocativos. Así, los matanceros volvieron a la ruta en mayo, con un nuevo corte prolongado. El corte fue una escuela de lucha, no solo para sus protagonistas, organizados y decididos a “dejar el cuero en la ruta”, sino también para los miles que día a día confluían a llevar su solidaridad: la solidaridad del pobre con el pobre. Allí conocían la organización de los matanceros, el frente único de la CCC con la FTV y otras organizaciones, el método de democracia directa decidiendo todo en asambleas, la autodefensa de masas, la organización de las mujeres en Amas de Casa del País, la participación de los veteranos de Malvinas, etc. La lucha de La Matanza fue rodeada de la solidaridad, desde Jujuy a Tierra del Fuego, con grandes movilizaciones y cortes de ruta, incluyendo una marcha, a pie, del MIJP-CCC desde Berisso a Plaza de Mayo.
De la Rúa y Cavallo habían negociado con el FMI un nuevo plan de ajuste. Frente a ella, el PCR señaló: “Desde ya que semejante ajuste es imposible sin represión y ésta se prepara con la imposición del Estado de Sitio y planes concretos (preparación de grupos represivos conjuntos entre la Policía Federal y Gendarmería, coordinación con las policías provinciales, reforma a la legislación sobre la participación de las Fuerzas Armadas en la represión interna, entre otros). La lucha nacional, la social y la democrática se entrelazan en un solo haz”.

La organización de desocupados de la CCC había crecido a borbotones, y teñía con sus luchas la política jujena, junto al combativo SEOM, que encabezaba el “Perro” Santillán y quién sería, poco después su nuevo secretario general, “Pájaro” Bejarano, y el proceso lleno de enseñanzas de los trabajadores del ingenio La Esperanza.

La heroica pueblada de Mosconi, en la que la población enfrentó durante varios días a la Gendarmería de De la Rúa y la policía de Romero, protagonizando cuatro puebladas masivas, en las que la represión asesinó a Carlos Santillán y Daniel Barrios y dejó un centenar de heridos, muchos de ellos con balas de plomo. Como dijo Juan Nievas, el dirigente de la CCC de Mosconi: “Queremos recobrar la dignidad”. Y desde la ciudad sitiada por más de 1.000 gendarmes, un Cabildo Abierto convocó a una jornada nacional de lucha. Las clases dominantes estaban alarmadas: “No hay un Mosconi sino muchos Mosconis potenciales” sentenció Joaquín Morales Solá (La Nación, 1/7/01).
Una oleada de lucha nacional respondía a la represión en Mosconi en Jujuy, que habían sido brutalmente reprimidos, con saña, detuvieron al “Perro” Santillán y a 21 compañeros; y se unía al reclamo de libertad de Emilio Alí y de Raúl Castells.
Desde la cárcel, los 21 presos jujeños convocaban a profundizar la lucha asumiendo las palabras del Perro: “Cuando el hambre es ley la rebelión es justicia”, en una carta firmada por Kike Mosquera y otros compañeros.

“Cuando el gobierno nacional reprimió la lucha salteña y la jujeña, y cercó para desangrar y destruir la lucha matancera, fue la heroica resistencia de los pobladores de Mosconi que enfrentaron y derrotaron a la Gendarmería y la rápida respuesta nacional concretada en manifestaciones en todo el país y en la gran marcha a Plaza de Mayo del 21 de junio lo que paró el golpe represivo”. (Informe del CC del PCR, 10/01).

Surgían luchas obreras, como las del Astillero Río Santiago, de Terrabusi (con su comisión interna clasista y combativa), y se afirmaban los procesos de toma y puesta en marcha de la producción, por parte de los trabajadores, de empresas vaciadas y quebradas, como La Esperanza, Renacer y Zanón, o la lucha en defensa de su fuente de trabajo, como los mineros de Río Turbio. Se produjo la gran lucha de los trabajadores de Aerolíneas Argentinas, que demostraron que el pueblo había hecho el balance de las privatizaciones menemistas. En medio de esa situación, estalló la bronca de los trabajadores de Ford. El cuerpo de delegados rechazó la propuesta de la patronal y convocó a una asamblea general que decidió la movilización dentro de la planta. La jornada nacional de lucha de la CCC el 18 de julio y el paro nacional del 19 conmovieron el país. El “mago” Cavallo que había inventado Clarín, quedó al desnudo, junto con su mentor, De la Rúa.
El 12 de diciembre se realiza el primer plenario aborigen de la CCC del Chaco.
Avanzaba el movimiento agrario. Se constituía la Multisectorial de Firmat, de Maciel y de otras localidades del sur santafesino, con un gran prestigio y protagonismo del Movimiento de Mujeres en Lucha y Chacareros Federados que había logrado la paralización de numerosos remates.
“No le será fácil al gobierno —señaló el PCR— avanzar con sus planes de entrega,  de ajuste y de represión. Madura en la Argentina una situación prerrevolucionaria: los de abajo no pueden vivir más como viven y los de arriba no pueden seguir gobernando como hasta ahora. Se marcha a un desenlace y el Partido debe prepararse para enfrentar los acontecimientos en el terreno en el que sea necesario hacerlo, dominando, para ello, todas las formas de lucha”. (Informe del CC del PCR, 10/01)

Desde La Matanza, con el inmenso prestigio de sus organizaciones de desocupados, con Alderete y D’Elia a la cabeza, se convocó a las dos Asambleas Piqueteras buscando unir a todas las fuerzas de desocupados que brotaban en todo el país, para un combate conjunto al hambre y la represión delarruistas. La primera Asamblea Piquetera aprobó jornadas de lucha de 24, 48 y 72 horas, un plan de lucha que abarcaba desde el 31/7 al 16/8. Y la segunda Asamblea piquetera empalmó con la semana caliente del Argentinazo.

Días de gloria
El Argentinazo del 19 y 20 de diciembre de 2001 fue un hecho nacional.
Cronológicamente se inició con saqueos en varias provincias y el Gran Buenos Aires. En la noche del 19, la Capital Federal fue el centro de una gigantesca movilización en rechazo de la declaración del Estado de Sitio y exigiendo “que se vayan todos”, y también hubo movilizaciones en varias capitales de provincia. Iniciada la represión, los combates del 20 tuvieron tres “teatros de operaciones”: el centro de la Capital Federal, las barriadas del Gran Buenos Aires y las capitales de provincia.

Una semana caliente
El 3 de diciembre, en pleno colapso financiero, el gobierno de la Alianza lanzó su plan de congelación de depósitos (el llamado “corralito”) y de bancarización de los salarios y otras medidas que dejaron sin plata el país. De la Rúa y Cavallo “se sentaron”sobre toda la plata, y decidían como capataces de estancia, filtrarla a cuentagotas. Este plan empeoró duramente las condiciones de vida de las grandes masas y tensó, como nunca, la contradicción principal de la Argentina entre la minoría del bloque dominante y la enorme mayoría de asalariados, desocupados, jubilados y pensionados, el campesinado, los docentes y estudiantes, comerciantes, empresarios nacionales, profesionales, etc.
La situación de la enorme masa de desocupados y de pobres fue llevada al extremo de la desesperación, al finalizar las clases y cerrar los comedores escolares en los que se alimentaban, al menos una vez al día, de lunes a viernes, centenares de miles de niños. El gobierno redujo y no pagó los planes Trabajar y otros semejantes y no entregó los bolsones de comida a los movimientos de desocupados. Se produjo el cierre de numerosas empresas textiles, metalúrgicas, del calzado, de la alimentación, de la construcción, entre otras, dejando a miles de trabajadores en la calle. Muchas se trasladaron a Brasil.
Los desocupados detonaron el Argentinazo con la jornada convocada por la Asamblea piquetera el 12 de diciembre El movimiento de desocupados tenía su centro en La Matanza, con los Desocupados de la CCC que lidera Juan Carlos Alderete y los de la FTV-CTA que encabeza Luis D’Elia. Precisamente por eso se realizaron en La Matanza las dos “asambleas piqueteras”. La jornada de lucha convocada por la Asamblea Piquetera el 12 de diciembre fue el inicio de la lucha final.
Luego el movimiento obrero ocupó el centro de la política con el paro activo del jueves 13. Fue un paro nacional activo de las tres centrales sindicales, paro en el que la movilización de la Asamblea Piquetera y la CCC, unida a diversos sectores combativos, cortando rutas, calles y vías férreas  y ocupando edificios públicos, en todo el país, garantizó el carácter de paro activo que tenía la protesta. El corte de la Panamericana por los obreros mecánicos y los de Terrabussi, junto a los desocupados de la CCC, fue histórico. La jornada de lucha del miércoles 12 y el paro nacional activo del jueves 13 sacudieron la política nacional con la confluencia de obreros industriales ocupados con los desocupados y jubilados, y con una amplísima masa de cuentapropistas, pequeños y medianos comerciantes y productores de la ciudad y el campo.
Desde esas jornadas la lucha no tuvo pausa. “Se incorporaron grandes sectores: miles de empresarios pequeños y medianos del calzado junto a los obreros del gremio manifestaron en defensa de la industria; se multiplicaron las protestas con cortes de calle de los comerciantes; el viernes 14 manifestaron más de tres mil  partidarios del coronel Seineldín reclamando su libertad; miles de jubilados y pequeños y medianos ahorristas y productores expropiados por la bancarización ganaron las calles. Hubo una gran movilización de estatales de la provincia de Buenos Aires que movilizó a seis mil trabajadores contra la llamada “ley omnibus”, en la ciudad de La Plata.  Aquí los obreros del Astillero Río Santiago encabezaron una multisectorial que transformó en activo el paro del día 13/12 bloqueando la destilería de Repsol. En esta multisectorial participó la CICOP, la FULP, la Federación Empresaria y el movimiento de autoconvocados de estatales. Esta multisectorial convocó a la manifestación contra la ley omnibus que pretendía imponer Ruckauf, en la que jugaron  un gran papel  los obreros de Astilleros, los desocupados de la CCC y los docentes  de la Corriente que participan en SUTEBA. En Entre Rios y Misiones se realizaron grandes cortes de ruta de los productores agropecuarios y en Chajarí (Entre Ríos), camioneros y productores agropecuarios bloquearon los pasos fronterizos. Movilizaciones de docentes y empleados estatales se multiplicaron a lo largo y ancho del país que hirvió desde Jujuy a Tierra del Fuego y desde Mendoza, Neuquén y San Juan hasta el Litoral. Se mantuvo el combate obrero en Renacer (Tierra del Fuego), en Zanón (Neuquén), en EMFER (San Martín), en el ingenio La Esperanza (Jujuy), en telefónicos de la Capital, en varias líneas ferroviarias, en San Sebastián y en Stani en defensa de la fuente de trabajo, con cortes de ruta y paros, entre otras empresas y gremios. En el sur de la provincia de Santa Fe se conformaron multisectoriales en Chabás, Firmat, Arteaga, San José de la Esquina, Bigand, Elortondo, Casilda que movilizaron a miles de personas y confluyeron en una asamblea de multisectoriales, el 18 de diciembre en Chabás, que acordó un programa de 8 puntos contra la política económica de De la Rúa y aprobó una jornada de lucha regional. Más de cincuenta pueblos santafesinos adhirieron a esa movilización” (Informe del CC del PCR, 12/01).
La jornada de lucha del miércoles 12 y el paro nacional activo del jueves 13 habían sacudido la política nacional. “Esta confluencia en actos, movilizaciones, cacerolazo, cortes de ruta y toma de edificios públicos colocó al país más cerca de lo que jamás estuvo de un ‘Argentinazo’. El canciller Rodríguez Giavarini voló a Estados Unidos a “informar” sobre esta situación ‘alarmante’. (...) La clase obrera y el pueblo dieron un durísimo golpe al plan de las clases dominantes de imponer un nuevo ‘ajuste’ a través del presupuesto para el año 2002. Y dieron este nuevo paso golpeando junto a un abanico amplísimo de fuerzas muy heterogéneas”. (Ricardo Fierro, en Hoy, 19/12/01). Y el semanario Hoy, del mismo 19 de diciembre, tituló en tapa:  “¡BASTA,  FUERA! Urge la unidad popular para terminar con este infierno”.
La edición citada del semanario Hoy, del PCR, salió a la calle el mismo 19 de diciembre (fue escrita el 17). Como se ve, el PCR tenía una valoración de la situación política de las masas ajustada a la realidad al señalar que “la jornada de lucha del miércoles 12 y el paro nacional activo del jueves 13 (...) colocó al país más cerca de lo que jamás estuvo de un ‘Argentinazo’”, mientras que otras fuerzas, como el PC, PO, o Patria Libre, que negaban la posibilidad de su realización hasta tanto no se constituyera “una gran fuerza” (a la que ellos concebían fundamentalmente por acumulación electoral).

La lucha en las alturas, en el seno de las clases dominantes, descuajeringaba los órganos constitucionales de poder. El gobierno hacía agua por todos lados. Cavallo, ya a esa altura un cadáver político insepulto seguía actuando como si fuera un jefe de gabinete, con el apoyo de De la Rúa, mientras el jefe de gabinete real, Chrystian Colombo (hombre del Banco Macro), participaba abiertamente de “la conspiración”. El Congreso Nacional, con mayoría peronista, que había entrado en receso, se autoconvocó (hecho del que no se recuerda antecedentes), derogó la ley de “superpoderes” y las restricciones al retiro total de los salarios. Pocos días atrás, la mayoría del PJ en el Senado había impuesto a Ramón Puerta (también hombre de estrechas relaciones con el Banco Macro) como presidente provisional, con lo que quedaba a la cabeza de la sucesión presidencial en caso de acefalía. Los gobernadores peronistas de las provincias chicas se daban cita en Merlo, San Luis, para “inaugurar un aeropuerto”.
Acosado por las luchas populares, desgastado hasta los tuétanos, corroído por las contradicciones de su propia conformación y hasta por la propia personalidad errática de De la Rúa, el gobierno era una veleta en medio de huracanes.
En las alturas, todos clamaban por un “gobierno de unidad nacional” que resguardara la “gobernabilidad del sistema”. Pero cada sector tenía su propia versión de esa “unidad nacional”, aunque todas ellas coincidieran en que el pueblo debía ser el convidado de piedra.

Las Bolsas de Cereales y de Comercio, las cámaras Argentina de Comercio, de Supermercados, de Shoppings Centers, la Coordinadora de Productos Alimenticios (COPAL), la Sociedad Rural, los banqueros de ABA, entre otras organizaciones de la gran burguesía y los terratenientes propusieron en una solicitada un “pacto nacional”... para apoyar el presupuesto 2002, el “déficit cero” y las demás medidas propuestas por el FMI. Pero el rechazo de la UIA, la CRA y otros grupos partidarios de la devaluación hicieron naufragar la propuesta.
“De la Rúa, Cavallo, Nosiglia y Cristian Colombo planearon zafar de la situación convocando a un gran ‘acuerdo nacional’. (...) El socialdemócrata Felipe González, “Felipillo”, con pasaje pago por el gobierno argentino, se trasladó a la Argentina para hacer de maestro de ceremonias de un acuerdo nacional que avalase el plan de hambre y entrega. De la Rúa se vio con Menem y éste dio su pleno apoyo al plan. Duhalde y Ruckauf , que tramaban distintas variantes junto con Alfonsín y Coti Nosiglia, también apoyaron el “acuerdo nacional” (Informe del CC del PCR, diciembre de 2001). 
Pero con el país ardiendo, y las finanzas en caída libre, la situación política tenía un ritmo de vértigo, agudizando todas las contradicciones. Para Cavallo la “unión nacional” debía servir al sostenimiento de sus medidas. Para Colombo, por el contrario, debía garantizar un tránsito ordenado a la urgente salida de Cavallo. Para De la Rúa, debía garantizar la “gobernabilidad” con apenas unos retoques cosméticos al gabinete; y cuando finalmente se decidió a desprenderse del “Mingo”, ya era tarde, lo que estaba en juego era su propia cabeza.
Para Duhalde, Alfonsín e Ibarra, la “unión nacional” era un golpe palaciego, en el que De la Rúa quedara como figura formal, y el poder real pasaba a manos de un nuevo jefe de Gabinete (cargo para el que estaban anotados Alfonsín, Ruckauf y el mismísimo Duhalde). Y si la situación se precipitaba, la “unión nacional” debía consagrarla la Asamblea Legislativa, previo forzar la renuncia de De la Rúa. Los hechos se precipitaron.

La ola final de saqueos comenzó en Concordia (Entre Ríos), ciudad que tiene uno de los más altos índices de desempleo del país, y en Mendoza. Luego se extendió por Santa Fe, Salta, Río Negro y el Gran Buenos Aires y otros lugares.
Un intendente del Gran Buenos Aires nos relató así los saqueos. “El ‘aparato’ [del PJ bonaerense] da la orden. La “bonaerense” opera con las “banditas” incitándolas a actuar y dándoles ‘zona liberada’, los ‘muchachos’ [de la SIDE], pasan por los barrios avisándole a la gente que están dando comida en tal o cual supermercado. Primero se arriman los punteros y luego traen a la gente”. Pero el “aparato” del PJ no podía funcionar al margen de la decisión política del gobernador Ruckauf, del responsable de la seguridad, “Juanjo” Alvarez y del compromiso de los jueces que maneja Alfonsín, y de los grupos de la SIDE, como el de Jorge Venturino, que controlaba el Coti Nosiglia. Pero los saqueos fueron a escala nacional, por lo que, en definitiva, no pudieron ocurrir al margen de la decisión política de Duhalde y Alfonsín. Existen ya innumerables pruebas de que esto fue así.
La línea del PCR y la CCC fue no participar en los saqueos. El mismo 19, por ejemplo, en las puertas de la Capital, se impulsaba el siguiente hecho, relatado por los obreros de EMFER, que en una asamblea realizada el 17 habían decidido retomar la ocupación de la fábrica, y realizar cortes de vía y calle: “Ese miércoles 19/12, una importante columna de desocupados llegaban a la estación Miguelete desde José León Suárez, en solidaridad y para empalmar con la columna de Emfer que esperaba a dos cuadras de allí en la puerta de la fábrica. “Simultáneamente el INTI y la CNEA preparaban un acto a pocas cuadras de allí. Fue conmovedor la unión de las dos columnas donde trabajadores ocupados y desocupados se unían por primera vez en la lucha contra la política de De la Rúa-Cavallo, por pan y trabajo” (Hoy N° 895).

El holding Clarín fue parte sustancial del operativo al colocar a los saqueos en el centro de la política, ocultando el accionar de los servicios y presentándolo como un caos generalizado. Trabajó para aislar a las masas pobres de las capas medias, facilitando el accionar de las fuerzas que trabajaban para el recambio.
De la Rúa aceptó la renuncia de Cavallo (al que había sostenido hasta el final, incluso escondiéndolo de la Justicia en la Casa Rosada), pero ya era tarde. Jaunarena, el ministro de Defensa, convocó a los jefes militares. En dos reuniones con la presencia de De la Rúa, les pidió que sacaran a las tropas a reprimir. El Ejército se opuso, y los mandos de las tres fuerzas exigieron, como condición para actuar, una ley firmada por el presidente, ministros, diputados y senadores. Había dos razones para que las jefaturas militares adoptaran esta decisión. Por un lado, en las unidades castrenses se había generalizado la deliberación, y fue absolutamente mayoritaria la decisión de no sumarse a la represión, lo que presionó sobre sus jefes. Por otra parte, al menos parte de esas cúpulas compartía la decisión de quienes impulsaban un recambio institucional.
Los telefónicos, en ese momento en lucha, bloquearon Cáritas, donde, ya sin De la Rúa, seguía la negociación con Colombo, a quien insultaron, al igual que a Alfonsín, y Duhalde debió salir por una puerta trasera para evitar el abucheo. De la Rúa había concurrido a esa reunión, convocada por el delegado de las Naciones Unidas, a la que Cáritas prestó la sede, en la que participaron, en la que se intentó llegar a un acuerdo para una salida política, con la participación de menemistas, duhaldistas y alfonsinistas. El presidente llegó cuando Daer explicaba la urgencia de “un gobierno de unidad nacional, con o sin De la Rúa”. “Chupete” se sentó, tranquilamente, como si no hubiese escuchado nada. Algunos oradores expusieron la situación dramática que vivía el país, y De la Rúa se limitó a reclamar “confianza” en las medidas tomadas por su gobierno. “Todo va a marchar bien”, auguró antes de irse.
De la Rúa se atrincheró con el jefe policial Ruben Santos, Mathov (virtual ministro del Interior ante la desaparición del titular de esa cartera), y los sectores de la Federal que le respondían. La reunión de gabinete que convocó mostró su aislamiento, la mayoría de los ministros no se hicieron presentes. De la Rúa se aferraba a la ilusión de un apoyo de los gobernadores peronistas que nunca llegó. En esa situación De la Rúa pronunció su último discurso, declaran­ do el Estado de Sitio. Lo apoyaron Menem, Duhal­ de y Ruckauf; éste último había reclamado la medida anteriormente.
La respuesta fue inmediata: decenas de miles de personas se volcaron en un “cacerolazo” que desbordó la Plaza de Mayo y que tuvo expresiones en muchas capitales de provincias.
Ni bien terminaba su discurso De la Rúa, miles de vecinos comenzaron a expresar su bronca golpeando tachos y cacerolas. Salieron a las calles familias enteras, que discutían en improvisadas asambleas qué hacer, marchando sobre Plaza de Mayo. La Capital Federal estalló en un Porteñazo. Junto al bochinche de las cacerolas y los golpes a los postes de luz, irrumpió la consigna que unificó al pueblo: “¡Qué se vaya!”. Consigna que, poco después, fue reemplazada por otra que haría historia: “¡Qué se vayan todos!”. Se cantaba: ¡Argentina, Argentina!. Se cantó el himno nacional y las banderas argentinas flameaban como prácticamente único estandarte.
El repudio de esas inmensas masas al Estado de Sitio detonó la cuestión democrática; y ésta, sin banderías, expresando todo el asco a la política y los políticos del sistema, empalmó con el rechazo al hambre y la entrega en un gigantesco Argentinazo.

En respuesta a esa gigantesca movilización pacífica, De la Rúa ordenó al jefe de la Policía Federal, desalojar el centro de la Capital “a cualquier costo”. Ruckauf, Reutemann y otros gobernadores también ordenaron “mano dura”. La represión ordenada fue salvaje y fascista.
La represión asesina comenzó a cobrar víctimas. El pueblo vio las imágenes feroces de la represión. Cientos de jóvenes, en la Capital Federal, se volcaron al combate, mostrando un coraje y una voluntad enormes. Entre ellos estuvieron jóvenes estudiantes de la JCR secundarios y universitarios, y militantes de la JCR y el PCR y de la CCC de la Capital.
Solo cuando el país sangraba por la represión asesina y se acabaron las balas y gases de la policía, De la Rúa firmó su renuncia. Asumió el presidente del Senado, Ramón Puerta, quién mantuvo el Estado de Sitio. Continuó la represión, y los grupos de la SIDE y de los servicios de la “bonaerense” salieron a rondar en camiones, esparciendo rumores de que “venían a saquear las casas”, buscando el enfrentamiento de pobres contra pobres. Pero el tiro les salió por la culata: decenas de barrios organizaron su autodefensa armada, cientos de barrios en todo el país, votándose en muchas asambleas no llamar a la policía a la que consideraban una amenaza igual o peor que los supuestas “atacantes”.

Los combates
 Lo que sigue es el relato que los corresponsales del semanario Hoy enviaron para su publicación desde distintos lugares del país.

El miércoles 19, mientras De la Rúa intentaba negociar con gobernadores y legisladores del PJ un gabinete “de unidad nacional”, ya temprano, los desocupados correntinos cortaban el puente que une Chaco y Corrientes, los municipales cordobeses se movilizaban contra el ajuste, tomando la Municipalidad, la que desalojaron tras violentos enfrentamientos contra las fuerzas represivas. Las movilizaciones se sucedían en Paraná, Santiago del Estero, Salta y Jujuy.
Los docentes bonaerenses, encabezados por las seccionales de SUTEBA opositoras, entre ellas las dirigidas por la CCC, marcharon a La Plata en donde se juntaron con los estatales, particularmente los obreros del Astillero Río Santiago. Se produjeron intentos de ingresar a la Legislatura provincial donde se discutía una “ley ómnibus” de superpoderes a Ruckauf. La represión policial fue brutal.
Desocupados de varias zonas del Gran Buenos Aires, en los bancos y ante las dificultades para cobrar, realizaron tomas y actos. Mientras el gobierno saqueador reprimía salvajemente a las masas hambreadas, con centenares de detenidos, heridos, y ya al menos siete muertos reconocidos, la televisión mostraba las dolorosas imágenes de chicos y abuelos pugnando por un pedazo de pan.

 El Porteñazo
Los vecinos de los edificios se sumaban a los estudiantes universitarios que, encabezados por la CEPA como en el caso de Ingeniería, se mantenían en la Facultad, o los secundarios de Saavedra, que también estaban organizados. En la noche porteña, mientras miles de hombres, mujeres y chicos marchaban, los taxistas se transformaban en improvisados correos informando de distintos cortes.
Así sobre la medianoche una Plaza de Mayo llena, gritaba toda su bronca contra el gobierno y crecía el empuje contra las vallas que rodeaban la Casa Rosada.
Cedió el primer vallado. Festejos y aprestos represivos. Puteadas a Cavallo y De la Rúa. El Himno cantado cada vez con mayor frecuencia y fuerza. Y constante, el “vea, vea, que manga de boludos, el Estado de Sitio se lo meten en el culo”.
Comienza la represión, la policía gasea la Plaza y se generalizan los combates. Una parte se repliega sobre Congreso, allí confluyen con una columna que venía de la casa de Cavallo y vuelven a cargar sobre la Plaza.
Primera victoria: renuncia Cavallo, mientras la policía logra, tras varias horas, despejar la plaza en la madrugada del jueves.
Renunciado Cavallo, crecía la consigna “¡que se vayan todos!, que no quede ni uno solo”, preanunciando los acontecimientos del jueves.

El 19 en una reunión en la Facultad de Ingeniería de la CEPA (Corriente Estudiantil Popular Antiimperialista) con la participación de alrededor de 50 compañeros de varias facultades, al ver el curso de la situación, decidimos pasar a la acción.
En contacto con la dirección nacional del Partido [PCR] nos encolumnamos con la movilización que marchó desde el Congreso hasta el Obelisco, a media tarde del 19, contra el Estado de Sitio. Cerrábamos la columna de alrededor de 500 personas, integrada por varias fuerzas de izquierda. Atrás nuestro, a distancia provocativa, nos seguían 25 patrulleros, con 4 policías por coche con las escopetas asomadas por las ventanillas.
Luego de la movilización, volvimos a Ingeniería y decidimos irnos cada uno a su lugar y trabajar para la movilización de masas.
Luego del discurso de De la Rúa, a las 23, la gente se volcó a la calle. Cuando los primeros grupos llegaban a Plaza de Mayo, otros cortaban las calles en Congreso, Once, Caballito, Flores —donde un piquete cortó la vía del ferrocarril—, Floresta y Liniers.
Alrededor de 20 compañeros de la CEPA que se habían mantenido en Ingeniería salieron a cortar calles en San Telmo; luego inician una marcha hacia Plaza de Mayo, encolumnándose unas 500 personas. Llevan un cartel del Centro de Ingeniería. Hay estudiantes de la CEPA y la JCR de Ingeniería, Económicas, Exactas, Filosofía, el CBC y secundarios.
La rapidez y masividad de la protesta popular sorprendió a la represión: el vallado era precario y estaba sobre Balcarce, muy cerca de la Casa Rosada. La Policía todavía no había recibido refuerzos. La Plaza se llena. El anuncio de la renuncia de Cavallo no conforma a nadie, comienza a sonar en Buenos Aires la consigna que por semanas estará en cientos de movilizaciones: ¡Que se vayan todos!
Contra el vallado se colocó la columna venida de San Telmo y un grupo de estudiantes, entre ambos hubo un rápido acuerdo de saltar las vallas. Un grupo de unas 20 personas (¿servicios? ¿policias de civil?), se anticipan y proponen ir a la casa de Cavallo, pero no hay acuerdo. El grupo salta las vallas y se coloca como primera barrera de contención, por lo que los jóvenes los enfrentan cuando son ellos los que saltan las vallas.
La policía comienza la represión. Una parte grande de la gente se va. Se quedan, sobre todo los jóvenes que se reagrupan una y otra vez, especialmente sobre Avenida de Mayo y Diagonal Norte. Se enciende fuego para contrarrestar los gases, con lo que hay: basura, maderas (sobre todo en Diagonal). Es un combate de ida y vuelta, con cargas de la Policía y réplicas de los manifestantes, que a esa altura ya se han hecho de piedras.
Un joven kioskero que por primera vez participa de la lucha de calles, con un hierro de construcción, rompe la vidriera del Banco Comafi. En pocos minutos caerán los vidrios, de los bancos de la zona, uno tras otro. A la Policía le llevará unas tres horas retomar el control de la zona, primero de la Plaza de Mayo, luego las avenidas y finalmente la zona de Congreso, donde hasta alrededor de las 4 de la madruga todavía hay combates.
En la mañana del 20 la Plaza de Mayo y la zona aledaña se va poblando de trabajadores que concurren a sus lugares, pero muchos quedan merodeando por la zona. En la Plaza la policía está reforzada, particularmente con “la montada”. Esta comienza a actuar ante la llegada de las Madres, atropellándolas a ellas y al contingente que los acompañaba. Lo mismo ocurre con otros grupos que intentan instalarse en la Plaza.
Los estudiantes de la JCR y la CEPA se reagrupan nuevamente, con un cartel que dice ¡Basta de represión! y una bandera del Centro de Ingeniería cortan la calle Bolívar, a la altura de Independencia y se dirigen hacia la Plaza. A la altura del Colegio Nacional, en Bolívar y Moreno, reciben la primera gaseada, la respuesta fue una pedreada, iniciándose los combates de ida y vuelta, una y otra vez.
Alrededor de las 15, unas 300 personas intentan ingresar a la Plaza por Avenida de Mayo, son brutalmente apaleados por “la montada”, mientras otros policías arrastran a los manifestantes de los pelos hacia sus móviles.
Los jóvenes que están en Bolívar se desplazan hacia Diagonal Sur, confluyendo con un nutrido contingente que está ahí. El agrupamiento supera las 2.000 personas. Hay jóvenes de distintos barrios de la Capital, otros son vecinos de la zona y también empleados que trabajan en el centro (incluso bancarios que se sacan el saco y la corbata para sumarse a la pelea). Los jóvenes del PCR aportan su experiencia y ayudan a organizar el combate, también, en una facultad cercana, un grupo se comunica con otros estudiantes y organizan nuevos grupos que llegan al lugar con algunos auxilios: pañuelos, limón y bicarbonato, todo para soportar los gases.

Cada carga es protagonizada por unas 1200 personas, mientras otro sector se queda en el monumento de Perú y Diagonal. Avanzan, tiran piedras y retroceden cuando carga la policía. Mejor organizada, la lluvia de piedras es más grande. También se inicia el fuego para combatir a los gases; usan basura, tachos y el vallado de madera de las reparaciones de la Legislatura. Dos casetas de seguridad de esa obra, de plástico, ayudan, con su humo negro, a dificultar la visión de la policía. Esta actúa con la ayuda de las cámaras de un helicóptero.
Se avanza en la organización. Los jóvenes llegan con los números de teléfono de las organizaciones de derechos humanos tatuados, por si caen presos. Se organiza una pequeña dirección, enlaces con la facultad y un principio de división de tareas. Un grupo de jóvenes estudiantes secundarios recolecta agua entre los vecinos con la que los combatientes alivian el calor y el sofocón de los gases. También sirve para “apagar” algunas de las bombas de gases.

La policía lanza una gaseada masiva y arremete por Diagonal, y envía grupos por Perú para encerrar a los manifestantes. El hidrante apaga el fuego y la caballería entra en acción. Una bolsa de bolitas no surte efecto, la calle es en comba y las bolitas ruedan hacia los cordones. Los combatientes retroceden peleando por Diagonal Sur y por Perú. La policía avanza solo una cuadra por vez, teme quedarse sin balas y gases y ser rodeada. También los manifestantes retroceden una cuadra y desde ahí hostigan a la represión. Así continúa el combate cuadra por cuadra hasta Belgrano y Perú, y luego hasta Independencia. Vecinos del lugar dan vuelta y queman una Trafic de la Municipalidad que sirve de barricada durante un tiempo.
Patrulleros con escopetas en las ventanillas recorren la zona disparando a mansalva. Camionetas con policías de civil recorren la zona “chupando” a quienes están aislados. Con la información que les da el helicóptero y las cámaras ocultas en las calles, la policía envía grupos especiales con objetivos precisos; particularmente, actuar sobre quienes se destacan en la organización del combate popular. Pero cuando la represión avanza sobre San Telmo, los vecinos, desde los balcones, les arrojan de todo, desde agua caliente hasta macetas.

Otros grupos de estudiantes de la JCR y la CEPA, particularmente de la Facultad de Ciencias Exactas y del CBC, se reagrupan y combate en Diagonal Norte.
En el Obelisco, un grupo toma una manguera contra incendios de un comercio y lanza el chorro de agua contra la policía que avanza. Hechos sopa, los policías retroceden.

En Congreso están estudiantes de la JCR y la CEPA de Bellas Artes, un combativo grupo de jóvenes de la Zona de Zaavedra y militantes del PCR y de la CCC de judiciales, el Hospital Ramos Mejía y otros lugares.
El grupo de Congreso se organiza. Unos 300 están sobre Avenida Rivadavia entre Callao y Riobamba, y otros grupos menores en Riobamba y Combate de los Pozos que impiden que la policía encierre a los de Rivadavia.
El plástico de los carteles de las paradas de micros es utilizado de escudo para acercarse a tirar piedras. Además, liberan por momentos el tránsito en dirección a la policía, y se cubren con los vehículos para avanzar y apedrearla.

En Avenida de Mayo, el conocimiento de los asesinatos por la represión llenó de odio a la gente que está combatiendo en la zona. La policía avanza con móviles y el hidrante. Los que pelean, paran un colectivo, hacen bajar a la gente, uno toma el volante y acelera contra el hidrante en medio de los gritos de apoyo de la gente. A último momento se desvía. Paran a otro ómnibus, lo cruzan en la avenida y lo utilizan de protección para arrojar desde ahí las piedras contra la policía que avanza.

Un grupo de Izquierda Unida avanza con carteles la hacia el Obelisco. La gente que está combatiendo le grita que bajen los carteles. El grupo los cierra, una parte se queda a pelear y otra parte se va del lugar.
Otro grupo, en este caso de PO, avanza por Avenida de Mayo. Los que están combatiendo en el lugar gritan: ¡Bajen los carteles! Los del PO se quedan distanciados del grupo que combate que los llena de insultos.

Un grupo de la jóvenes de la JCR de Saavedra marchó, el 19, a la zona del Hermitte, colegio con tradición de lucha. Se incorporan a un corte en Córdoba y Dorrego, desde donde llaman a otros jóvenes de la JCR, del MUS, del colegio y del barrio. Desde ahí algunos van a otros cortes de la zona. El corte suma ya alrededor de 1.000 personas. Un sector de la gente, de casas tomadas, quiso saquear el Plaza Vea pero no lo logran por el control policial. Ante la renuncia de Cavallo se da un debate. Los jóvenes de la JCR plantean que hay que seguir hasta que se levante el Estado de Sitio y se vaya De la Rúa. Al conocer que la gente va a Plaza de Mayo, se movilizan hacia allí. Llegan al Congreso, ahí se encuentran con otros compañeros de la JCR. En ese momento se desata la represión.
Por la noche se organizan para buscar molotovs, gomeras, bulones. Por la mañana del 20 se concentran en “La Lechería”. Se discute en el lugar y se decide hacer un cacerolazo hasta Juan B. Justo y San Martín, y desde ahí, los que estaban dispuestos, seguir para Plaza de Mayo. Hubo mucha adhesión al cacerolazo. Desde ahí 30 compañeros van hacia Plaza de Mayo. Apenas habían llegado a Congreso y los ataca la policía, ya que habían quedado entre el cerco policial y alrededor de 1.500 personas que estaban sobre Rivadavia y algunos sobre Callao.
Durante cinco horas de combate aprendimos muchas cosas. Por ejemplo. Las balas de goma tienen poco alcance efectivo. Los chapones de publicidad sirven de escudo para avanzar y defenderse. Dejando pasar oleadas de tránsito, esto complica a la represión y sirve para escudarse en el avance. Para tirar con gomera hay que cubrirse porque sino se es blanco fácil. Hay que rodear a los compañeros que tienen molos o gomeras, porque los policías de civil infiltrados actúan sobre ellos. Hay que tener una retaguardia que pueda cubrir y relevar a los que están combatiendo. Hay que cubrir los flancos del piquete con grupos de compañeros, porque tratan de quebrarlos por las calles laterales. Cualquier cosa sirve para hacer barricadas, mientras más grande, mejor; y mejor si se prende fuego por el humo. Una obra en construcción provee de mucho material. Tratábamos de tirar los gases de cartucho entero por las bocas de las alcantarillas. Los motoqueros fueron muy importantes como enlaces. Se avanza y se retrocede en grupo, porque si queda uno aislado lo agarran los de civil.

Un motoquero que participó en la pueblada del miércoles 19 y jueves 20 de diciembre, relató al semanario Hoy así los hechos.
—¿Participaron del cacerolazo?
—Nosotros estábamos en el sindicato, los miércoles tenemos reunión. Cuando empezó salimos a la puerta, usábamos la cortina de cacerola e hicimos un fueguito. En eso pasó un patrullero, uno de los chicos se sacó la linga y, con un grito de bronca, el parabrisa quedó hecho “aca”.
—¿El jueves en cuál de los distintos puntos de enfrentamiento con la policía estuvieron?
—Desparramados por todos, éramos más sobre 9 de Julio.
—¿Cómo se sumaron?
—Los chicos estaban esperando para su laburo sobre 9 de Julio cuando llegaron con los móviles y empezaron a tirar gases. Es ahí donde nos sumamos los fleteros.
—¿Cómo fue el enfrentamiento?
-Cargábamos las piedras arriba del tanque, nos arrimábamos, acostábamos la moto para girarla y ahí le sacudíamos y pegamos la vuelta. La gente nos proveía de todo tipo de cosas. Fue ir y volver durante horas, era un verdadero combate. Otra cosa que hacíamos fue ir a avisarle a las ambulancias.
Tres de los asesinados en los enfrentamientos en Plaza de Mayo eran fleteros. El gremio convocó el viernes 21 a un acto homenaje. La respuesta fueron provocaciones (un auto chocó a dos personas en moto) y represión policial, quedando un saldo de 2 detenidos y tres heridos, entre ellos un motoquero de Canal 26. Fueron trasladados al Hospital Argerich donde los motoqueros se concentraron en la puerta recibiendo la solidaridad las organizaciones populares.

 En el Gran Buenos Aires
Las organizaciones de desocupados de la CCC del Gran Buenos Aires se aprestaron a movilizarse desde temprano en sus lugares, peleando cortes de ruta, cabildos abiertos y multisectoriales para terciar en medio de la crisis política abierta. La CCC, con anterioridad al estallido del 19 y 20, ya tenía convocado una jornada de lucha nacional para el 20.
El gobierno de Ruckauf, conciente del potencial de lucha de los que no dieron tregua, buscó cortar de cuajo la movilización, y, a la sombra del Estado de Sitio, desató brutales operativos represivos que tuvieron como objetivo amarrar al PCR, a la CCC y otras organizaciones combativas, en los barrios, tratando de impedir la participación en los hechos de masas organizadas con gran experiencia de lucha. Ruckauf, además, había concertado la protección de los grandes supermercados por la “bonaerense”, mientras que dejó desprotegidos a los pequeños supermercados, y los servicios trabajaban con las “banditas” para impulsar los saqueos.
En La Matanza, un gran despliegue policial impidió la salida a la ruta de casi cinco mil compañeros y descargó una represión que incluyó varios heridos de bala de plomo, algunos de bala 9 mm, más de cien con balas de goma, refriegas por distintos barrios y una salvaje gaseada dentro de la “escuelita”, corazón del movimiento matancero. El operativo intimidatorio continuó todo el día.
En Pilar, donde los compañeros se movilizaban con el objetivo de realizar un Cabildo Abierto en la plaza, también fueron duramente reprimidos con gases, balas de goma, y fueron detenidos por unas horas compañeros del PCR y la CCC.
En Hurlingham fueron dispersados antes de concretar el corte previsto. Y en Morris compañeros de la CCC combatieron durante tres horas con la policía que reprimía salvajemente en los barrios.
En Berazategui se logró armar una columna que marchó por el centro reuniendo a docentes, desocupados y comerciantes, bajo la consigna “unidad del movimiento obrero para echar a De la Rúa”, haciendo asambleas y actos.
Con el Suteba de Quilmes como convocante, se marchó a la plaza, nucleándose docentes, alumnos y vendedores ambulantes que realizaron un acto y una batucada. Luego un grupo de docentes marchó a Capital.
Al mediodía, los compañeros de Solano cortaron en Monteverde y la calle 893 pidiendo alimentos y planes, con solidaridad de los comerciantes de la zona.
Compañeros de muchos barrios contaron cómo el despliegue represivo en muchos lugares operó directamente dentro de los barrios y villas, impidiendo la movilización.

Corte y represión en La Matanza
En los días previos al 18 se estaban produciendo saqueos en La Matanza, producto del hambre y la desesperación de cientos de miles de familias matanceras. Los supermercados pertenecientes a monopolios imperialistas como Wal Mart o Carrefour estaban fuertemente custodiados. En cambio, la policía dejaba sin protección y hasta organizaba los saqueos a los pequeños supermercados nacionales y negocios de barrio.
El miércoles 19, a pesar de la protección no pudieron impedir el saqueo masivo a Coto y Auchan y supermercados mayoristas como Diarco y Vital, entre otros. El miércoles a la tarde los saqueos llegaban a su punto máximo: miles de vecinos de barrios humildes se organizaban para ir a los supermercados, mientras en el centro de Laferrere, Isidro Casanova, Rafael Castillo, Lomas del Mirador, San Justo, Ramos Mejía, cerraban los comercios. Disminuyó el transporte y la ciudad se asemejaba a un día de paro.
A las 11 de la noche todo cambió. Al rato de terminado el discurso de De la Rúa anunciando el Estado de Sitio se empezaron a escuchar las cacerolas, mientras se veían en la televisión las primeras imágenes de la movilización popular en la Capital Federal. En Ramos Mejía, la localidad con población de mayor poder adquisitivo de La Matanza, los vecinos empezaron a convocarse en Avenida de Mayo, la calle principal. Luego, una marcha de tres mil personas recorrió todo el centro, al son de las cacerolas. De vuelta en la estación de Ramos, concentración y consignas: “Al Estado de Sitio se lo meten en el c...”, “¡Que se vayan, que se vayan!”, hasta las tres de la mañana, hora en que se desconcentró. No hubo represión ni presencia policial.
Por la mañana del jueves 20, la mesa de dirección del Movimiento de Desocupados de la CCC deliberaba, mientras los compañeros esperaban concentrados en sus barrios. Iban llegando noticias de la represión en Capital Federal, Mar del Plata y otros lugares. Se decidió cortar la ruta 3 a la altura del km 27, alejados de los supermercados. La columna de tres mil desocupados marchó por calles interiores, de tierra, del barrio La Juanita.
A las 14 hs. llegó el primer grupo de compañeros a la ruta, con Juan Carlos Alderete al frente, e instaló el corte de ruta. Duró unos minutos. Todavía no había llegado el grueso de la columna a la ruta cuando gran cantidad de patrulleros de la Policía de la provincia de Buenos Aires se lanzaron sobre los manifestantes y los efectivos policiales empezaron a disparar balas de goma.
En el cruce de la calle con la ruta se armó una barricada y empezó el combate: piedras y honderas de los desocupados contra gases, balas de goma y luego de plomo de la policía. Las molotov de los piqueteros caían sobre la calle de tierra y no explotaban. Al poco tiempo, teníamos los dos primeros heridos de balas de plomo: Miguel, con una bala en la pierna que le fracturó el hueso, y Angel, que sangraba muchísimo de una herida en el abdomen. El médico y agentes de salud presentes en el corte los atendieron y trasladaron al hospital, en medio de la represión. También con bala de plomo, Conejo y Edgar.
Un helicóptero policial sobrevolaba, cada vez más bajo, la zona del combate. Al rato, la policía trató de entrar por una calle lateral. De nuevo el combate de piedras y honderas contra balas. Pasado un tiempo difícil de medir, nos replegamos hacia el interior del barrio. La policía nos iba cercando, al mismo tiempo que entraba en los barrios, atacando a los vecinos, principalmente a los jóvenes. Una parte nos esperaba a metros de la escuela, mientras nos perseguían, disparando con ráfagas directamente al cuerpo. Se retrocedía combatiendo, peleando por cada esquina. Una parte de los compañeros quedó cercada en la escuela, donde comenzó una terrible gaseada, en el patio, salones, baños. Una nube de humo impedía ver, mientras la policía continuaba disparando. En la puerta de la escuela le dispararon en el pecho a Fernando. Dentro, el aire era irrespirable, los gases quemaban el cuerpo, provocaban nauseas. Algunos niños que habían quedado en la escuela se desmayaban. Luego de un tiempo que pareció eterno pararon la gaseada y, armas en mano, ordenaron evacuar la escuela. A la salida, dos filas de policías apaleaban a los que salían.
Detuvieron a cinco compañeros, que fueron golpeados en las comisarías. Uno de ellos, de 72 años, que tenía numerosos impactos de bala de goma en la espalda y golpes, fue procesado por resistencia a la autoridad. Numerosos compañeros quedaron heridos con balas de goma. A uno de ellos, de 16 años, le dispararon a quemarropa en la pierna, de la que perdió parte de sus tejidos. Angel, 24 años, el herido en el abdomen,  estuvo una semana en terapia intensiva en el Hospital Paroissien. A Miguel, 28 años, la bala le provocó una fractura expuesta; también estuvo varios días internado. Fernando, 25 años, salió a los dos días. Muchísimos compañeros tienen golpes en el cuerpo.

Por la tarde del jueves empezó un operativo de inteligencia: se corrían versiones de que un barrio iba a atacar a otro, saqueando las casas. Esto sucedió en toda La Matanza. El objetivo: impedir la movilización y enfrentar a los vecinos entre sí. En la mayor parte de los casos el tiro les salió por la culata, casi literalmente. Esa noche nadie durmió. Los vecinos armaron barricadas en las calles, cortaron puentes sobre los arroyos, y empezaron a aparecer armas blancas y de fuego, en cantidades increíbles. En muchos barrios los vecinos impidieron la entrada de la policía y organizaron su autodefensa. Tenían señales sonoras, previamente acordadas, para comunicarse. Los desocupados de la CCC y los militantes del PCR jugaron un importante papel en cada uno de sus barrios.

En La Plata
El miércoles 19 de diciembre más de 4.000 personas encabezada por la Intergremial de Ensenada y los obreros del Astillero Río Santiago, marcharon desde Plaza Italia hasta la Legislatura. Docentes, estatales, la Cicop, desocupados de la CCC, Aníbal Verón, CTA, el PCR y otros partidos políticos, se movilizaron contra la política de De la Rúa-Cavallo y el intento de hacer pasar la ley ómnibus de ajuste y superpoderes del gobernador Ruckauf. La marcha fue reprimida por la policía frente a la Legislatura. A pesar de ello los manifestantes con los trabajadores del Astillero Río Santiago a la cabeza, se reagruparon ante la gobernación y realizaron el acto previsto, donde hablaron entre otros Vicente Ignominielo, secretario del ATE, Diana Negronida, secretaria del Suteba Ensenada, etc.

A la noche, al culminar el Congreso de la FULP, donde fue desalojada la Franja Morada de la dirección de esa organización (Franja fue el brazo universitario de De la Rúa) por un frente opositor encabezado por la CEPA, se marchó por la ciudad, al grito de «el estado de sitio se lo meten en el c....». La movilización confluyó en las calles 7 y 50 donde se juntaron más de 3.000 platenses, hasta casi las 3 de la madrugada.
Las movilizaciones siguieron el jueves por parte de distintos grupos de estatales y una marcha de la CCC.
Desocupados  de la CCC, jubilados del MIJP-CCC, campesinos de ASOMA, de mas de veinte barrios de La Plata, Berisso y Ensenada, marcharon el jueves 20 de diciembre, por la ciudad de La Plata, desconociendo un Estado de Sitio impuesto por un gobierno hambreador, entreguista y represor, por alimentos, planes de trabajo y contra el estado de sitio.
Casi 700 personas, con una notable organización, se dirigieron primero al Supermercado Disco de las calles 45 y diagonal 80, para requerir una respuesta al pedido por nota de entrega de alimentos para paliar la gravísima situación de miles de familias que componen el movimiento. Cosa que obtuvo respuesta positiva. Posteriormente pasaron frente a la gobernación y se estacionaron frente a la Secretaría de la Mujer en reclamo de alimentos. Allí se arrancó el compromiso de entrega de 4.000 kilos de alimentos y la renovación de los planes de trabajo que vencen el 31 de enero.
Con gran alegría los manifestantes se desconcentraron levantando las consignas del Argentinazo que imponga otra política y otro gobierno.
El sábado se repartieron los 8.000 kilos obtenidos de los pedidos hechos a Carrefour y Disco. (Con lo que entregó la Secretaría de la Mujer, la CCC obtuvo más 12.000 kilos de mercaderías.)

El viernes 21 se reunió la Intergremial Regional, que hizo el balance de la marcha, ante una importantísima representación multisectorial, donde se decidió movilizar el jueves 27 a las 11 hs a una marcha de Plaza Italia a la Gobernación, por un programa, cuyo primer punto es investigación y castigo de las muertes, heridos y reprimidos en el Argentinazo y por la libertad de todos los presos sociales y políticos. En la reunión que aprobó un programa, participaron: ATE Ensenada. Junta Interna del Astillero Río Santiago, Suteba Ensenada, Cicop, Movimiento Desocupados de la CCC, MIJP-CCC, Sindicato del MOSP, Autoconvocados Estatales, FULP, Centros de Estudiantes de Ingeniería, Bellas Artes, Exactas, Arquitectura, Humanidades y varias agrupaciones estudiantiles. Así como empresarios y comerciantes de La Plata, varios partidos políticos, etc.

En ciudades y provincias
Mar del Plata
La semana fue muy intensa y tuvo su pico máximo el jueves 20 con la gran marcha de desocupados, con una gran participación de la CCC, acompañados de gente del pueblo que fue brutalmente reprimida. Los días previos fueron de mucha tensión. Y agitación.
Mar del Plata ostenta el récord de desocupación con 22,8%. Se solicitaron alimentos a los supermercados, grandes bancos y terratenientes como Martínez de Hoz. La respuesta se iba dilatando. Los movimientos piqueteros habíamos acordado realizar una gran marcha el jueves 20, en el marco de la jornada nacional; se planificó reclamar alimentos, el pago de los planes y que se vayan De la Rúa-Cavallo y el régimen hambreador.

Además, se realizaría un brindis de pan y agua y un acto frente al Palacio municipal. Se anuncia en conferencia de prensa donde están la CCC, MIJP-CCC, FTV, MTR, PO, UVO (Emilio Alí). A la tarde se convocan a los dirigentes de los desocupados a reuniones en la Municipalidad. Allí el clima es muy tenso, se había declarado el Estado de Sitio y había caído Cavallo. En estas reuniones se comprometen alimentos para antes de Navidad y se anuncia el pago de los planes para el día siguiente: primer triunfo.
Durante esa noche hay centenares de vecinos que se congregan en la Plaza San Martín y calles céntricas con cacerolazos y bocinazos. Al otro día, jueves 20, se concentran la CCC, el MTR y la FTV en la zona oeste (barrio Libertad) allí avanzan por la Av. Luro incorporando contingentes de desocupados de distintos barrios a su paso, incluyendo a varios carros de cartoneros de la zona norte. Al llegar al cruce con la avenida Champagnat ya eran más de 1.500 compañeros.
El paso de la columna era saludado con simpatía y con bocinazos y aplausos. El pueblo acompañaba. Se cantaba contra De la Rúa y por el Argentinazo. Al llegar a las avenidas Luro y San Juan la columna se detuvo ya que allí está el Banco Provincia donde cobraban muchos de los compañeros. Allí se incorporan a la columna los compañeros del MIJP-CCC del puerto (desocupados y marineros), de Batán y Estación Chapadmalal. Ya eran mas de 2.000 los compañeros que allí se juntaron. A su vez en el palacio Municipal se congregaron trabajadores estatales (ATE) y otros sectores sociales y políticos. Todos íbamos a confluir en el brindis de pan y agua. Mientras se esperaba que los compañeros terminaran de cobrar los planes para continuar al centro y en forma coordinada, la policía comienza a reprimir a los compañeros de ATE (en el centro) y a los desocupados (en las puertas del banco).
Gases, balas de goma, palos, se desatan sobre los trabajadores que marchaban pacíficamente. Golpean brutalmente y detienen al secretario general de ATE y del CTA, Daniel Barragán, como a otros miembros de la Comisión Directiva. En Luro y San Juan balean criminalmente a Jorge Agüero, dirigente de los Jubilados (MIJP-CCC) y a otros compañeros. El compañero es detenido y derivado al hospital. Dos compañeros de los desocupados de la CCC son golpeados y detenidos. Se suceden las corridas y con gran valentía muchos jóvenes enfrentan con piedras a los uniformados. La batalla se continúa por varias cuadras. El gremio de UTA cercano al lugar sirvió de refugio a varios compañeros entre ellos Héctor Maciel (CCC) y Berrozpe (MTR). Desde allí se comienza a gestionar para liberar a los presos y denunciar lo ocurrido. Con la movilización y la ayuda de varios abogados se logra liberar a los presos. Gran alegría hay cuando se conoce la renuncia de De la Rúa.

Rosario
Al igual que en el resto del país, una gigantesca pueblada sacudió a Rosario los días 19 y 20 de diciembre. Fue la culminación de dos semanas de gran agitación social, en la que se movilizaron masivamente los trabajadores, estudiantes, comerciantes y otros sectores populares. En estas marchas, los desocupados (fundamentalmente de la CCC) jugaron un importante papel y fueron los protagonistas principales de la gran movilización del 13 de diciembre, con motivo del paro nacional.
El 14, en el norte y el oeste de la ciudad, centenares de vecinos salieron a pedir comida a los supermercados. Ante las respuestas negativas, comenzaron los saqueos. Luego de cinco días de muchísima tensión, el 19 se desbordó todo y se paralizó Rosario. Las zonas sur, oeste y norte, fueron copadas por las masas que exigían solución inmediata al problema del hambre. Hubo una altísima participación de mujeres y niños. En algunos casos la masividad fue impresionante.  Miles de personas ocuparon la avenida Perón entre el 4.400 y el 5.100. Hacia la media tarde la ciudad estaba totalmente paralizada; los negocios del centro y los barrios, cerrados; los ómnibus prácticamente no circulaban. La proliferación de multitudes empezaba a marcar una clara tendencia: el repliegue policial.

En esta situación, la policía desata una feroz represión. El saldo: siete muertos, todos con armas de fuego; más de 100 heridos, 30 con balas de 9 mm; centenares de detenidos. Algunos casos testimonian el criminal accionar de las fuerzas de seguridad. A Juan Delgado lo fusilaron desde un metro de distancia, luego de caer herido por una bala de goma; esto sucedió en Pasco y Necochea. Claudio (Pocho) Lepratti fue asesinado de un tiro en la garganta, mientras observaba los incidentes desde la terraza de la Escuela 756 (en la que trabajaba) y le pedía a la policía que tuviera cuidado porque había muchos chicos.
Hay un dato importante que pinta al gobernador Reutemann y su ministro Domínguez: A diferencia de lo que sucedió en Buenos Aires, la criminal represión en la ciudad se desató sin Estado de Sitio.
A la hora en que el ex presidente De la Rúa daba su mensaje al pueblo argentino, Rosario se asemejaba a una ciudad fantasma. Pero solo bastó que la diariera de calle Dorrego al 300 saliera a la calle con una jarra y un tenedor, para que a los pocos minutos se comenzara a poblar la plaza San Martín. Lo mismo sucedió en la plaza 25 de Mayo y en el Monumento. Así se desató el Cacerolazo del 19. A pesar del Estado de Sitio y del terror policial previo, el pueblo ganó las calles y protagonizó esta histórica pueblada.
El 20, con las fuerzas de seguridad replegadas, fue una jornada más tranquila. Los rosarinos siguieron atentos los sucesos de Capital Federal. Como se habían juramentado la noche anterior, a las 18 hs, miles y miles marcharon al monumento. Hacia las 20 hs pudieron festejar unidos la renuncia de De la Rúa. Se observaba un pueblo feliz que había protagonizado el hecho político más trascendente del último siglo: el Argentinazo que barrió a De la Rúa y Cavallo.

Neuquén
Más de 2.000 mil estatales, docentes, estudiantes y obreros ceramistas neuquinos manifestaron por el centro de la capital, en repudio a la política nacional y poniendo el centro en la libertad de los detenidos en las jornadas del miércoles anterior, alrededor de 60.

Río Negro
El paro del 13 de diciembre fue masivo. Ahí confluyeron estatales, productores, pequeños comerciantes (que hacía mucho tiempo no cerraban sus puertas), el Movimiento de Mujeres en Lucha, bancarios, estudiantes, con una movilización de más de 1.200 personas.

La Multisectorial decidió marchar el día 20 desde avenida Roca y Tucumán. Antes de comenzar la marcha la policía detuvo el colectivo que venía de Ingeniero Huergo y Mainqué; la gente –la mayoría mujeres con niños– fue llevada a la comisaría, maltratada y golpeada. Una delegación de la Multisectorial reclamó la libertad de los compañeros detenidos: al comenzar la marcha, ya liberados, se incorporaron a la columna con la aclamación de los demás. La columna de la CCC fue muy importante.
Más de 2.000 personas esperaban para marchar.
En el Municipio se entregó un petitorio. Luego, en la intersección con la calle Sarmiento, apostada en los techos del Banco Río y tirando a mansalva, la policía comenzó a disparar gases lacrimógenos. Un grupo pequeño se desprendió de la columna y se dirigió a Casa Tía, rompiendo vidrieras y saqueando lo que encontró a su paso; es el supermercado más grande de la región, y el que nunca colabora cuando le piden. Además había anunciado provocativamente que abriría el 20, aunque luego no lo hizo.
Luego se apedreó la Municipalidad, los bancos Sudameris, Boston, Galicia y Río. El gerente de “La Anónima” se había comprometido ante 40 mujeres con sus hijos a entregarles alimentos. En cambio fueron ferozmente reprimidas con gases, balas de goma y de plomo. La policía avanzaba tratando de dispersar, pero la gente volvía a reagruparse en otra esquina. Cuando se les acababan los gases comenzaron a tirar piedras con hondas y a pegar con palos de escoba y palos de amasar que sacaban de los supermercados. Hubo heridos y detenidos, en su mayoría menores de edad, luego liberados por la presión de grupos que se apostaron en las comisarías reclamado su libertad.
Ese mismo día se volvió a convocar para las 20 horas: “hay que hacer el aguante hasta que echemos a De la Rúa”. Como el día anterior, a la noche muchas mujeres venían con sus tapas de olla y con sus hijos a protestar. Mucha gente. Con mucha bronca, con ganas de expresarse, gente de los barrios, universitarios, gente de la cultura, jubilados, estatales, comerciantes, muchos jóvenes.

Y de pronto, de nuevo la represión: el último piquete se disolvió a las 11 y media de la noche. La ciudad parecía tierra de nadie, con gomas encendidas, piedras por todos lados. Las concesionarias retiraron los autos de sus vidrieras. Algunos carteles en comercios con sus vidrieras destruidas eran hasta humorísticos: “Por aquí ya pasaron”...
A pesar de la represión, la CCC se fortaleció. Además, se consiguieron los alimentos que se reclamaban.
En la ciudad de Cipolletti también se movilizaron. La represión policial provocó la muerte de una mujer que salía de su trabajo. Un joven fue herido.
También hubo movilizaciones en Villa Regina, Viedma y Bariloche. En todos los lugares hubo saqueos. El viernes, en muchas localidades de la provincia la gente se dirigió a las dependencias de Acción Social en busca de alimentos, que antes habían sido negados.

Jujuy
Una numerosa asamblea estudiantil en Humanidades de Jujuy, tras conocerse el decreto de Estado de Sitio resolvió la toma de la facultad. Durante la mañana, del jueves se realizó una manifestación de unas 4.000 personas, convocada por la CCC, el Frente de gremios Estatales, el centro de estudiantes de Humanidades, la CEPA, organizaciones de Derechos Humanos y cientos de ciudadanos que se sumaban en repudio a la represión desatada en Capital Federal. Más de la mitad de la columna la aportaron los desocupados de la CCC.
En un acto realizado en las escalinatas de Casa de Gobierno dijo el “Perro” Santillán: “Ahora nosotros tenemos que ser protagonistas. Es un orgullo estar con ustedes y sentirme muy argentino en estos momentos difíciles que está viviendo nuestra Patria, adonde hace falta que el pueblo salga y se manifieste en las calles, que el pueblo sea el protagonista para que ya nunca más nos saqueen como nos vienen saqueando desde hace 25 años”. Luego, “Pajarito” Bejarano, secretario adjunto del SEOM, dijo: “Acá no basta con la renuncia de Cavallo, tiene que irse De la Rúa, y el gobierno provincial de Jujuy no es ajeno a esta realidad, no anunciando el aguinaldo, pagando como ellos quieren. Desconocemos de cuajo el Estado de sitio”. Hablaron también el dirigente de los Desocupados de la CCC, Luca Arias, y Víctor Aramayo dirigente de los trabajadores de la salud.

Tucumán
En Tucumán el blanco del hambre fueron los grandes supermercados y depósitos de la periferia de San Miguel y de ciudad Banda del Río Salí. A la 1,30 hs. del jueves 20 miles hicieron escuchar el ruido de sus cacerolas desde sus casas, juntándose unas 500 personas en Plaza Independencia, obligando a la policía a abrir paso en el cerco que había establecido previamente. El jueves a la noche volvieron a reunirse reclamando la renuncia de De la Rúa y el levantamiento del Estado de Sitio. En tanto, en Aguilares se hacía una reunión donde participaron el Centro de Comerciantes, sindicato de FOTIA, de Alpargatas, Municipales y Desocupados de la CCC. En la misma los comerciantes ofrecieron 1.300 bolsones para los obreros de Alpargatas, se discutió la conformación de una Multisectorial y se decidió hacer una marcha al día siguiente.

Bahía Blanca
El miércoles 19 frente a los supermercados se agolparon cientos de desocupados exigiendo alimentos y la Municipalidad abrió listas para entregar bolsones, evitando los que se extendieran los saqueos. Una asamblea de padres, docentes, desocupados y estudiantes decidieron mantener la convocatoria a la jornada del día siguiente.
Por la noche cientos se concentraron en la Plaza Rivadavia y marcharon, con cacerolas y banderas argentinas hasta las 5 de la mañana, desafiando el Estado de Sitio y exigiendo que se fuera De la Rúa.
El 20 desde las 9 hs comenzaron a concentrarse, los desocupados de la UTD, del Barrio Maldonado, de distintos barrios, docentes indignados, padres autoconvocados, centros de estudiantes y la CCC,  llevando adelante el corte por mas de 2 hs. y marchando a la Municipalidad, cada uno con sus banderas y con mucha combatividad.
Cientos de personas se concentraron sobre la calle haciendo frente a un dispositivo represivo pocas veces desplegado en Bahía Blanca. Se garantizó la olla popular a pesar de las amenazas de represión si se hacía y desoyendo la exigencia de desalojar las calles.
Un grupo de desocupados entró a la municipalidad arrancando la entrega de bolsones y otros rodearon la Cooperativa Obrera logrando que entren en los listados de bolsones. En un clima muy tenso con corridas permanentes y amenazas de lanzar el desalojo de las calles, se mantuvo un importante contingente que mantuvo con fuerza la ocupación de la calle y alrededor de las 19 hs distintos grupos entre los que se encontraba la Orquesta Sinfónica se sumaron activamente a la jornada de lucha.
El anuncio de la renuncia de De la Rúa hizo explotar la alegría y comenzó a venir gente de distintos lugares mientras se preparaban las antorchas.
Poco después de las 20 hs. cerca de 1.000 personas arrancaron  y a la cuadra de marchar ya había casi 5 cuadras de gente que expresó su bronca y alegría.
Ya finalizada la marcha llegó una delegación de obreros petroleros que en asamblea decidieron marchar.
Nadie se quería ir de esta jornada y hasta cerca de las 24 hs se prendieron muñecos con la cara De la Rúa y Cavallo haciendo de este Jueves 20 una jornada histórica, como en el resto del país.
Es importante destacar el esfuerzo de los padres y docentes por mantener con firmeza esta convocatoria y el trabajo de la CCC por unir a los desocupados y ocupados con las capas medias. La precipitación de los acontecimientos demostró lo correcto de este esfuerzo, que por ser visible e inclusive alertado por el diario derechista La Nueva Provincia, expuso a los compañeros a distintos ataques y presiones de todo tipo.
En Buratovich, luego de un 19 y 20 muy movidos, los compañeros de la Corriente Clasista y Combativa encabezados por Sara Britos, lograron unir a todo el pueblo en la lucha por que en ninguna casa falte la comida.
La escasez de mercadería que proveía la delegación municipal, nos lanzó a que los comerciantes y distintos productores proveyeran alimentos. Se logró resolver mas de 450 bolsones y proveer de pan dulce a las  6 casas  que dan la copa de leche. La asamblea del domingo convocó a realizar una asamblea el jueves 27  en la plaza que con más de 150 personas exigió la constitución de 6 comedores para niños y uno para desocupados y jubilados, la entrega de 5.000 kg de mercadería por mes y 500 planes de empleo para la zona.
Se movilizó a la delegación municipal y se logró el compromiso de apoyar estos reclamos.

Los de arriba
Para conocer la lucha adentro de las clases dominantes, hay que atender a lo que se ventila en las acusaciones que entre ellos se hacen.
Advirtiendo los hechos que venían, señalamos en Hoy: “La política del gobierno tiene hoy un apoyo del 0,7%, algo nunca visto en la historia argentina. El gobierno es un fantasma, pero el embajador de Estados Unidos, James Walsh, amenazó a los dirigentes peronistas: su país no tolerará “desprolijidades” (Hoy, 19/12/01). Es decir, ante la inminencia del estallido popular, y la conspiración de Duhalde-Alfonsín-Ibarra, Walsh advertía que el golpe institucional debía ser “prolijo”, cumpliendo los requisitos constitucionales tales como la Asamblea Constituyente, etc.
La “conspiración para echar a De la Rúa (...) fue una conjura a cielo abierto, dice Roberto Aizcorbe en La Nueva Provincia, y continúa: “Según ‘la Pato’ [Patricia Bullrich], todo salió de reuniones en lo de Raúl Alfonsín, en las que intervenían los sindicalistas Rodolfo Daer, Carlos West Ocampo, José Pedraza y Armando Cavalieri con radicales de la envergadura de Leopoldo Moreau y Raúl Alconada Sempé.
“Daer le dijo un día a la ministra: ‘No vamos a parar hasta que caiga el gobierno’. Sostuvo, a su vez, Cavallo, que la caída de De la Rúa ‘estuvo precedida por un golpe institucional encabezado por el radicalismo bonaerense, en connivencia con el PJ’.
“Dijo ‘Pato’ que Alfonsín le cortó el rostro cierto día: ‘Vos no entendés nada: tenemos que devaluar y dejar de pagar la deuda externa, pero De la Rúa no piensa tomar esas medidas’. Elisa Carrió —que practicó entonces el ‘seguidismo’ del grupo ‘golpista’— aludió tan sólo a ‘saqueos preparados tendientes a lograr la renuncia de De la Rúa por anticipado’ y a versiones en el Parlamento de que si no se votaba a determinada persona para presidir el Senado, habría de apresurarse el complot” (La Nueva Provincia, 21/4/02).
Sonia de Cavallo presentó al juez Oyarbide una filmación que compromete con los saqueos al intendente de Moreno, Mariano West. La Nación recoge el hecho señalando que “En algunas municipalidades bonaerenses anunciaban entregas de alimentos en determinados supermercados o comercios y luego se alentaba a la gente para que ingresara por la fuerza. (...) El video que entregó Sonia Abrazián de Cavallo aportaría elementos para acreditar que existieron zonas liberadas en la provincia de Buenos Aires y que la policía recibió la orden de no intervenir, sostienen en los Tribunales” (La Nación, 25/5/02).

El otro participante del “complot”, fue Chacho Alvarez, el renunciado vicepresidente de la Alianza cuyas discretas reuniones con Duhalde ya han salido a la luz en el trabajo de Miguel Bonazo (El palacio y la calle). Bonazo apunta, también al “poder tras el trono” del grupo que organizó “la conspiración” con el holding Clarín y el grupo Techint a la cabeza, grupos partidarios de una fuerte “devaluación” que controlan a la Unión Industrial Argentina. Se trataría —según Bonazo— de “grupos locales que poseen activos financieros en el exterior y tienen un fuerte perfil exportador” (pág.76).
Los operadores políticos ese “poder tras el trono”, como reconoce Bonazo, habrían sido Duhalde, Alfonsín y Chacho Alvarez, y una línea de operadores directos tales como Nosiglia, Puertas, Juanjo Alvarez, etc.
Bonazo acierta en los nombres que menciona. Pero hay otros que también fueron muy activos por esos días, como los grupos Aluar y Bridas, que controlan la política en Chubut, lo que les permite incidir sobre el radicalismo, particularmente a través de Maestro, el hombre clave de la UCR en el Senado. Bridas, la empresa que conduce Bulgheroni (el hombre que recorrió Afganistán negociando con los talibanes la construcción del oleoducto en nombre de los rusos) cuya estrechísima amistad con el gobernador tucumano, Miranda, es pública y notoria. Además, jugaron en la primera línea los hombres del Banco Macro y Credicoop. El jefe de Gabinete, Colombo, no se mantuvo “fiel” —como sugiere Bonazo—, sino que participó activamente de la conspiración: fue clave el papel de Colombo, desde adentro del gobierno, y el de Puerta, desde afuera, ambos “hombres del Macro” (y de estrechísima relación con Nosiglia), en el juego que controlaban Duhalde y Alfonsín. También hay que agregar a Carlos Heller, el banquero del PC, que salió públicamente a hacer campaña en apoyo a la bancarización forzada de Cavallo.
También operaron, negociando, hombres de la Sociedad Rural y los grupos exportadores de granos y aceites que no por casualidad resultaron grandes ganadores de la hiperdevaluación.
La caracterización de esos grupos —que hace Bonasso— y de sus operadores políticos encierra contradicciones. El vocero del grupo, Clarín, lejos de tener “activos financieros en el exterior”, está fuertemente endeudado en dólares en el extranjero (en realidad, vive al borde de la quiebra por esas deudas). Esto tiene su explicación. El plan incluía, junto a la devaluación, imponer un “seguro de cambio” que pesificara las deudas externas de estos grupos, con lo que el Estado cargaría con la diferencia (como ya había hecho Cavallo en épocas de la dictadura). Que después la situación se lo haya hecho imposible, es otra cosa.
Por otra parte, la UIA agrupa, entre sus afiliados, a lo fundamental de la burguesía nacional que produce para el mercado interno. ¿Cómo se explica, entonces, que la dirección de la UIA, con el Vasco Mendiguren a la cabeza, haya sido la fogonera de la hiperdevaluación cuando la consecuencia práctica de la misma era una rebaja fenomenal de los salarios que significaba un golpe brutal al mercado interno, lo que era una lápida para la mayoría de los afiliados a la UIA? La explicación es que la dirección de la UIA está manejada por monopolios exportadores, básicamente, por el acuerdo de Massuh (y atrás de él Madanes) y Einaudi (Techint).
En realidad, los grupos Clarín, Aluar, Bridas y Banco Macro, formaron parte de lo que en su momento se denominó la multinacional rusa testaferros unos y burgueses intermediarios otros. Techint es de origen italiano con estrechas asociaciones y alianzas con el grupo anterior, y se ha convertido en el primero, o uno de los primeros, en el mercado mundial de tubos de acero, con inversiones en numerosos países. Estos grupos forman uno de los sectores del bloque de las clases dominantes. Enfrentados al otro grupo poderoso de ese bloque de clases dominantes, el yanqui (que tiene en sus manos la “horca financiera”) con el que trabaja Menem.

El plan del golpe de Estado institucional era sencillo. Colocar a De la Rúa ante una situación de caos y dejarlo sin fuerzas represivas para controlar la situación. Amarrar en los barrios a las fuerzas combativas del movimiento de desocupados, a sangre y fuego, si era necesario, como hicieron Ruckauf, Reutemann, De la Sota, Romero, entre otros. De mínima, se marcharía a un gobierno “de unidad nacional”, con un jefe de gabinete peronista (podía ser Alfonsín, Ruckauf o el mismo Duhalde). Y si la situación se deterioraba, producir el recambio de gobierno y la asunción de uno de los dos dirigentes peronistas mencionados como presidente interino impuestos por la Asamblea Legislativa. La embajada yanqui estaba al tanto de los planes, temiendo un estallido que desestabilizara la región, condicionó esos planes: el recambio debía ser “institucional”.
La conspiración fue sufriendo trabas. Primero, De la Rúa resistió entregar la cabeza de Caballo, y cuando lo hizo ya era tarde para calmar la bronca popular. Luego, asesorado por sus hijos y amigos íntimos, se resistió a renunciar y, por el contrarrio, decretó el Estado de Sitio. El poder político real, en ese momento, pasaba por los gobernadores peronistas reunidos en San Luis y, más precisamente, por las reuniones secretas de Duhalde, Alfonsín y Chacho.

Pero se produjo, entonces, lo que ninguno de los sectores en pugna esperaban ni habían imaginado: las capas medias de la Capital Federal, que venían embroncadas por el “corralito” y por una política económica que las pauperizaba, salieron masivamente a la calle y llenaron la Plaza de Mayo. De la Rúa, que ya no tenía más poder que el de Mathov y el jefe de la Federal, Santos, les ordenó “limpiar” la Plaza de Mayo, desatando la sangría y los combates. Y fueron sorprendidos también por miles de jóvenes, muchos de ellos que en las estadísticas oficiales los llaman “NENT” (“no estudia, no trabaja”), y otros que sí trabajan o que sí estudian, que sostuvieron valerosamente el combate. Y la Capital Federal, el Gran Buenos Aires y las provincias ardieron en un estallido incontrolable, no solo por lo poca policía que le respondía a De la Rúa, Mathov y Santos, sino también por las huestes represivas que controlaban “los conspiradores”.
Así, los combates en el centro de la Capital Federal, y la ocupación de barriadas en el gran Buenos Aires y las provincias, luego de que las fuerzas populares, particularmente los desocupados reorganizaran sus fuerzas —después de los enfrentamientos con que las policías y fuerzas de seguridad los habían “amarrado” en los barrios—, todo esto creó una nueva situación: del caos organizado desde arriba con los saqueos, comenzó a pasarse a la lucha organizada de los de abajo.
Los operadores políticos de la “conspiración” chorreaban sangre popular igual que De la Rúa, cuya “gobernabilidad” y políticas habían sostenido durante los dos años de gobierno de la Alianza. De asumir en ese país en llamas, corrían el riesgo de ser rápidamente incinerados por esos fuegos que ya no controlaban. De la Rúa terminó huyendo como las ratas, es decir, como lo que era. La situación quemaba. Urgía una respuesta política rápida. El pueblo se sorprendía de su propia fuerza, y el mundo miraba, unos con ojos de espanto y otros de admiración lo que hacía el pueblo argentino.

En ese contexto de un país que era una brasa ardiendo pero sin condiciones orgánicas para imponer un gobierno popular, con un gobierno barrido y una conspiración sobrepasada, emergió el breve gobierno de Adolfo Rodríguez Saá. Gobierno condicionado, desde el inicio tanto por el país en llamas, como por el grupo Duhalde-Alfonsín-Chacho que buscó recomponer fuerzas para completar su juego.
La Asamblea Legislativa convalidó la decisión ya tomada. Se volvió a evidenciar que el Congreso es un sello inexistente, ya que las decisiones se toman en reuniones reservadas y su único papel es el de avalar lo decidido.

El Adolfo surgió —en medio de esa situación— de la mano de los gobernadores peronistas llamado “grupo federal”, en el que se juntaron los mandatarios de las provincias chicas. Surgió como respuesta a “los tres grandes”: Ruckauf, De la Sota y Reutemann, que en el último período del gobierno de la Alianza se habían convertido —junto con Ibarra de la Capital Federal— en los interlocutores privilegiados, negociando “gobernabilidad” por partidas de dinero.
En el sistema impuesto por Menem y Cavallo —que continúa hasta hoy— las provincias perdieron casi la totalidad de sus ingresos propios a cambio de compromisos de “coparticipación federal”. A partir de allí, los gobiernos nacionales fueron dueños de “la canilla” que utilizaron a discreción para adelantar fondos a cambio de los votos de diputados y senadores de tal o cual provincia para la aprobación de leyes, demorar esas entregas, “achicarlas” o negarlas, haciendo las cuentas a su manera. En particular, Ruckauf y De la Sota debían tapar los “agujeros negros” de sus bancos provinciales; agujeros negros que no resistían la menor investigación sin revelar negociados. En el caso del Banco de la Provincia de Buenos Aires, las administraciones del “Proceso”, Armendáriz, Cafiero y Duhalde le dejaron créditos incobrables por 2.400 millones de dólares, pasivo que, por ley provincial, fue “transferido” al gobierno de Buenos Aires. La mitad de esos fondos fueron a parar a la construcción de la usina termoeléctrica de Bahía Blanca, un enorme fraude con la participación directa de empresas rusas. Un tercio de esas deudas incobrables pertenecían a 153 privilegiados (812 millones). Uno sólo de esos “privilegiados”, Victorio Gualtieri (de íntima relación con Duhalde), siendo dueño de una empresa con un capital de 12.000 dólares, recibió créditos del Provincia por 118 millones, y sus propiedades se valuaron en 200 millones, luego de seis los años de la “plata dulce” del “fondo de Conurbano bonaerense”. Otros “privilegiados” fueron el grupo Soldati y el de Nicolás Maccarone.
Los gobernadores “federales” eran un grupo heterogéneo; no los unía el amor sino el espanto de no poder apagar incendios en sus provincias por falta de fondos. Si se los mira por sus afinidades, unos eran “amigos” de Menem, otros eran dúctiles caudillos provinciales que se inclinan a favor del viento, pero solo uno, Kirchner, había acompañado a Duhalde en su campaña presidencial. Cada uno de ellos, por cierto, tiene relaciones, más o menos estrechas, con los monopolios y terratenientes asentados en su provincia. Sin embargo, por una de esas contradicciones que encierra la Argentina profunda, de alguna manera, y en ciertas circunstancias, emerge a través de ellos la contradicción entre el litoral y el interior; o si se quiere, más precisamente, entre el poder concentrado en Buenos Aires (incluyendo al de la Capital Federal) y las regiones más relegadas del país.
Decapitado el gobierno de la Alianza por la rebelión popular, salpicado el grupo de “los grandes” gobernadores por haber sido sostén de “la gobernabilidad” de ese gobierno, y descolocado Duhalde entre los “federales” por haber impulsado un “complot” típicamente bonaerense (es decir, basado en los aparatos del PJ, la UCR y el Frepaso de Buenos Aires y la Capital Federal), en estas condiciones, el gobierno fue a parar a las manos de Rodríguez Saá. Puerta, el presidente provisional del Senado y número puesto para asumir en esa situación, rechazó la presidencia porque sabía que el “encargo” para quién asumiese, era “apagar el incendio” del Argentinazo, pavimentando la llegada de Duhalde.

El Adolfo es caudillo puntano, con “deudas al cobro” con Menem y enemigo de Duhalde. Asumió, Rodríguez Saá y aplicó un programa no consensuado por las clases dominantes.
El gobierno fue políticamente débil, basado en un acuerdo provisorio, frágil, entre las distintas corrientes del peronismo, lo que se expresó en un gabinete y colaboradores heterogéneo, con personajes sumamente desprestigiados a nivel popular por sus anteriores actos de corrupción en la función pública, como Carlos Grosso, José Vernet, Victor Reviglio, Hugo Franco, entre otros.
El gobierno de Rodríguez Saá  se inició con una medida de alto contenido político: la suspensión del pago de la deuda externa. Con ella rompió una tradición de las clases dominantes argentinas y puso freno al drenaje de fondos al exterior. Anunció la creación de nuevos puestos de trabajo para los desocupados y un aumento de los salarios y las jubilaciones mínimas y la derogación de la ley laboral del delarruismo. El no pago de los intereses de la deuda y los nuevos puestos de trabajo podían producir un efecto positivo sobre el hambre y el desempleo y ayudar a cierto resurgimiento de la industria nacional de bienes de consumo no dependientes de las importaciones.
Pero eran medidas parciales en medio de un terremoto económico de enormes proporciones, por lo que sus consecuencias podían ser rápidamente contrarrestados y superados por la profundidad de la crisis y el ahondamiento de la misma que provocarán otras medidas con las que el nuevo gobierno encaró la emergencia. En particular, su política monetaria y financiera: seguir con la convertibilidad (un cadáver que solo se podía mantener congelado) y pretendiendo soslayar sus efectos nocivos sobre el pueblo y la producción nacional con el proyecto, luego abandonado, de una tercera moneda. Esto significaba que se había optado por conciliar con las empresas privatizadas y los bancos acreedores, manteniendo la dolarización, unida a una devaluación encubierta: en  lugar de devaluar el peso, se lo hace con el Lecop o el papel que lo reemplace. Esto llevaba a que más o menos rápidamente, según la cantidad de Lecop o papel sin respaldo que se emitiera, se reduciría el poder adquisitivo de los que reciban salarios u otros ingresos en estas moneda que, como sucede con toda moneda más débil, pasará a ser la de mayor circulación.
Así, el alivio relativo que se podía lograr con la suspensión del pago de la deuda externa y las medidas de austeridad estatal (como la limitación de los sueldos elevados, eliminación de ministerios, la venta de autos y aviones) siempre que se utilizaran esos fondos para crear nuevos puestos de trabajo y aumentar los salarios y jubilaciones mínimos, se vería rápidamente contrarrestado y superado por el empobrecimiento global que provocase la devaluación encubierta a través de la tercera moneda y el avance del mercado hacia la dolarización, con la práctica muerte del peso al mantener congelada la convertibilidad.  “De ahora en más todas las cargas van a ser parejas” dijo el presidente Rodríguez Saá en la CGT, pero el problema es que unos, los que tienen dólares, se iban a quedar con la “crema”, mientras que los ingresos de los trabajadores y deudores en general que iban a cobrar en Lecop, sólo tendrían “leche aguada”.
Al mismo tiempo el sector desplazado y golpeado con el Argentinazo y las medidas iniciales del gobierno de Rodríguez Saá (los bancos, las empresas privatizadas, grupos mediáticos como el grupo Clarín-Todo Noticias-Canal 13 o el grupo de Radio 10) pasaron al contraataque. Se mantenían los fuegos de la lucha popular y, al mismo tiempo, se agudizaban las contradicciones en las alturas.
“Los sectores del gobierno de Rodríguez Saá que han propuesto medidas de tipo reformista y nacionalista, manteniendo al mismo tiempo los privilegios de quienes se beneficiaron  con la política de hambre y entrega del menemismo y el delarruísmo, en particular de las empresas privatizadas y bancos acreedores, están condenados al fracaso, porque  se profundizará el colapso económico y se perderá totalmente el control sobre la moneda. Así todas las conquistas que se logren serán efímeras”, señaló un Informe del CC del PCR, diciembre de 2001. 
El mismo Informe, propuso que: “Para avanzar por este camino es necesario perseverar en la movilización obrera y popular, profundizándola y ampliándola con la unidad y la organización a través de asambleas populares, multisectoriales, cabildos abiertos, comités de emergencia, en todo el país, barrio por barrio, localidad por localidad, provincia por provincia, para imponer gobiernos locales y provinciales populares, ya que la crisis política golpea en todo el país y en todos los niveles, e imponer un gobierno nacional de unidad popular. Solo tal tipo de gobierno será capaz de tomar todas esas medidas que requiere la emergencia y convocar a una Asamblea Constituyente Soberana que sea la que decida, con el efectivo protagonismo de las masas populares, el futuro del pueblo y de la Patria. Para esa Constituyente Soberana los comunistas revolucionarios propugnamos nuestro Programa para la revolución democrático-popular, agraria y antiimperialista, en marcha ininterrumpida al socialismo”.
En definitiva, se profundizó el colapso económico, se agudizaron los conflictos sociales, y se agravó al extremo la crisis política.
Otra pueblada, el 28 de diciembre, volteó a parte del gabinete del Adolfo y generó una nueva situación. El pueblo iba por más y no se contentaba con el simple cambio de De la Rúa por Rodríguez Saá. Había comprobado el enorme poder que tiene cuando se une, se organiza democráticamente y lucha. Descree de esta seudodemocracia representativa con sus tres “poderes” corruptos: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y estaba practicando, en innumerables manifestaciones, huelgas, cortes de ruta y puebladas, la democracia directa de las masas. Odia a la Corte Suprema y los jueces corruptos, al Congreso de “la Banelco”, a la policía del “gatillo fácil”.
A semejante pueblo —al que el mundo entero había clavado su vista, y esta vez no por un tango de Gardel ni por una gambeta de Maradona— no le van a robar fácilmente las esperanzas que creó con el Argentinazo por la participación en una interna del Partido Justicialista u otro show electoral.
La pueblada del 28 de diciembre había dejado en el aire al gobierno. Sorprendentemente, un grupo de “la pesada” de la FJC ingresó al Congreso gracias a Camaño que le abrió las puertas, como se demostró, mostrando que nuevamente la conspiración se ponía en marcha. Duhalde, Alfonsín e Ibarra consideraron que había llegado la hora de actuar.
En ese contexto se produjo un nuevo golpe de Estado “institucional”, que arrancó de una operación política unida a otra de servicios en Chapadmalal. Duhalde y De la Sota organizaron el “faltazo”, dejando al Adolfo sin sostén político. Cortaron las luces de la reunión, Rodríguez Saá quedó sin custodia, mientras que, en la puerta del hotel actuaba “la pesada” de Luis Barrionuevo. La Quinta de Olivos (en donde estaba la familia del Presidente) también quedó sin custodia, y los teléfonos multiplicaban las amenazas. Rodríguez Saá, sospechando que “le querían tirar varios cadáveres en Plaza de Mayo”, se volvió directo a San Luis, desde donde leyó su renuncia en una transmisión que fue interferida por los servicios. Todavía entonces, la jueza Servini de Cubría lo ó” a reasumir el cargo. El Adolfo le habría respondido con la amenaza de llegar a Aeroparque, asumir allí, levantar el “corralito” con un decreto que sostenía ya haber firmado, renunciar, y volverse a su casa. La jueza no insistió.
En una nueva Asamblea Legislativa —de dudosa constitucionalidad ya que la Carta Magna prevé una sola— funcionó como un relojito el acuerdo Duhalde-Alfonsín-Ibarra, designando al primero Presidente.
Para caracterizar a Duhalde, hay que ver los grupos que están atrás de su gobierno. Y su gobierno “expresa desde el punto de vista económico a sectores de burguesía intermediaria de un grupo de grandes monopolios, bancos y terratenientes. Es el mismo grupo que se benefició con la política de la dictadura desde 1976 en adelante. Fue el grupo hegemónico en el gobierno de Alfonsín  y,  pese a que las privatizaciones del gobierno de Menem lo afectaron particularmente, algunos de sus monopolios obtuvieron grandes privilegios con el menemismo. Ese grupo volvió a hegemonizar el gobierno con De la Rúa. Nos referimos al grupo de monopolios históricamente pertenecientes o asociados con el imperialismo ruso: holding Clarín, monopolio del aluminio (Aluar),  grupo Cresud e IRSA de Elstain y Mindlin, grupo petrolero de Bulgheroni, grupo Werthein, grupo  Massuh-Nadra, grupo Cartellone, grupos de la construcción como el que representa el presidente de la Cámara Argentina de la Construcción, Gregorio Chodos, bancos: Credicoop, Banco Macro, Banco Hipotecario. Ese grupo está, asociado, históricamente,  con   monopolios y terratenientes como el grupo Benito Roggio, Amalia Lacroze, grupo Blaquier, grupo Macri, Pérez Companc , Banco Galicia, directivos de la Sociedad Rural como Alchouron, etc. Tiene fuertes lazos de entrelazamiento de intereses y de unidad con  algunos grupos europeos como Techint (con la que dirige desde hace años la Unión Industrial Argentina) con  Soldati y, relaciones de unidad y lucha —que en oportunidades se tensa— con las empresas españolas y europeas privatizadas (Telefónica, Telecom, Repsol, Aguas Argentinas, Edenor, Camuzzi, entre otras) y los bancos españoles (Río y Francés). Este sector del bloque dominante controla desde hace años la Unión Industrial Argentina (clave en los acuerdos que llevaron a Duhalde a la presidencia de la Nación),  la organización de terratenientes y burguesía agraria CRA,  la CGE, las Apyme, la Cámara Argentina de la Construcción y el sector financiero agrupado en Abappra. Este sector del bloque de clases dominantes, ha sido el beneficiario principal de la política económica de la dictadura, y posteriormente de la del alfonsinismo, de las privatizaciones menemistas y del delarruismo. Este grupo ha ido tejiendo una red de intereses entrelazados con grupos monopolistas que operan en Brasil y los países del Mercosur. Se le opone, dentro del bloque dominante, el grupo de empresas y bancos del imperialismo yanqui en el país y el  sector de burguesía intermediaria y terratenientes asociado con el imperialismo yanqui, grupo que tiene peso en la Asociación de Bancos (ABA), el Consejo Empresario Argentino y que opera políticamente con el menemismo y López Murphy. También se le oponen monopolios alemanes, como la Siemens, y grupos ingleses. Políticamente el gobierno de Duhalde es el producto de fuerzas afines a esos grupos económicos. Es el resultado de un acuerdo del duhaldismo con el alfonsinismo y el Frepaso. Acuerdo monitoreado, por lo que ha trascendido, desde junio de 2001, por Raúl Alfonsín, y en el que tuvieron un papel destacado los dos armadores del Pacto de Olivos: Coty Nosiglia y Luis Barrionuevo” (Informe del CC del PCR, 23 y 24 de febrero de 2002).

El camino del argentinazo
“Cuando nosotros planteamos el camino del Argentinazo, en el acto de marzo de 1996 en el Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, lo hicimos, a la luz de nuestra estrategia insurreccional para la Revolución Argentina, buscando, como enseñaron Lenin y los maestros del marxismo, “las formas de transición o de acercamiento” a la revolución, rechazando a los doctrinarios de izquierda que sólo hablan de la “meta” de la revolución y a los oportunistas de derecha que siempre buscan formas “intermedias”, a través de la acumulación electoral y parlamentaria, entre la dictadura actual y la dictadura democrático-revolucionaria (...). Nos basábamos en una larga y rica experiencia de la clase obrera y el pueblo argentino. (...) Para jugar el papel de vanguardia, el papel dirigente del Partido, nos apoyamos, siempre, como enseñaron Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao, en la extensión espontánea del  movimiento revolucionario de las masas. Insistimos, reiteradamente, en que el drama revolucionario no comienza por el último acto sino por el primero, y que la clave de éste era que abriera el camino para el desarrollo revolucionario posterior. Dijimos, incluso, que, luchando por tratar que la clase obrera hegemonizase el proceso, no podíamos ignorar la correlación de clases real y que, desde este punto de vista, no nos interesaba qué representante de la burguesía pudiese encabezar el gobierno resultante del Argentinazo. Sí nos interesaba abrir un proceso que pudiese seguir un curso revolucionario. (Informe del CC del PCR, 29 y 30 de diciembre de 2001).
El Argentinazo hizo emerger una situación nueva: una situación revolucionaria. Desbordó los intentos de sectores del bloque de las clases dominantes para realizar un recambio ordenado que recompusiera el consenso en las políticas de hambre y entrega, jaqueadas por el fracaso del gobierno de la Alianza. Cuando esos sectores, finalmente, lograron hacerse del gobierno, debieron montar un potro embravecido, y no pudieron, ni con Duhalde ni con la trampa electoral, calmar las aguas y generar ilusiones en las masas. Este es el drama irresuelto de los de arriba.
La Argentina se había ido preñando de fermentos revolucionarios en el curso de las grandes luchas obreras y populares posteriores al Santiagueñazo. Fermentos tales como las organizaciones populares basadas en la democracia directa, sea en su forma piquetera, o en las de asambleas, cabildos o multisectoriales; la autodefensa organizada de masas; la ocupación y puesta en producción de empresas quebradas y/o vaciadas, etc. Todo esto ya existía antes del Argentinazo, pero las jornadas del 19 y 20 de Diciembre posibilitaron que emergieran; y que, sobre esa base, se extendieran, multiplicándose rápidamente.

Al mismo tiempo, es posible y necesario analizar las razones por las que el Argentinazo no pudo coronar en un gobierno de unidad popular. Es necesario hacerlo, para no caer en el infantilismo trotzquista, propio de su profundo pacifismo parlamentario, por el que jamás se plantean, ni abordan prácticamente, el problema de la destrucción del Estado oligárquico-imperialista, por lo que la revolución es poco más que una marcha combativa a “la Rosada”.
Pero adentro de la Casa Rosada había fuerzas armadas solo con balas de plomo. Por otra parte, la decisión de las cúpulas militares —sobre la base de la presión que venía de los cuarteles— fue de mantener la “neutralidad”, pero solo estaban dispuestos a mantener esa neutralidad en tanto y en cuanto la rebelión popular no atacara “objetivos estratégicos”. De manera que, aún suponiendo que se pudiese haber tomado “la Rosada” a un costo de varias decenas de muertos, esto hubiera sido el inicio de una guerra civil y un golpe de Estado cívico-militar.
“Organizaciones trotzquistas han calificado a la pueblada del 20 de Diciembre pasado como una Revolución. Curiosamente son las mismas fuerzas que plantean “elecciones ya”. Pero en la Argentina, para los marxistas, no ha habido una revolución. Como enseñó Lenin : “El paso del poder del Estado de manos de una clase a las de otra clase es el primer síntoma, el síntoma principal, el síntoma más importante de la revolución tanto en el sentido estrictamente científico de este concepto, como en sentido político práctico” (V. I. Lenin, Obras Completas, T.24, pág. 35) Con el Argentinazo se han creado condiciones excepcionalmente favorables para el triunfo de la revolución de liberación nacional y social en la Argentina.  En el país existe una situación revolucionaria que puede desembocar en una situación revolucionaria directa. Pero la revolución todavía debe ser realizada. El Argentinazo no sólo abrió el rumbo que nos llevó a  esta situación. También  bocetó el camino que puede llevar al  triunfo a la revolución argentina” (Informe del CC del PCR, febrero de 2002).
Efectivamente, lo que diferencia el enfoque trotzquista (o trotzquizante en otros casos) y el marxista, es la cuestión del Estado. Concebir la revolución como una marcha pacífica hacia la Plaza de Mayo, que ocupa la Casa Rosada, es una utopía pacifista, que niega la existencia del Estado oligárquico imperialista. Incluso un gobierno decrépito como el de De la Rúa, reaccionó ante la protesta pacífica con 33 asesinatos, cientos de heridos y presos. Esa línea pacifista, “empuja” con una retórica “revolucionaria” y no prepara a las masas, ni un frente único, ni a la vanguardia, para las tareas revolucionarias; por eso termina siempre causando graves daños, sangrías, a la clase obrera y el pueblo.

¿Cuales fueron las razones, entonces, de los límites del Argentinazo?
El Comité Central del PCR, en diciembre de 2001 señaló lo siguiente:
“En primer lugar, porque el movimiento obrero llegó dividido, y mayoritariamente dirigido por fuerzas que en las jornadas decisivas del 19 y 20, tanto la CGT rebelde como la CTA, desmovilizaron a sus organizaciones. Luego, la CGT “rebelde” y la de Daer, llamaron a un tardío paro el 21, cuando ya se marchaba a la Asamblea Legislativa. Hicieron como la dirección de la CGT de 1945, que llamó a un paro... para el 18, cuando ya el pueblo había hecho la pueblada el 17. Esta nueva experiencia replantea la necesidad de recuperar para el clasismo a los sindicatos, y particularmente a los Cuerpos de Delegados, que son instrumentos fundamentales para unir, movilizar y dirigir a la clase obrera”. A ello va unido la necesidad de volcar a la lucha al movimiento agrario y al movimiento estudiantil.
“En segundo lugar, no hubo un centro coordinador. Cómo iba a existir si la mayoría de las direcciones de las fuerzas populares, incluso algunas de las que se dicen de izquierda, rechazaban el camino del Argentinazo, ilusionadas con el de las elecciones. Ni siquiera se despertaron con el cachetazo de las elecciones pasadas, cuando la corriente mayoritaria de las masas, la mitad del padrón votó nulo, blanco o se abstuvo; y volvieron a “sorprenderse” cuando esas masas se volcaron al Argentinazo y expresaron en las calles todo el odio acumulado al régimen político. Lo sufrió en carne propia Patricio Etchegaray, el jueves 20, a las 10 de la mañana, cuando fue abucheado en Plaza de Mayo, por segunda vez (ya le habia sucedido en el Congreso) a los gritos de: “¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!”
“En tercer lugar, como anticipamos, el Argentinazo llegó hasta donde daba la situación de las Fuerzas Armadas. El hecho de que permanecieran neutralizadas (en lo que jugó el resurgimiento de la corriente nacionalista), rechazando las presiones del gobierno para sumarlas a la represión, le permitió a las masas avanzar hasta donde llegaron. Y el hecho de que los sectores patrióticos —por la correlación de fuerzas— no se sumaran al pueblo, marcó el límite de hasta donde éste podía avanzar”. Ninguna revolución ha triunfado, y menos aún una insurrección, sin que las fuerzas revolucionarias tuviesen una política hacia las Fuerzas Armadas. “Siempre dijimos que  una insurrección popular triunfante es imposible sin ganar para ella a un sector patriótico y popular de las fuerzas armadas y neutralizar a otra parte. Y dijimos que la extensión y profundidad de un posible argentinazo iba a depender de que sucediese con las fuerzas armadas. Cuando De la Rúa no pudo ganar a éstas para la represión la medida del Estado de Sitio fue totalmente ineficaz para contener la rebelión de masas. Al mismo tiempo, si se hubiese logrado ganar a un gran sector de las mismas, como sucedió en Ecuador el 21 de enero del 2000, se hubiese creado la posibilidad de un gobierno de unidad popular.
“En cuarto lugar, mostró la necesidad del fortalecimiento de las fuerzas clasistas y combativas, de las corrientes antiimperialistas y antiterratenientes, de los sectores patrióticos y democráticos, del frente único de las fuerzas populares, y del crecimiento del partido de vanguardia de la clase obrera, el PCR. El Argentinazo, en el que estas fuerzas han jugado un gran papel, y por el que venimos luchando desde 1996, es lo que crea extraordinarias condiciones para estos avances.”

Los diez días de combate, las dos jornadas heroicas del 19 y 20, han enseñado a la clase obrera y el pueblo y han templado a su vanguardia, más que muchos años de lucha reformista y electoralera. La pueblada hizo emerger una crisis de hegemonía.
“Cinco rasgos demuestran la existencia de una crisis de hegemonía de las clases dominantes en su relación con las clases oprimidas son:
“* El creciente desprecio a la ley y a las instituciones de las clases dominantes.
“* La práctica de la democracia “grande”, la democracia “directa” por miles de personas y el reconocimiento del carácter limitado y tramposo de la actual democracia representativa.
“* La organización de la autodefensa de masas en el movimiento de desocupados, asambleas populares, fábricas recuperadas y otras organizaciones populares.
“* El movimiento de recuperación por los obreros de las fábricas quebradas, vaciadas y/o abandonadas por sus dueños.
“* El crecimiento de la Corriente Clasista y Combativa, y su unidad en la calle y en múltiples iniciativas con el CTA, evidenciado en las últimas jornadas de lucha, en particular las del 20 de septiembre, la del 11 de octubre y la del 18,19 y 20 de noviembre y en la denuncia y el combate contra la trampa electoral montada por Duhalde, Alfonsín e Ibarra. El fortalecimiento de la corriente unitaria en la que participa activamente nuestro Partido en el movimiento de mujeres, demostrado en el XVII Encuentro Nacional de Mujeres realizado en octubre en la ciudad de Salta . Los avances, aún débiles pero ya evidentes,  en el movimiento del campesinado pobre, en particular en los aborígenes, en el trabajo con los ocupantes de tierra en el Noreste, los medieros de ASOMA en la zona de La Plata,  y en el campesinado medio (nuestra participación en la Corriente de Chacareros Federados, en la Mesa Federal Agraria, en el Movimiento de Mujeres en Lucha y en la Federación Agraria). El avance de las posiciones de la CEPA y el MUS en las últimas elecciones estudiantiles. La CEPA pasó, en las últimas elecciones estudiantiles,  de presidir 18 centros de estudiantes universitarios a presidir 31, en todo el país, además de participar en muchos otros centros de estudiantes y de organizar 60 agrupaciones universitarias. Sólo en la Universidad de La Plata, en donde es primera fuerza, la CEPA tuvo más de 11.000 votos. La realización de numerosas iniciativas en el terreno cultural,  como la gira de la Ruta de la Dignidad, la realización de videos y muestras de plástica, obras de teatro y otras de apoyo a la lucha obrera y popular. También ha sido importante, aunque insuficiente, el crecimiento del número y la organización del Partido a nivel nacional,  como expresión superior del  crecimiento en la conciencia revolucionaria de grandes sectores de la clase obrera y el pueblo.                                                                                                                          
“La otra manifestación de la existencia de una profunda crisis de hegemonía en el propio bloque de las clases dominantes es la dificultad de los diferentes grupos económicos y políticos para imponer su dominio al conjunto de ese bloque.
“Esta  dificultad es presentada por los periodistas y voceros de esas clases como una lucha personal, o una lucha de mafias, escondiendo que tras esas disputas personales y de grupos, como sucede con el enfrentamiento entre Menem y Duhalde, se esconde la disputa de las potencias imperialistas y diversos grupos de monopolios y terratenientes por el dominio del país, disputa que se ha agravado con la crisis.
“El hecho es que el peronismo está fragmentado, casi imposibilitado de ir a una elección interna más o menos democrática; el radicalismo está profundamente dividido y reducido a un pequeño partido y el Frepaso se ha evaporado.” (Informe del CC del PCR, diciembre de 2002).

Que una manifestación pacífica, como la del 19 a la noche, en la Capital Federal haya tenido como respuesta, desde el poder, con treinta y tres asesinatos, reconocidos oficialmente, porque hubo muchos más, cientos de heridos y encarcelados ha revelado al pueblo argentino la quintaesencia del Estado oligárquico-imperialista. El pueblo “no come vidrio”, no se traga los cuentitos de que todo se debió a que había un De la Rúa necio, terco y dormido que reaccionó “tarde y mal”.
El sistema y su Estado arrojaron el país al hambre, la crisis y la humillación nacional, y luego reacciona, con los Menem, los De la Rúa o los Duhalde, defendiendo los privilegios de una minoría que se enriquece aún en esas condiciones.
En la medida en que la dictadura y los gobiernos posteriores entregaron el patrimonio nacional y ahondaron la dependencia al extremo, el aparato político y represivo del sistema actúa de manera evidente como “protector” de los intereses de los monopolios y los grandes terratenientes. Véase sino a Ruckauf, coordinando con los supermercados extranjeros la custodia de sus edificios a sangre y fuego, y dando “zona liberada” para los mercados de barrio.
Es la comprensión de esta verdad oculta, íntima del sistema, la que ha llevado al surgimiento de las organizaciones de autodefensa de masas. Es sencillo, las organizaciones sociales —y ya ocurre desde los piquetes para pedir un semáforo en una esquina, en las movilizaciones de las asambleas populares, o en las de los desocupados—organizan su autodefensa para impedir las provocaciones de grupos de los servicios de inteligencia que gastan millones de pesos para infiltrarlos, o para defender su derecho de protesta frente a la prepotencia del aparato represivo del poder.
Esto va unido a otro hecho. Los ex combatientes y veteranos de Malvinas (y también personal retirado de las Fuerzas Armadas con jubilaciones de hambre), es decir, el único sector militar que enfrentó con las armas a los enemigos reales de la patria, no solo se une crecientemente a la luchas populares, sino que también, aporta sus conocimientos para darle solidez a la autodefensa de las organizaciones sociales, y levanta su prestigio como bandera para aquellos uniformados que tienen sentimientos patrióticos y democráticos.

Se podría hacer, en consecuencia, cierta relación, guardando las distancias, con la situación que existía en 1810. Entonces, las instituciones feudales de la Colonia revelaron toda su podredumbre: fueron eficaces para aplastar a sangre y fuego el levantamiento de Túpac Amaru, pero colapsaron frente a las invasiones inglesas; frente a las cuales debió organizarse la milicia patriota, incluso con esclavos negros y con el ofrecimiento de apoyo de los aborígenes.
Hoy, las instituciones de la dependencia y el latifundio revelaron toda su podredumbre: fueron eficaces para aplastar a sangre y fuego a las rebeliones populares de la década del ’70, pero colapsaron frente a la “invasión globalizadora”. En los grupos de poder, unos porque son agentes o propagandistas, pero aún otros, que no lo son, le tienen pánico a los yanquis, a las grandes potencias, y a las oligarquías. De ahí que la rebelión popular, como ha sido el Argentinazo —que llenó de banderas argentinas la Plaza de Mayo— y las organizaciones que brotan desde abajo, y que hacen de la combatividad un valor preciado, tienen mucho que ver con la voluntad del pueblo de tomar en sus manos el combate a la “invasión globalizadora” y a sus gerentes.
El Cordobazo reinstaló la pueblada en una nueva Argentina. La clase obrera fabril y sus cuerpos de delegados fueron el nervio y vanguardia que unió en torno suyo al estudiantado y a las barriadas populares. Las columnas obreras, organizadas por los delegados de sección, fueron la forma organizativa que definió el combate a favor del pueblo. Y el estudiantado fue el fogonero que detonó las puebladas.
En el Argentinazo irrumpieron, contra el Estado de Sitio, las capas medias de la Capital Federal, que tienen una larga tradición de lucha democrática. Irrumpió, también, una parte, muy combativa, de la juventud. Mirado nacionalmente, una inmensa masa de desocupados viene siendo el detonante y protagonista principal de las luchas, y fue la base principal del 19 y 20 de diciembre, una parte, de manera inorgánica, en los saqueos, y otra, organizada desde los barrios, que resistió sumarse al caos y, en el curso de los hechos fue imponiendo a la lucha sus propios contenidos. Solo algunos contingentes del proletariado industrial participaron en esas jornadas. Pero, fue el paro masivo del 13 de diciembre el que abrió las puertas al Argentinazo.
La experiencia histórica de la lucha de calles es riquísima en la Argentina, desde la Independencia, pasando por el 17 de Octubre y las puebladas de los 70 hasta llegar al Argentinazo. Lo que venga será, seguramente, distinto, propio. Ni siquiera está decidido de antemano que vaya a triunfar. Para hacerlo, deberá recoger las enseñanzas de esa historia, y proyectarlas hacia una realidad nueva. Pero lo que se desprende de las puebladas del último medio siglo, es que sus posibilidades van unidas a que la clase obrera, particularmente el proletariado fabril, irrumpa en la escena y se convierta en el eje de la unidad patriótica y popular.
En la Argentina moderna, actual, solo cuando la clase obrera, particularmente la de las grandes empresas, se vuelca a la lucha, con la huelga política activa, se hace posible romper la fragmentación del movimiento político y social y se crean las bases para una unidad en un nivel superior, como la que exige no solo barrer a un gobierno hambreador y entreguista, sino también al Estado oligárquico-imperialista que lo sustenta, para imponer otro gobierno de carácter patriótico y popular, y garantizar una Asamblea Constituyente soberana que siente las bases de un nuevo Estado. Los comunistas revolucionarios pugnaremos para que sea un Estado de nuevo tipo, revolucionario, para que la revolución resuelva las tareas democrático-populares, agrarias y antiimperialistas, y que avance, de manera ininterrumpida hacia el socialismo y el fin de la explotación del hombre por el hombre.

Se difunden teorías, como las del “moderno” anarquista Holloway, que impulsan la fragmentación del movimiento social y político popular. Quienes “se tientan” por esas teorías deberían preguntarse: ¿qué le faltó al Argentinazo, más división y anarquía, o más coordinación, unidad y ambición de poder? El Argentinazo asombró al mundo porque atacó, de hecho, las bases de sustentación jurídico-políticas del poder oligárquico-imperialista y barrió, desde el combate de calles, con un gobierno opresor, abriendo una situación revolucionaria en la que está en juego el poder. Todo lo contrario de lo que vino a “educarnos” Holloway, que rechaza de plano la lucha por el poder.
Estas teorías fueron precedidas por otras que cuestionaban la formulación revolucionaria de que toda revolución, para triunfar, requiere de un partido de vanguardia.
Claro está que, si se niega la posibilidad de una revolución en el mundo actual, si se endiosa el poder de Estados Unidos y las otras potencias imperialistas, estas tesis tienen su razón de ser: mellar la búsqueda a la que se ha lanzado el pueblo argentino con su Argentinazo. Con­ vertir en una simple utopía (es decir, en algo lindo pero irrealizable) la posibilidad cierta de revolución que emergió el 19 y 20 de Diciembre, en la Argentina.
Lo que sucede es que, en el mundo actual, para enfrentar a fuerzas reaccionarias poderosas es, efectivamente, imprescindible, la existencia de una clase de vanguardia, la clase obrera, particularmente la organizada en las grandes fábricas. Y para actuar como clase de vanguardia, la vanguardia de esa clase debe estar organizada en un partido revolucionario. Ninguna de estas cuestiones se resuelve por decreto, o por autoproclamación. Se deciden, como decía el escritor argentino Roberto Arlt, por prepotencia de trabajo. Es decir, en los hechos. En ese ida y vuelta que supone recoger las enseñanzas de la lucha, sintetizarlas a la luz de la teoría revolucionaria, para volverlas a llevar a las masas, que las hagan suyas y las generalicen.
Eso es lo que viene haciendo el PCR. Con el Cordobazo y las puebladas, con la lucha contra el golpe de Estado de 1976 y la dictadura, contra las políticas de hambre y entrega de Alfonsín, Menem, De la Rúa y Duhalde. Fortalecerlo es ayudar a resolver una de las condiciones imprescindibles para completar las tareas que el Argentinazo dejó inclusas, abriendo un futuro luminoso para la Argentina y nuestros hermanos de Latinoamérica y el mundo.

José Daniel Rodríguez
A José Daniel Rodríguez le decían “el Negro” en los distintos barrios de Paraná donde se había hecho de amigos con el cirujeo. A este militante de la CCC de Paraná, Entre Ríos, lo asesinaron de un escopetazo en la espalda , en las jornadas del Argentinazo. Su cuerpo apareció cubierto con gomas de auto atrás del supermercado Wal Mart, donde Daniel, al igual que centenares de personas surcadas por el hambre de ésta política infame, de este sistema corrupto y represor, había llegado a pedir alimentos, y fueron salvajemente reprimidos.
A Daniel Rodríguez se lo vio con vida por última vez el 21 de diciembre del 2001 a eso de las 22 hs, cuando salió de su casa en el barrio Mosconi en busca de cigarrillos, y se puso a conversar con unos vecinos sobre cómo se las arreglaría para pasar las fiestas sin dinero.
Jamás volvió a la casa de Carina Salcedo, la vecina que lo alojó desinteresadamente cuando no tenía dónde ir.
Al menos tres años antes que su figura flaca y desgarbada apareció por la zona para sobrevivir del cirujeo. Un año antes de su asesinato se había acercado a la Corriente Clasista y Combativa, y allí encontró compañeros, se hizo de amigos y conoció la lucha por lo que él seguramente pensaba no le había tocado en la repartija al nacer: una vida justa y digna.
Abandonado al nacer, fue criado por distintas familias, formó pareja un tiempo y de allí nació María Belén Rodríguez, quien viviría en Buenos Aires con su madre.
Como recuerda su amigo Juan José, “en todas las marchas tocaba el bombo o llevaba la bandera, no faltaba a las asambleas de desocupados”.
Daniel estaba contento de pertenecer a la CCC, allí enseñó y aprendió, el gorro y el chaleco de la CCC le dio un lugar de lucha, se sentía útil.
Nada se sabe de los responsables de su asesinato, como tampoco de los de Eloisa Paniagua y Romina Iturain, de 13 y 16 años asesinadas por la misma razón, pedir alimentos.
Tapado con gomas, el símbolo de los cortes, de los piqueteros, de los que luchan, de los que no tienen nada más por perder pero sí mucho por ganar, estaba el cuerpo del Negro Daniel.
El Negro Daniel ya no está en las marchas, ni en las asambleas, está en la fuerza de todos sus compañeros, los que los conocieron y los nuevos que se suman, que redoblan sus voces. Está en cada uno de los que aprendieron a transformar el dolor y la bronca en lucha, está en los que no cejaremos en el camino como clasistas y revolucionarios hasta la victoria final.