Las raíces de la debacle que estremece al mundo
La crisis económica
internacional
30/05/2012 -
Continúa desarrollándose una crisis cuya magnitud y
extensión no ha conocido la historia del
capitalismo.
Es una crisis cíclica de sobreproducción relativa de
bienes que viene conmoviendo la economía de los monopolios y los países
imperialistas, aunque en forma desigual, como lo muestra el desplazamiento de
la producción de Oeste a Este y el ascenso de China a segunda economía mundial.
También afecta a los países dependientes y a los trabajadores en todo el mundo.
El centro de la crisis se ha desplazado de EEUU a Europa.
Las
raíces de esta crisis
Las raíces de la crisis están vinculadas al período
que siguió a la derrota sufrida por el proletariado con la restauración
capitalista en la URSS en 1957 y posteriormente en China, que implicó la
desaparición del mercado socialista.
El colapso de la URSS fue una crisis del capitalismo,
aunque se lo quiso presentar como un colapso del socialismo. En la URSS y los
llamados “países del socialismo real” de Europa Oriental existía otra forma de
capitalismo -un nuevo tipo de capitalismo monopolista de estado- con su mercado
propio, el Comecon.
Con la derrota del socialismo y la posterior caída
del Comecon se formó un mercado capitalista único. Así, el capitalismo dispuso
de una gigantesca “carpa de oxígeno”, con una mano de obra inmensa con salarios
muy bajos, aumento de las horas y la intensidad del trabajo. Esto permitió
incrementar extraordinariamente la plusvalía de los monopolios imperialistas.
No fueron sólo los monopolios occidentales los que
acumularon esta masa de plusvalía con la explotación de la clase obrera de los
países donde se restauró el capitalismo. La que más acumuló fue la burguesía
china, como lo había sido anteriormente en Rusia. Realizó negocios con tierras,
desplazando a los campesinos, pagó salarios de hambre, etc.
Cuando en la crisis de 1997 el capital financiero
yanqui y europeo impuso a los llamados tigres asiáticos la revaluación de sus
monedas, China resistió la presión, imponiendo el hecho de que la moneda china
quedara atada al valor del dólar como hasta ahora. De esta manera mantuvo su
ventaja en la exportación de su producción industrial a EEUU y Europa; y desde
allí dio el salto posterior desde el 2000 en la exportación de capitales, que
se incrementó a partir del 2007.
La crisis
actual
La crisis iniciada en el año 2007 tuvo primero su
epicentro en EEUU. Gran parte de la extraordinaria plusvalía y las ganancias
obtenidas en Asia, principalmente a partir de la restauración capitalista en
China, fueron a parar al mercado financiero norteamericano. El auge del consumo
y las inversiones en viviendas se hicieron con la expansión desorbitada del
crédito hipotecario del sistema bancario. La crisis de superproducción relativa
de viviendas se hizo patente, y los fondos de inversión que canalizaron las
ganancias de los monopolios entraron en pánico.
La caída de Lehman Brothers en setiembre de 2008 fue
la manifestación del derrumbe del mercado inmobiliario de EEUU, y obligó al
gobierno de Bush a apelar a los dineros públicos, a un mayor endeudamiento del
Estado para evitar la quiebra de los grandes bancos y monopolios que había
ocurrido en 1930, incrementando en grandes magnitudes el déficit fiscal.
Esto se continuó por el gobierno de Obama y produjo
una fenomenal emisión de títulos del Tesoro (y en consecuencia de dólares).
También obligó a todos los países imperialistas, en acuerdo del G-8, a tomar medidas semejantes:
millones de millones de dólares fueron volcados a la banca privada y los
monopolios para frenar su caída, a costa de un aumento fenomenal del déficit y
del endeudamiento de los estados y sus bancos centrales. También China tomó
medidas semejantes en grandes dimensiones.
De esta forma se socializaron las pérdidas, mientras
la burguesía monopolista se quedó con gigantescas ganancias. Se produjeron
recuperaciones relativas que dependen de fondos públicos. Pero la magnitud de
la crisis ha venido requiriendo extraordinarias inyecciones de dinero por parte
de los Estados tratando de sostener a los bancos y entidades financieras. Esto
ha significado una expansión tal del crédito público que ha puesto en cuestión
la capacidad de mayor endeudamiento de los propios estados de las principales
potencias imperialistas, llegando incluso en algunos casos hasta la
insolvencia.
Pasaron entonces a ser los estados los que ya no
encuentran más crédito para financiarse. Recurren entonces a ajustes que les
permitan “cerrar” sus cuentas, reduciendo los gastos sociales y aumentando los
impuestos para sostener su endeudamiento.
Así, descargan la crisis sobre el pueblo y ponen en
riesgo incluso las más que débiles y temporarias recuperaciones.