jueves, 5 de enero de 2012

CARTA ABIERTA A CESAR GODY ALVAREZ: Dondequiera que estés, viejo guerrero

CARTA ABIERTA A CESAR GODY ALVAREZ

Dondequiera que estés, viejo guerrero
Por José Castro
19 de octubre de 2008

DIARIO LA MAÑANA DE SAN CARLOS DE BOLIVAR - ARGENTINA

No te conocí, César Gody Álvarez. No tuve esa suerte. Me alcanza con saber lo que de vos hay que saber, a través de tu hermana Amelia. Esa mujer de rasgos sólidos y aire tirando a nórdico, de piel blanca como la mañana, apostura férrea y corazón blandito símil al bizcochuelo de las exquisitas tortas que con arte de maestra es capaz de preparar para toda la población de la República China, la China de Mao Tsé Tung, tu Mao, el Mao de ustedes, el de Otto Vargas, Jacinto Roldán, Agustín Funes, Jorge Rocha y René Salamanca, un pibito que pinta lindo.
No te conocí, César Gody Álvarez, ¿pero sabés qué? Pensando en vos y en tu legado, sopesando tu lucha con mano inexperta, flaquita, casi escuálida y a lo sumo voluntariosa, me vienen ganas de ponerme a escribir. De decirte que estás vivo, aunque vos ya lo sabés. De recordarte que está muy bueno el libro que te hicieron (aún no lo leí, pero ya sé), que es un acto de justicia y a la vez, que no era necesario. No porque no te lo merezcas, sino porque seguís vivo de todos modos, como siguen vivos el Che, Agustín Tosco, Víctor Jara, Rosa Luxemburgo, Gandhi, Malcom X, Martin Luther King, César Vallejo, Roque Dalton, José Martí, Lennon, Cortázar, Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Haroldo Conti, Kostecki, Santillán, el ´Pocho´ Leprati, Bolívar, San Martín, Artigas, los bolivarenses que te acompañan en el parque y nos hacen pensar con el mismo corazón que entonces no quisimos abrir, los treinta mil, todos los que a lo largo de la historia algo habrán hecho y tantos miles y miles más. Que seguís vivo, de pie entre tanta mierda de salamines que viven para juntar guita al precio que sea; de pie y con la frente clavada hacia el sol, a salvo del embrujo de tanta mentira de tipos que se acomodan al capricho del viento y se rasgan las ropas hablando de próceres que, si de repente volvieran, les encajarían una soberana patada en el culo.

Los tiempos han cambiado, Gody, pero no tanto. Es chamuyo barato que espicharon las utopías, que el individualismo ganó "la guerra" y en ese marco sólo queda ´hacer la de uno´, ´la mía´. Que los ideales de justicia e igualdad se venden a dos pesos en Mc Donald´s, o como stickers para el celu, para decorar el culo de Jessica Cirio. Que el cielo es un mar finito y no se puede ensanchar, cual un desvencijado paraguas. Que el hambre es el costo del progreso. Que la revolución es un elefante viejo. Soplan otros vientos, Gody, pero la vida cotidiana sigue necesitando de tipos como vos, incandescentes faros que marcan el sendero de los pueblos oprimidos que quieren despertar de su pesadilla y ponerse a sembrar ladrillos para edificar su grito, y también su rito, de libertad. Los que creemos que un mundo mejor es posible, los que no nos resignamos a que ´lo que ves, es lo que hay´, los que estamos convencidos de que la poesía da pan, te necesitamos. Y por fortuna te tenemos con nosotros, aunque no estés. Está tu legado, están tus hermanas, está el libro que te regalaron Pilar Sánchez y todo el PCR, está tu gloriosa dignidad, capaz de amasijar diez mil picanas, están tu lucha y tu dolor. Están brillando en el cielo los huevos que pusiste cuando te torturaron, para no desnudar a nadie ni ´cantar´ ni media. Y están los traidores a cualquier causa popular, acá y en la China, hoy y siempre, llenándose la boca de cianuro cuando hablan de esos parias a los que vos les diste el arma más poderosa que existe, mucho más que la bomba nuclear con la que coquetean y extorsionan las superpotencias centrales: la palabra, eso les diste; el gran farol para que vieran qué había adentro de sus cabezas y empezaran a combinar ideas, a frotar ramitas para encender un fueguito de liberación.
¿Sabés qué? Me pregunto qué estarás diciendo hoy, que las Bolsas del Centro se desploman sobre los países periféricos, cuyos pueblos terminarán pagando, como siempre, una fiesta a la que no entraron ni para el último brindis (no hablemos ya de una porción de la torta); hoy, que las juventudes sueñan en chiquito; hoy, cuando a miles de pibitos en todo el mundo les crece un fusil en las manos y salen a morir por la vida, como decía un poema que leí hace poco, creo que de Dardo Sebastián Dorronzoro; hoy, que los campeonatos son cortos y hay que ´matarse´ para ganar este domingo, así tengamos que clavar un bondi en el arco, para que no nos empaten; hoy, que la vida está saturada de arribistas que se doblan para no romperse; hoy, cuando en toda la Argentina pulula a su aire un variopinto ejército de mediocres de cartón pintado que no te hubieran llegado ni al taco del mocasín, que andan arrancándose los ojos para ver quién es más peronista.

Te fuiste a fines de abril de 1976, torturado, asesinado y escondido en un río porteño que a pesar de tanta mierda ha de haber adquirido desde entonces un soberbio perfume a jazmines en primavera. Te fuiste, pero te quedaste. Y los que se quedaron, se fueron. ¿O no se fueron videla, massera, agosti y todos los gusanos que hicieron causa común con los monstruos? ¿Qué, están vivos? ¿Qué, el genocida videla la pasa bomba en la prisión cualunque en la que lo metieron ahora? Sí, es cierto, muchos dirigentes políticos que plantaron aquél infierno en esta tierra siguen vivitos y coleando, y esos sí que la pasan más o menos bomba. Otro, no. Pero todo no se puede, hermano, y vos estás más vivo que todos esos miserables juntos, porque, ¿sabés qué? A ellos les pesan toneladas sus conciencias, aunque parezca que no, aunque parezca demasiado ingenuo esto que digo. ¿Sabés qué? Las almohadas de estos verdugos de guante blanco abrasan de tan frías que están, y todas las noches los tipos sufren en lugar de descansar. Aunque pueda parecer que son felices y que la vida les sonríe, laxa como la mentira.

No te conocí, pero a través de Amelia (Melita, como le decías vos) sé todo, y es como si nos hubiésemos tomado cinco mil cafés. Esa Amelia grandota, que se hace más grande, se hincha toda de orgullo cuando habla de vos.
Te dejo, Gody. Siento ganas de llorar, pero a la vez siento ganas de reírme. En la garganta me bulle el mar, pero en el cuore me abriga el sol, un sol que lleva tu cara y tu nombre, las caras y los nombres de tanta gente irremplazable.

Hoy es domingo y es el Día de la Madre, y seguro irás a lo de tu vieja a compartir los ravioles, con Dora, con Amelia, con el viejo Ávarez, con tus sobrinos-hijos y con toda la parentela, igual que cada fin de año, cuando venías a Bolívar a pasar las fiestas. ¿Qué le vas a llevar de regalo? ¿Un libro, algún disquito, un buen ramo de flores? Dále, hermano, disfrutá, juntáte a morfar con los tuyos, largá la ´pensadera´ por un rato. Si hasta capaz que para el postre, cuando todos se amuchen en la mesa grande para compartir el café y la torta gigante que preparó Amelia, se dan una vueltita Otto, Jacinto, Agustín, Jorge, René…
Dale, Gody, sé feliz. Envolvéte en tu bandera y volá, volá alto, volá lejos. Dondequiera que estés, viejo guerrero del verbo brioso, claváte el cielo de un solo trago. Los que creemos en vos, en los tipos de tu tipo que por suerte siempre habrá algunos (nunca demasiados) hasta en el último rincón del ovalado Globo, seguiremos viéndote brillar, hasta el final de nuestros días, hasta la cresta del infinito, como un barrilete de amor.
Cuidáte, Gody, y que gane el quiero la guerra del puedo (Sabina dixit).
Chau, loco, hasta siempre.
Por José Castro

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