POLÍTICA
INTERNACIONAL
TRAS EL
GOLPE DE ESTADO CONTRA EL GOBIERNO
Batalla por el futuro de Egipto
El 3 de julio, en medio de la más inmensa movilización de masas en la
historia de Egipto, las Fuerzas Armadas derrocaron al gobierno de Mohammed
Morsi.
Desde varias semanas atrás, los más amplios sectores de trabajadores de
la ciudad y del campo, y de otros sectores populares, habían ganado las calles
contra las medidas antipopulares del gobierno de Morsi reclamando su dimisión,
gobierno que había ganado las elecciones por amplia mayoría hace sólo un año
atrás.
Egipto vive una nueva oleada de la extraordinaria lucha que derrocó, en
el 2011, al régimen de Mubarak. Como dice el PCR de Egipto, “está abierta una
feroz batalla por el futuro”, entre el pueblo que quiere avanzar en sus
conquistas y no está dispuesto a seguir pagando los costos de la crisis
económica, y los distintos sectores de las clases dominantes, aliados a los
imperialismos, que quieren encorsetar el movimiento, y llevarlo hacia un
gobierno que mantenga los privilegios de los poderosos.
Parte de esta disputa se evidencia estos días en las dificultades para
formar un nuevo gobierno, con Morsi y otros miembros de su gobierno presos, y
una parte de los sectores islamistas impulsando movilizaciones para restituir
el gobierno derrocado. Los militares, al momento del derrocamiento, llamaron a
un gobierno temporal “de unidad”, suspendieron la Constitución redactada por
los islamistas y llamaron a nuevas elecciones.
La Plaza Tahrir, y decenas y decenas de ciudades, desbordadas de
millones de manifestantes, recibieron con júbilo el derrocamiento de Morsi, y
se plantean distintas actitudes frente a los militares. Es evidente que la
profundidad de la lucha popular provocó una fractura en las fuerzas armadas, lo
que se vio en las escenas de militares y policías abandonando las filas y
sumándose, con sus armas, a las manifestaciones, y en los civiles arriba de los
tanques.
El Ejército egipcio, que conserva casi intacto su poder, intervino
temiendo un estallido insurreccional que volteara al gobierno. Lo hizo con la
anuencia de las principales potencias imperialistas, como Estados Unidos, que
al igual que con Mubarak, retiró su apoyo a Morsi al ver que su gobierno estaba
“al caer”, pero continuará con el abastecimiento de armas a las fuerzas armadas
egipcias.
Producido el derrocamiento del gobierno, por un lado millones se
mantienen en las calles, y se han producido enfrentamientos con los seguidores
de Morsi que han elevado a decenas los muertos en los últimos días.
Cayó un gobierno
antipopular
Morsi es un ingeniero formado en Estados Unidos y que trabajó en la
NASA. Como hemos venido analizando en nuestro semanario, el gobierno de
Mohammed Morsi aplicó una serie de medidas económicas, sociales, políticas y
religiosas antipopulares en su año de gobierno. Crecimiento desmesurado de la
inflación, alta tasa de desocupación, miles de fábricas cerradas, persecución y
cárcel a trabajadores y luchadores sociales, la sanción de una Constitución de
contenido reaccionario, impunidad de los militares y civiles del régimen
mubarakista, son algunos de los factores que desataron una gran lucha de masas
estos meses. Millones se cansaron de un gobierno autoritario cuyo objetivo
esencial fue mantener los privilegios de las potencias imperialistas en Egipto.
Esto con el agravante que el gobierno de Morsi introdujo la división del pueblo
por factores religiosos, para impedir la unidad de los trabajadores y los
sectores populares, tratando de “llevar el sistema al revés de la rueda de la
historia”, en contra de la identidad cultural del pueblo egipcio.
La clase obrera egipcia, que a diferencia de otros países árabes es muy
desarrollada y ha tenido un peso importante en todo el proceso de luchas de
estos años, se mantiene movilizada. Según el Centro Egipcio para los Derechos
Económicos y Sociales, durante el año 2012 hubo más de 3.400 protestas por
cuestiones económicas y sociales, en su mayoría acciones laborales. Más de
2.400 de estas protestas se produjeron después de que Mohammed Morsi asumiera
como presidente. A fines del 2012, se contaban en cerca de mil los nuevos
sindicatos, muchos de ellos adheridos a la Federación Egipcia de Sindicatos
Independientes (FESI o Efitu). Existe otra central, Congreso Obrero Democrático
Egipcio (CODE), también distanciada de la FES, dirigida por jerarcas sindicales
vendidos al régimen.
La política del gobierno de los Hermanos Musulmanes también afectó
gravemente a los pequeños agricultores, que vieron elevarse a cifras
astronómicas el agua de riego, que además pasó a ser un pingüe negocio –al
igual que los fertilizantes– en un floreciente mercado negro manejado por
funcionarios del Ministerio de Agricultura.
Declaración de los
sindicatos independientes
El 3 de julio la FESI emitió una declaración, llamando a los militares a
“respetar la voluntad del pueblo egipcio”, reclamando el rápido llamado a
elecciones, y la participación de los sectores sindicales en el gobierno
provisional.
La Efitu reclama que las elecciones se den en un plazo no mayor de seis
meses, la abolición de la Constitución de la Hermandad Musulmana y la
representación de los trabajadores y campesinos para garantizar sus derechos
económicos y sociales. Para el “gobierno de transición”, exige un pliego de
demandas que incluye “la liberación de todos los presos políticos” y el
juzgamiento de todos los civiles y militares que hayan cometido crímenes contra
el pueblo. “Ejecución de las resoluciones judiciales relativas a la devolución
de todos los negocios saqueados al estado” y un plan de reformas económicas que
permita aumentar el presupuesto en salud, educación y necesidades básicas de la
población.
Con relación a los trabajadores, esta Federación, surgida al calor de la
lucha por el derrocamiento de Mubarak, plantea, entre otros puntos: 1. Aumentar
el salario mínimo y las pensiones. 2. Libertad de asociación sindical. 3.
Reincorporación de todos los trabajadores despedidos. 4. Aprobación del derecho
de huelga y de manifestarse. 5. reconsideración de toda la legislación laboral
para asegurar la protección de los trabajadores. 6. Detener todas las formas de
abuso contra los trabajadores. Reapertura de las fábricas cerradas.
“El pueblo está vigilante”
Además de la FESI, muchas organizaciones políticas y sociales llaman a
mantener la movilización popular como única garantía de que el proceso avance
para concretar las demandas. “No nos hacemos ilusiones en el ejército... El
ejército también tiene un papel central en el desarrollo económico y controla
cerca del 40 por ciento de la economía en Egipto”, afirma el Comité Central del
PCR de Egipto en una declaración del 6 de julio. “El pueblo está vigilante,
porque quiere un cambio real, la reforma social, sus derechos y las libertades
democráticas… La lucha continúa. Las masas no van a disminuir su exigencia de
demandas básicas para una vida digna, por las que los hijos de este pueblo
sacrificaron sus vidas. La hoja de ruta que se ha acordado todavía no contiene
disposiciones claras para resolver las crisis del pueblo, y el pueblo se
levantará en defensa de sus intereses, y luchando por una vida mejor”, agrega
el comunicado, emitido “Desde el corazón de la Plaza Tahrir”.
Millones de trabajadores, campesinos y gente del pueblo en todo el mundo
tienen hoy los ojos puestos en Egipto, con el anhelo que el pueblo egipcio
encuentre los caminos para un poder popular. Sabemos que las fuerzas que
enfrentan y enfrentarán los sectores populares del país africano son muy
poderosas, pero tenemos confianza en la energía revolucionaria del pueblo
egipcio, que sabrá parir en su lucha el partido de vanguardia que dirija ese
proceso.
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