Hace 197 años se
declaró la primera Independencia
Fue un 9 de julio
El agregado al juramento de ser
independientes de España “y de toda otra dominación extranjera”, salió al cruce
de las intrigas de las distintas potencias que operaban aquí a través de sus
“amigos” en la aristocracia terrateniente y comercial criolla, disputándose
entre ellas el dominio de Latinoamérica en reemplazo de España. La firmeza de
los verdaderos patriotas cerró paso a esas maniobras, permitiendo que se
utilizara también esa disputa a favor de la lucha por la independencia.
El 9 de julio de 1816, en el Congreso
reunido en la ciudad de San Miguel del Tucumán, “los representantes de las
Provincias Unidas en Sud América”, declararon “a la faz de la tierra, que es
voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los vínculos
violentos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que
fueron despojadas e investirse del alto carácter de una nación libre e
independiente del rey Fernando 7°, sus sucesores y metrópoli”. Y el 19 de
julio, en sesión secreta, debatieron y resolvieron agregar a la fórmula del
juramento, que se hizo el 21 de julio: “y de toda otra dominación extranjera”.
La revolución iniciada el 25 de mayo de
1810, que llevó a esa Declaración de la Independencia, pasaba en 1816 uno de
sus momentos más difíciles, ya que el rey de España, Fernando 7°, había sido
restaurado en el trono, con el apoyo de la Santa Alianza de los imperios de ese
momento (Inglaterra, Austria, Prusia y Rusia). Derrotados los ejércitos
napoleónicos, no quedaba una sola luz en Europa, al decir de ese gran músico
que fue Beethoven. Y aquí, en América, los ejércitos realistas españoles
superiores en formación militar habían derrotado a los patriotas en Chile, en
Venezuela y en Colombia, mantenían el Perú y avanzaban hacia el Noroeste de lo
que es hoy Argentina, por el Alto Perú (hoy Bolivia), frenados solo por las
heroicas guerrillas criollas y originarias como las dirigidas por Güemes en
Salta y Jujuy, y Arias, Arenales, Warnes, Muñecas, Padilla, Juana Azurduy, los
jefes originarios Titicocha, Cáceres, Cumbay y tantos otros en el Alto Perú
En esas circunstancias, cuando parecía
imposible que la revolución pudiera sostenerse en las Provincias Unidas del Río
de la Plata, desde Cuyo, San Martín escribía a los congresales en Tucumán:
“Pensemos en grande, y si la perdemos, que sea con honor”. No era un
voluntarista, porque veía que la revolución podía triunfar apelando a las
reservas patrióticas del pueblo y armando sus ejércitos en particular con esas
masas explotadas y oprimidas, principalmente originarias y mestizas, que venían
protagonizando heroicos combates, aplastadas y derrotadas muchas veces, pero
cuyas luchas abrieron el camino de la primer revolución latinoamericana. La
continentalidad de la revolución de ninguna manera excluye, si no que por el contrario,
se asienta en el desarrollo y fortaleza de las revoluciones nacionales: el
avance y el triunfo de la revolución continental dependía y depende al avance y
del triunfo de la revolución en cada uno de nuestros países.
También en esas difíciles circunstancias
había quienes pensaban que era imposible independizarse de España, sin recurrir
al “protectorado” de alguna otra potencia europea. El agregado al juramento de
ser independientes de España “y de toda otra dominación extranjera”, salió así
al cruce de las intrigas de las distintas potencias que operaban aquí a través
de sus “amigos” en la aristocracia terrateniente y comercial criolla,
disputándose entre ellas el dominio de Latinoamérica en reemplazo de España. La
firmeza de los verdaderos patriotas cerró paso a esas maniobras, permitiendo
que se utilizara también esa disputa a favor de la lucha por la independencia.
Así se pudo triunfar
La guerra de guerrillas de los pueblos de
Salta, Jujuy y del Alto Perú, la independencia de Paraguay liderada por Gaspar
Francia, y la lucha contra las invasiones portuguesas en la Banda Oriental y
las Misiones, encabezadas por Artigas y Andresito, permitieron mantener la
independencia declarada en Tucumán y cubrieron la espalda de San Martín. Éste,
apoyándose principalmente en los pueblos de Cuyo, pudo así conducir la epopeya
histórica de construir el Ejército de los Andes, cruzar la Cordillera, derrotar
a los realistas en los campos de Chacabuco y Maipú, y posteriormente, con el
apoyo chileno, y ya con la oposición de la oligarquía bonaerense, pudo llegar
por mar a Lima y contribuir a la independencia del Perú.
Así, tras la prolongada y heroica guerra
que duró hasta 1824, se logró la independencia de España. Pero los intereses de
la aristocracia terrateniente y comercial criolla impidieron que la voluntad
independentista y libertaria de nuestros pueblos se efectivizara. Sus gobiernos
embarcados en guerras civiles y con los países hermanos para mantener sus
latifundios y privilegios, endeudaron al país en empréstitos leoninos y lo
sometieron a la dependencia de los imperialistas que se disputan el dominio del
mundo.
Pero una y otra vez, en las luchas de la
clase obrera y el pueblo, resurge la Argentina profunda. La Argentina de las
masas campesinas criollas y aborígenes aplastadas por la oligarquía en la
Quebrada de Humahuaca y Puna, en el sur y el oeste pampeanos y patagónicos y en
el norte chaqueño. La Argentina de las masas pequeñoburguesas urbanas y
agrarias alzadas contra el régimen oligárquico con la Revolución de 1890 en
Buenos Aires y las posteriores insurrecciones radicales en casi todas las
provincias. La Argentina de las nacientes masas proletarias también reprimidas
por la Argentina oligárquica, desde la primera huelga general en 1902 (cuando
se impuso la Ley de Residencia) a las históricas conmemoraciones del 1° de Mayo
y la Semana Roja de 1909 (donde se agregó la Ley de Defensa Social).
¡Ni viejos ni nuevos amos!
Esta Argentina profunda en lucha contra
la explotación y la opresión y enfrentando la represión empujó hacia delante la
rueda de nuestra historia, con nuevos hitos tras los festejos oligárquicos del
primer Centenario, como el Grito de Alcorta en 1912, la Reforma Universitaria
de 1918, la Semana de enero de 1919, la Patagonia Rebelde y las huelgas de La
Forestal de 1920/21, la huelga general de enero de 1936, el 17 de octubre de
1945, la resistencia a la dictadura de Aramburu-Rojas, las manifestaciones
contra la universidad “libre” de Frondizi, el Cordobazo y demás puebladas
contra las dictaduras de Onganía y Lanuse, las luchas contra la última
dictadura militar y por la recuperación de las Malvinas.
Esta Argentina profunda que las clases
dominantes, tras el fracaso de sus dictaduras militares, volvieron a tratar de
adormecer con una democracia regenteada por viejos o nuevos oligarcas e
imperialistas, es la que volvió a emerger con las puebladas en el interior tras
la traición de Menem en 1989 hasta el Argentinazo de 2001 y las luchas que
siguieron, con hitos fundamentales como la rebelión chacarera y federal de
2008, la larga huelga de los obreros de Terrabusi de 2009, la pueblada de
Libertador de 2010, la marcha en El Impenetrable de 2011, los cacerolazos y el
paro nacional del 20 de noviembre, en 2012, etc.
Esta Argentina rebelde, que se identifica
y es parte de Latinoamérica y del conjunto de naciones y pueblos oprimidos por
el imperialismo, a 213 años de la Revolución de Mayo y 197 de la Declaración de
la Independencia, se une al proletariado y las naciones y pueblos oprimidos de
todo el mundo, dando batalla contra la dominación imperialista y los intereses
locales que la favorecen, sean los que quieren mantener “viejos amos” o los que
pretenden imponer “nuevos amos”, expresados hoy principalmente por el gobierno
kirchnerista, en el camino de la revolución de liberación nacional y social que
abra paso a la segunda y definitiva independencia.
Autor: Eugenio Gastiazoro
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