Como afirmamos en 2007, la crisis es profunda, prolongada y con efecto dominó
La peor crisis de los tiempos modernos
02/10/2013
Escribe Otto Vargas.
“Los restos del
huracán”. Así tituló un largo artículo El País del 15/9/2013, para señalar que
el mundo aún sufre las consecuencias de la “mayor quiebra de la historia”.
Según Stefano Zamagni, el economista italiano que asesoró a Juan Pablo II y
Benedicto XVI, en El Cronista de 24/9/2013, “la peor crisis de los tiempos
modernos –mucho peor que la de 1929- está por terminar. Es una cuestión de 10 0
12 meses más”. Según La Nación del 24/9/03, en un artículo firmado por Richard
Boudreaux y Christopher Bjork, “España sale de la recesión, pero no de la
crisis” según declaró el presidente del gobierno de ese país, Mariano Rajoy, en
el Wall Street Journal.
Hay “eruditos”
que niegan la realidad de esta crisis y pretenden hacerlo desde “el marxismo”
utilizando una metodología típicamente antimarxista. Nuestra teoría nos obliga
a partir de la realidad, ir de la apariencia a la esencia, del “concreto real”
al “concreto de pensamiento” estrechamente vinculado a la práctica social.
Estos “eruditos” no son marxistas. Confunden la realidad, si son empíricos con
su experiencia y si son dogmáticos con su idea. Los dogmáticos, cuya vida
transcurre en un mar de ideas al margen de realidad, no se preocuparon por analizar
las características de esta crisis, cuya perdurabilidad los confunde, porque
negaron que fuese única (global), y que iba a perdurar, iba a ser prolongada,
con efecto dominó, como dijimos en su inicio en el 2007.
Nosotros, los
militantes del PCR, partimos de la posición del proletariado, nuestro punto de
vista es el de la lucha de clases, y nuestro método es el método marxista.
Hace cinco años
el suelo de Manhattan tembló cuando se derrumbó el Lehman Brothers. Allí estuvo
el epicentro de lo que ahora los economistas burgueses llaman “la mayor crisis
financiera desde la gran depresión de 1929” y reconocen “que el mundo aún no se ha
recuperado de aquel shock”.
El origen de la
crisis estuvo en la primavera del 2007 con la crisis de los bancos que
apostaban a la deuda hipotecaria, los subprime (préstamos de baja calidad,
convertidos en paquetes de inversión a base de hipotecas).
Para el Lehman
Brothers no hubo red de seguridad. Pero sí el 24/3/2008 para el Bear Stearm
rescatado por el JP Morgan, por tratarse de una entidad sistémica de las
consideradas demasiado grandes para caer. Para evitar que sucediese lo del
Lehman Brothers, el Merrill Lynch se integró al Bank of América, ese mismo día.
Pero el resto del
mundo sintió pronto los ecos del temblor. Fueron cayendo piezas, como previmos,
como fichas de dominó. Los gobiernos debieron abrir el grifo de las ayudas para
salvar sus sistemas financieros. Hubo ayuda, en los EEUU “sin límites”, para
las entidades hipotecarias semipúblicas Fannie Mac y Freddie Mae, auxilio a la
gigantesca aseguradora American Internacional Group (AIG) y les tiró un
salvavidas al Bank of America y al Citigroup. Se ha publicado que la Reserva
Federal cifra en 12,6 billones de dólares la cantidad que utilizó para
estabilizar el sector financiero (más del 80% del PBI del 2007). Esto sin
contar con el tipo de interés estancado en el 0% desde diciembre de 2008 y tres
rondas de estímulo que multiplicaron el balance de la Reserva Federal La
administración de G. Busch creó un programa de “asistencia a activos
problemáticos” por 700.000 millones de dólares. Dinero que también fue para
General Motors y Chrysler para sacarlas a flote. También empresas extranjeras
se beneficiaron con esa ayuda.
Luego la crisis
financiera se dispersó por todo el planeta, especialmente por las economías
industrializadas donde sus bancos quedaron al descubierto por ayudas muy
riesgosas que secaron sus cañerías. La crisis financiera provocó lo que se
considera ya como “la primera recesión planetaria”. Según el FMI el PBI mundial
sufrió una contracción del 0,7 en el 2009. Los países emergentes sirvieron,
entonces, de tabla de flotación. Cristina F. de Kirchner se mofaba de la crisis
en las Naciones Unidas y la llamaba “efecto jazz”.
“La Gran
Recesión”, como se la llama ahora, había comenzado, en realidad, en los EEUU en
diciembre de 2007, siete meses antes de la caída del Lehman Brothers. Va a
costar a cada familia estadounidense hasta 120.000 dólares (una pérdida del poder
adquisitivo de hasta 14 billones de dólares). Pérdidas del valor del patrimonio
y caídas de las remuneraciones durante cinco años. Se ha escrito que equivale a
“borrar de un plumazo todo el PBI de la mayor potencia del mundo”. La
depreciación del precio medio de las viviendas aún alcanza al 25%.
En el papel, la
Gran Recesión acabó en junio de 2009. Esto sólo en el papel. Destruyó 8,7
millones de empleos en los EEUU. El total de desocupados llegó a 14,7 millones.
Ahora, cuando se computan muchos menos se olvida de mencionar que ha caído la
tasa de participación (personas dispuestas a trabajar) hasta el 63,2 del nivel
de 1978. Hoy, todavía hay 11,3 millones de parados y 10,6 de subempleados (que
trabajan a tiempo parcial).
Hay incertidumbre
sobre el futuro ¿No sucederá ahora lo que pasó con “los brotes verdes” en el
2009? “Ocupemos Wall Street”, ese extraordinario movimiento de masas, en su
mayoría juvenil, denunció el crecimiento de la brecha entre ricos y pobres.
Ahora, cuando la
crisis mutó, como un monstruo de varias cabezas, de los EEUU a Europa, cuando
las aguas parecen calmas en especial en Europa y se espera que sólo perdure
“unos diez o doce meses más”, el mundo aterrorizado mira a los “países
emergentes”, en especial a Brasil, Rusia, India, China (la China de Teng que
fue pozo sin fondo de mano de obra barata, gran prestamista de los EEUU y
salvavidas de Europa), y compañía (ésta nos incluye, como pueden contar muchos
productores regionales). Han crecido enormemente la desocupación y la miseria en
Grecia, España, Portugal, Italia, Rumania, y Rusia entre otros. Muchos
imaginan, para el 2015, en Argentina una situación igual a la del 2001. Si
Cristina F. de Kirchner se tiene que ir, lo que ya parece, es lo más posible.
Dejará entonces, de nuevo, los platos rotos para el sucesor. ¿Podrá llegar
allí? ¿Se pudrirá todo antes? Es el gran tema.
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