jueves, 6 de septiembre de 2012

Una joven y el voto a los 16 años


Los jóvenes somos protagonistas de nuestra historia
Sobre el voto a los 16 años
escribe Victoria Molina

Es positivo bajar la edad de votación porque es un aspecto más que hace a la participación política de los jóvenes. Al mismo tiempo reducir esa participación política a votar es un intento más de encauzar nuestra rebeldía.

Muchas opiniones escuchamos estos días alrededor del proyecto de bajar la edad para votar a los 16 años. La mayoría de los diputados y políticos del sistema, tanto kirchneristas como opositores, buscan poner el centro del debate en reducir el protagonismo político de los jóvenes a la participación electoral. Así escuchamos frases como las del vicepresidente Boudou: “no caben dudas de que nuestros jóvenes también tienen que participar y discutir en la política”, como si la única forma de participar y discutir política fuera ir a votar una vez cada dos años y después nos ponemos a mirar lo que hacen con nuestras vidas. Siempre vamos a defender el derecho a votar como una conquista del pueblo; también pensamos que las formas legales de participación política y las elecciones pueden contribuir pero no resolverán la toma del poder y el triunfo de la revolución.
Es positivo bajar la edad de votación porque es un aspecto más que hace a la participación política de los jóvenes que, aunque muchos piensen que estamos “en cualquiera” tenemos una gran sensibilidad por las causas populares, la opresión política social y nacional y siempre nos rebelamos contra ésta. Al mismo tiempo reducir la participación política a un único aspecto que serían las elecciones es un intento más de encauzar nuestra rebeldía. Este intento no va a tener los resultados que ellos quisieran porque en nuestro país miles de jóvenes nos incorporamos masivamente a la política, desde distintas formas y espacios, sobre todo después del Argentinazo. Pueblada que nos dejó marcados y permitió avanzar en el aprendizaje de todo el pueblo de que para resolver un problema hay que organizarse, participar, ganar las calles, cortar una ruta, ocupar una escuela, una facultad, tomar una fábrica.
Ser parte de esa práctica de democracia grande donde aprendimos que la política no significa dejar nuestras vidas en manos de los que gobiernan para otros, nos cambió la cabeza. Este protagonismo lo vemos una y otra vez cuando nos organizamos y salimos a luchar ante cada necesidad, y toma fuerza en las luchas ante las consecuencias de la crisis.
Así los jóvenes escribimos la historia y somos grandes protagonistas de la política en la Argentina cuando nos organizamos en las luchas que se extienden por tierra para vivir con el ejemplo de los que ocuparon la tierra de Ledesma en Jujuy, cuando profundizamos la lucha por tierra para producir denunciando la extranjerización y concentración de la tierra en el campo. Cuando miles de jóvenes mujeres sumamos nuestra participación a los encuentros nacionales y en cada lugar a la pelea por nuestros derechos desde distintos espacios. Un ejemplo más fueron las miles de jóvenes en todo el país en la jornada contra el femicidio el pasado 24 de agosto. Cuando nos organizamos en los barrios para enfrentar la droga, el hambre y la desocupación, como se mostró en la jornada de la JCCC encabezada con la consigna “No queremos la droga ni delinquir, queremos educación trabajo, salud y deporte”. Cuando en las escuelas secundarias se avanza en la organización y recuperación de cuerpos de delegados y centros de estudiantes para luchar por presupuesto, becas, comedores; para que nadie quede afuera. Cuando en cada facultad encabezamos la lucha por nuestras necesidades y por una universidad científica, democrática y popular. Cuando en las fábricas se recuperan para el clasismo los cuerpos de delegados y las comisiones internas para ponerlos a la cabeza en la lucha contra los topes salariales impuestos por el gobierno kirchnerista, contra el trabajo en negro y la tercerización, contra la superexplotación laboral, contra el impuesto al salario, contra los despidos como mostró la gran pueblada en el Ingenio Tabacal de Salta.
Cuando nos rebelamos contra el imperialismo, como el 2 de abril frente a la Embajada inglesa. Cuando cada 24 de marzo y 16 de septiembre levantamos las banderas por la memoria, verdad y justicia.
Toda nuestra rebeldía en las calles
Está planteada una gran batalla política con el gobierno por los jóvenes. Con agrupaciones dirigidas por funcionarios millonarios como La Cámpora buscan instrumentarnos para su proyecto de entrega y dependencia que descarga la crisis sobre nuestras espaldas.
Si se aprueba este proyecto se incorporarán a votar 1,5 millones de jóvenes. Toda nuestra rebeldía va a seguir en las calles, en las escuelas, en las fábricas, en el campo, en los barrios para que la crisis la paguen los que se enriquecieron estos años y, también, tiene que expresarse con todo en afiliar a miles de jóvenes al Partido del Trabajo y el Pueblo y en el voto opositor al kirchnerismo desde un frente democrático y popular en las próximas elecciones.

Del dicho al hecho…
Decir que es positivo bajar la edad de votación a los 16 años no nos impide ver que el gobierno lo hace como una maniobra para la elección del año que viene. Nos inundan las preguntas a la hora de analizar por qué lo hace ahora y no antes. ¿Es casualidad que el gobierno lo impulse justo a un año de la elección qué va a definir los legisladores que votarían la re-reelección? Si tanto le importamos los jóvenes a la presidenta que nos nombra efusivamente en sus discursos: ¿Por qué no da respuestas a las necesidades que reclamamos todos los días en las escuelas, en las universidades, en las fábricas, en el campo, en los barrios?
¿Por qué seguimos sufriendo el embate de la droga, con un Estado que es parte del negocio del narcotráfico? ¿Por qué hay más de 900.000 jóvenes en la Argentina que no estudian ni trabajan? ¿Por qué se mantienen subsidios y exenciones de impuestos para grandes monopolios pero no se garantiza el boleto nacional educativo? ¿Por qué no hay políticas para terminar con la deserción en las escuelas cuando la mitad de los que empiezan la escuela la abandonan? ¿Por qué no hay políticas y fondos para terminar con los sufrimientos de las jóvenes mujeres como la trata, el embarazo adolescente, la violencia, las violaciones, los femicidios? ¿Por qué no hay respuesta a la necesidad de tierra para vivir y trabajar? ¿Por qué se sigue beneficiando a un puñado de terratenientes y crece la extranjerización y concentración de la tierra mientras miles de jóvenes son expulsados del campo cada año? ¿Por qué crece la tercerización y las condiciones de trabajo son cada vez peores? ¿Por qué el trabajo en negro afecta a más del 34% de los argentinos (y ese es el porcentaje que publicó el IndeK)? ¿Por qué defiende los bolsillos de las empresas aumentando el salario mínimo en dos partes hasta llegar a $2.875 en 2013 cuando la inflación hace que el salario que se corresponde con la canasta familiar esté en $7.800?

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