Los jóvenes somos
protagonistas de nuestra historia
Sobre el voto a los 16 años
escribe Victoria Molina
Es positivo bajar la edad de votación porque es un aspecto
más que hace a la participación política de los jóvenes. Al mismo tiempo
reducir esa participación política a votar es un intento más de encauzar
nuestra rebeldía.
Muchas opiniones escuchamos estos días alrededor del
proyecto de bajar la edad para votar a los 16 años. La mayoría de los diputados
y políticos del sistema, tanto kirchneristas como opositores, buscan poner el
centro del debate en reducir el protagonismo político de los jóvenes a la
participación electoral. Así escuchamos frases como las del vicepresidente
Boudou: “no caben dudas de que nuestros jóvenes también tienen que participar y
discutir en la política”, como si la única forma de participar y discutir
política fuera ir a votar una vez cada dos años y después nos ponemos a mirar
lo que hacen con nuestras vidas. Siempre vamos a defender el derecho a votar como
una conquista del pueblo; también pensamos que las formas legales de
participación política y las elecciones pueden contribuir pero no resolverán la
toma del poder y el triunfo de la revolución.
Es positivo bajar la edad de votación porque es un
aspecto más que hace a la participación política de los jóvenes que, aunque
muchos piensen que estamos “en cualquiera” tenemos una gran sensibilidad por
las causas populares, la opresión política social y nacional y siempre nos
rebelamos contra ésta. Al mismo tiempo reducir la participación política a un
único aspecto que serían las elecciones es un intento más de encauzar nuestra
rebeldía. Este intento no va a tener los resultados que ellos quisieran porque
en nuestro país miles de jóvenes nos incorporamos masivamente a la política,
desde distintas formas y espacios, sobre todo después del Argentinazo. Pueblada
que nos dejó marcados y permitió avanzar en el aprendizaje de todo el pueblo de
que para resolver un problema hay que organizarse, participar, ganar las calles,
cortar una ruta, ocupar una escuela, una facultad, tomar una fábrica.
Ser parte de esa práctica de democracia grande donde
aprendimos que la política no significa dejar nuestras vidas en manos de los
que gobiernan para otros, nos cambió la cabeza. Este protagonismo lo vemos una
y otra vez cuando nos organizamos y salimos a luchar ante cada necesidad, y
toma fuerza en las luchas ante las consecuencias de la crisis.
Así los jóvenes escribimos la historia y somos
grandes protagonistas de la política en la Argentina cuando nos organizamos en
las luchas que se extienden por tierra para vivir con el ejemplo de los que
ocuparon la tierra de Ledesma en Jujuy, cuando profundizamos la lucha por
tierra para producir denunciando la extranjerización y concentración de la
tierra en el campo. Cuando miles de jóvenes mujeres sumamos nuestra
participación a los encuentros nacionales y en cada lugar a la pelea por
nuestros derechos desde distintos espacios. Un ejemplo más fueron las miles de
jóvenes en todo el país en la jornada contra el femicidio el pasado 24 de
agosto. Cuando nos organizamos en los barrios para enfrentar la droga, el
hambre y la desocupación, como se mostró en la jornada de la JCCC encabezada
con la consigna “No queremos la droga ni delinquir, queremos educación trabajo,
salud y deporte”. Cuando en las escuelas secundarias se avanza en la
organización y recuperación de cuerpos de delegados y centros de estudiantes
para luchar por presupuesto, becas, comedores; para que nadie quede afuera.
Cuando en cada facultad encabezamos la lucha por nuestras necesidades y por una
universidad científica, democrática y popular. Cuando en las fábricas se
recuperan para el clasismo los cuerpos de delegados y las comisiones internas
para ponerlos a la cabeza en la lucha contra los topes salariales impuestos por
el gobierno kirchnerista, contra el trabajo en negro y la tercerización, contra
la superexplotación laboral, contra el impuesto al salario, contra los despidos
como mostró la gran pueblada en el Ingenio Tabacal de Salta.
Cuando nos rebelamos contra el imperialismo, como el
2 de abril frente a la Embajada inglesa. Cuando cada 24 de marzo y 16 de
septiembre levantamos las banderas por la memoria, verdad y justicia.
Toda nuestra rebeldía
en las calles
Está planteada una gran batalla política con el
gobierno por los jóvenes. Con agrupaciones dirigidas por funcionarios
millonarios como La Cámpora buscan instrumentarnos para su proyecto de entrega
y dependencia que descarga la crisis sobre nuestras espaldas.
Si se aprueba este proyecto se incorporarán a votar
1,5 millones de jóvenes. Toda nuestra rebeldía va a seguir en las calles, en
las escuelas, en las fábricas, en el campo, en los barrios para que la crisis
la paguen los que se enriquecieron estos años y, también, tiene que expresarse
con todo en afiliar a miles de jóvenes al Partido del Trabajo y el Pueblo y en
el voto opositor al kirchnerismo desde un frente democrático y popular en las
próximas elecciones.
Del dicho al hecho…
Decir que
es positivo bajar la edad de votación a los 16 años no nos impide ver que el
gobierno lo hace como una maniobra para la elección del año que viene. Nos
inundan las preguntas a la hora de analizar por qué lo hace ahora y no antes.
¿Es casualidad que el gobierno lo impulse justo a un año de la elección qué va
a definir los legisladores que votarían la re-reelección? Si tanto le
importamos los jóvenes a la presidenta que nos nombra efusivamente en sus
discursos: ¿Por qué no da respuestas a las necesidades que reclamamos todos los
días en las escuelas, en las universidades, en las fábricas, en el campo, en
los barrios?
¿Por qué
seguimos sufriendo el embate de la droga, con un Estado que es parte del
negocio del narcotráfico? ¿Por qué hay más de 900.000 jóvenes en la Argentina
que no estudian ni trabajan? ¿Por qué se mantienen subsidios y exenciones de
impuestos para grandes monopolios pero no se garantiza el boleto nacional
educativo? ¿Por qué no hay políticas para terminar con la deserción en las
escuelas cuando la mitad de los que empiezan la escuela la abandonan? ¿Por qué
no hay políticas y fondos para terminar con los sufrimientos de las jóvenes
mujeres como la trata, el embarazo adolescente, la violencia, las violaciones,
los femicidios? ¿Por qué no hay respuesta a la necesidad de tierra para vivir y
trabajar? ¿Por qué se sigue beneficiando a un puñado de terratenientes y crece
la extranjerización y concentración de la tierra mientras miles de jóvenes son
expulsados del campo cada año? ¿Por qué crece la tercerización y las
condiciones de trabajo son cada vez peores? ¿Por qué el trabajo en negro afecta
a más del 34% de los argentinos (y ese es el porcentaje que publicó el IndeK)?
¿Por qué defiende los bolsillos de las empresas aumentando el salario mínimo en
dos partes hasta llegar a $2.875 en 2013 cuando la inflación hace que el
salario que se corresponde con la canasta familiar esté en $7.800?
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